domingo, 8 de enero de 2012

El Bautismo del Señor


ANTONIO JESÚS MARTÍN

Fiesta del Bautismo del Señor – Ciclo B

“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco” (Mc 1, 11)

La fiesta del Bautismo de Jesús culmina el tiempo de Navidad. Es la última epifanía o manifestación de Dios para todos, para dejar claro quién es Jesús.

Jesús apareció en Galilea cuando el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Pensaban que Dios se había alejado definitivamente de ellos. Los cielos estaban «cerrados». La comunicación de Dios con su pueblo parecía imposible. Nadie era capaz de escuchar su voz.

Lo más duro era esa sensación de que Dios los había olvidado. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan lejos? También en nuestro mundo sucede lo mismo, muchas veces pensamos y creemos que Dios nos ha olvidado y vivimos como si fuera imposible descubrir su presencia.

El evangelio de Marcos nos sorprende. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. En Jesús se restablece el diálogo entre Dios y el Hombre.

Jesús desde la simplicidad, desde la sencillez, desde el abajamiento nos muestra cuál es el camino para este diálogo. No es posible este encuentro dialogal sin adoptar las mismas actitudes que Jesús.

Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, a curarla y hacerla más humana.

Sin el Espíritu de Jesús, la libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad religiosa.

Nuestro mayor problema es el olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.

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