miércoles, 14 de noviembre de 2012

La Iglesia diocesana contribuye a crear una sociedad mejor


El domingo 18 de noviembre se celebra el Día de la Iglesia Diocesana, para concienciar a los fieles católicos, y a todos los que aprecian la acción eclesial, de la necesidad de colaborar económicamente con la Iglesia. Con este motivo la Diócesis difunde unos materiales con una carta del obispo y las cuentas del año 2011.

Zamora, 15/11/12. El próximo domingo 18 de noviembre la Diócesis de Zamora celebra el Día de la Iglesia Diocesana, con el lema “La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor”, al que se añade una invitación directa: “Ayuda a tu parroquia, ganamos todos”.

Desde hace varios años se viene señalando el tercer domingo de noviembre como el momento para hacer hincapié en la realidad local de la Iglesia católica, llamando al compromiso y la colaboración de los fieles. Con este motivo, se hará una colecta especial en las parroquias y demás comunidades cristianas, para colaborar con las necesidades de la Diócesis de Zamora.

Obispo: repercusión positiva en Zamora

Durante estos días se están repartiendo en las parroquias de toda la Diócesis unos folletos que contienen una carta del obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, en los que recuerda que “celebrar el Día de la Iglesia Diocesana nos ayuda a reconocer, en primer lugar, que la fe la recibimos de la Iglesia”. Además, señala que “sólo integrados en la vida de la comunidad cristiana podemos alimentar, cultivar, acrecentar y celebrar la fe en el Señor Jesús, y con nuestra participación en ella ayudamos a que la fe de los otros creyentes se vaya consolidando”.

El obispo explica en su misiva que la Diócesis vive una “triple dinámica de acoger, vivir y transmitir la fe, para lo cual requiere de la participación generosa y responsable de cuantos la integramos; por eso todos los católicos zamoranos nos debemos sentir implicados en el crecimiento y la extensión de la vida de nuestra Iglesia”. Además, se hace eco del lema de la jornada reconociendo que la labor de la Iglesia en Zamora “repercute positivamente en bien nuestro y de muchos de nuestros vecinos”.

Esto tiene una concreción para el prelado: “celebrar el Día de la Iglesia Diocesana constituye una llamada para que los católicos nos esforcemos, a pesar de las difíciles circunstancias del presente, en ayudar con nuestra persona y también con nuestros bienes a nuestra parroquia”. De esta manera, “ayudando a nuestra comunidad parroquial estaremos apoyando eficazmente al conjunto de nuestra Diócesis, para que prosiga contribuyendo a renovar la vida social”. Porque, en definitiva, “la fe en el Señor Jesús genera un hombre y una sociedad mejores”.

Datos numéricos y económicos

En los mismos materiales difundidos estos días en las parroquias zamoranas se detallan algunos datos actuales de la Diócesis, que tiene 303 parroquias, y un total de 187 sacerdotes, incluyendo los jubilados y los que se encuentran en países de misión. Se destacan también las labores de catequesis, la atención a los necesitados sobre todo a través de Cáritas Diocesana y las Cáritas parroquiales, la ayuda internacional prestada por Manos Unidas, la tarea de la enseñanza de miles de niños y jóvenes y la vida contemplativa de los monasterios.

Además, el folleto incluye el balance de ingresos y gastos de la Diócesis de Zamora en el año 2011. En el capítulo de ingresos están, por un lado, los correspondientes a las cuentas diocesanas, que incluyen las aportaciones de los fieles a través de colectas y suscripciones (68.590,65 €), la asignación tributaria (procedente del Fondo Común Interdiocesano: 2.114.025 €), los ingresos del patrimonio y otras actividades (315.999,93 €) y otros ingresos corrientes (353.091,77 €); y, por otro lado, los ingresos en las cuentas parroquiales (1.925.867,44 €), lo que hace un total de 4.777.575,16 €.

En cuanto a los gastos del año 2011, se resumen en los apartados de acciones pastorales y asistenciales (incluyendo la ayuda a la Iglesia universal: 223.091,61 €), la retribución del clero (926.967,37 €), la retribución del personal seglar (223.600,42 €) y la conservación de edificios y gastos de funcionamiento (707.458,53 €). Por otra parte, los gastos en las cuentas parroquiales fueron de 1.767.804,96 €, y la capacidad de financiación es de 928.652,27 €. En total, unos gastos que ascienden a 4.777.575,16 €.

El folleto incluye un formulario para que cualquier persona pueda realizar una domiciliación bancaria para colaborar periódicamente con la Diócesis de Zamora en general o con alguna parroquia en particular, ya que, como se afirma en los materiales, “la colaboración periódica, con una cuota familiar o personal, abonada a través de domiciliación bancaria, es el mejor sistema para contribuir al sostenimiento económico de la Iglesia”.

Para más información: www.portantos.es

jueves, 1 de noviembre de 2012

La incineración de los cadáveres ante el hecho cristiano de la muerte


Nos acercamos a la celebración del Día de los difuntos, que nos recuerda, a los cristianos, nuestra condición de seres finitos y caducos, llamados a desaparecer, pero, a su vez, alentados por la fe en la resurrección al final de los tiempos. La fe cristiana nos dice que la muerte no es el final del camino. El hombre vive y muere para Dios. Nos sentimos en las manos de Dios, tanto en el vivir como en el momento de la muerte. Es Dios quien actúa en nosotros y a través nuestro, y quiere que busquemos el bien, en el cumplimiento de la voluntad del Padre.

La realidad de la muerte es un hecho biológico, que, para el cristiano, tiene su significado en el contexto de la Muerte y Resurrección de Jesús. Con la muerte, el hombre pasa a participar de otra realidad, en la creencia en la resurrección de Jesús. Jesús nos anticipa el camino, y nos pide fe en el proyecto de un futuro prometedor después de la muerte. De ahí, el sentido cristiano de la muerte, más allá de cualquier valoración de ésta como una realidad meramente natural. El cristiano no puede quedarse en la apreciación de la muerte como un hecho meramente biológico: nacemos, crecemos y morimos. Esta realidad, que humanamente es así, tiene para los cristianos una exigencia de fe en el más allá de la muerte.

Por otro lado, es cierto que también los cristianos arrinconamos, en muchos casos, la realidad de la muerte, o la concebimos sin el horizonte de la resurrección; y eso nos lleva a desdibujar el momento final. La Iglesia nos dice que la Pascua definitiva del cristiano es la que, a través de la muerte, hace entrar al creyente en la vida del Reino. Rezamos en el Credo: “Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Y, en este contexto, hay que valorar el respeto que se merece nuestro cuerpo en el momento de la muerte.

La Iglesia cuida de la sepultura digna y cristiana de los difuntos, y pide que se honren sus cuerpos después de la muerte. La forma tradicional de realizar las exequias en Occidente ha sido la inhumación, porque es signo de esperanza en la resurrección futura. Aunque, por diversos motivos, la Iglesia ha aceptado también la cremación. Para muchos, el problema que se suscita es: ¿qué hacer con las cenizas fruto de la incineración del cadáver? El respeto cristiano por el cuerpo ha de llevarnos, desde el recuerdo agradecido del difunto, a depositarlas en el campo santo, lugar sagrado, donde reposan los cuerpos de los finados. No es de alabar el que las mismas se coloquen en cualquier lugar, se tengan como objeto de veneración o se las eche al viento. La presencia, de otra forma, del difunto ha de ser desde la oración y no desde el sentimentalismo o la nostalgia de su presencia física antes de la muerte.

El fin del hombre es gozar de la presencia de Dios. Se nos pide a los cristianos que hagamos posible que los despojos humanos, fruto de la muerte, tengan el respeto que se merecen, más allá de emotividades y sentimentalismos, y que tengamos en cuenta que, sin prohibir la cremación, la Iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos; y que cadáver o cenizas se depositen en los cementerios, dormitorios donde descansan los fieles en espera de la resurrección y lugares de oración por ellos.

El Catecismo de la Iglesia Católica dice en el nº 1683: “La Iglesia ofrece el Padre, en Cristo, al Hijo de su gracia, y deposita en la tierra, con esperanza, el germen del cuerpo que resucitará en la gloria (cf. 1 Co 15, 42-44)”.

José-Francisco Matías Sampedro
Vicario General de la Diócesis de Zamora