domingo, 30 de agosto de 2009

Dentro del corazón

FRANCISCO GARCÍA MARTÍNEZ

Domingo XXII del Tiempo Ordinario - Ciclo B

“Escuchad y entended” (Mc 7, 14)

A veces el bien que hacemos es valorado y proclamado por otros. Otras veces el bien realizado es ignorado o despreciado por los que nos rodean. A veces el mal que genera nuestra vida es señalado y criticado con saña por nuestro entorno, pero otras se ve con buenos ojos y se justifica como una forma adecuada de vida. Y así, cuando hacemos el bien es fácil llenarnos de soberbia o sentirnos un poco tontos según nos miren, y cuando pecamos podemos sentirnos miserables sin futuro o perder la sensibilidad para lo que es rechazable en nuestra vida, todo según nos rechacen o justifiquen. ¿Dónde encontrar entonces una palabra que nos ponga ante nuestra verdad, que mida bien nuestra vida y nos ayude a crecer con paciencia, pero al mismo tiempo con decisión en humanidad o santidad (como decimos los cristianos)? ¿Dónde encontrar a alguien que proteja nuestro corazón de los engaños, las hipocresías y las depresiones que nacen en su interior?

Hay veces que realizamos gestos que parecen generosos sólo para quitarnos a los otros de encima, y no es extraño que perciban nuestra indiferencia por ellos. Otras veces aun sin una voluntad alegre, forzándonos a nosotros mismos, hacemos lo que hay que hacer y algunos se nutren de la vida que les da una generosidad nacida a fuerza de sudor y en medio de fuertes tentaciones. A veces lo mejor que hacemos no se ve y otras es el mal que nos habita el que es invisible para los demás. ¿Quién puede diferenciar mirando desde fuera, cuando muchas veces el bien nace a regañadientes, pero es verdadero, y el mal se esconde entre actos piadosos que ocultan su no querer vivir del amor? ¿Quién podrá juzgar y juzgarse cuando hay tanto escondido?

El evangelio de hoy nos invita a volvernos sobre nosotros mismos, frenar el movimiento de una lengua, que habla al exterior y al interior, demasiado suelta para juzgar y poco ágil para recitar el “miserere”. El evangelio de hoy nos invita a sentir el latido real de nuestro corazón, con su grandeza y su miseria, y a pesarlo no en la báscula de nuestros juicios humanos, propios o ajenos, sino en los mismos sentimientos de Cristo, que conoce nuestra humanidad con la misma verdad de Dios. En él podremos sentirnos culpables y no desesperar, y sabernos valiosos sin vestirnos de prepotencia. Lo demás quizá sólo sea vivir en la superficie, al ritmo, inconsciente o no, de los demás y de una hipocresía que, sin buscarla, siempre está al acecho.

La Opinión-El Correo de Zamora, 30/08/09.


Un pez en mi coche

LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO

El viernes pasado, varios zamoranos tuvimos ocasión de acompañar a los restos de san Atilano, primer obispo de nuestra Diócesis, hasta su ciudad de origen, la aragonesa Tarazona. Celebran allí, según su propia cronología, el milenario de la muerte de este ilustre turiasonense. Alguien me llamó la atención sobre el hecho de que el cuadro escogido para celebrar este Año Jubilar representaba a un Atilano vestido de obispo pero sin pez. “Sin embargo, si te fijas bien -le dije-, verás el pez en la esquina inferior derecha”. Claro, se podía ver mejor en el original, ahora en la exposición “Milenio”: un bello óleo sobre lienzo de Vicente Berdusán, fechado en 1690. Un pez y un anillo, que nos remiten a la tradición según la cual el primer pastor de la Iglesia de Zamora recibió órdenes de arriba de volver a su sede tras una peregrinación que trajo consigo el despojo voluntario de ese anillo episcopal.

Y viendo este pez y pensando en peces, he recordado el que hace unos meses puse en mi coche. Sí, un pez. Donde otros ponen el nombre de su pueblo o unas ya populares margaritas, he puesto el anagrama de un pez, con unas letras griegas dentro, que transcritas son más o menos así: ichthys, que significa pez. Como sabe casi todo el mundo, al menos por el cine clásico, es el signo que emplearon los primeros cristianos para identificarse en una época difícil, de marginación y persecuciones, puesto que esa palabra griega forma un acróstico para la frase “Jesús Cristo, Hijo de Dios y Salvador”. Nos han quedado numerosos testimonios del arte paleocristiano, y de un tiempo a esta parte ha sido tomado como símbolo representativo por los evangélicos. Muchos de ellos, sobre todo por aquí, están recelosos con el signo de la cruz, porque piensan que acentúa la muerte de Cristo, o porque se identifica mucho con el catolicismo.

Ahora, como digo, está en mi coche. Y no es porque me haya pasado al lado del protestantismo, no. Sin dejar nunca de lado la cruz, que paradójicamente nos recuerda el mayor acto de amor de Dios a los hombres, quiero reivindicar el pez como algo que podamos usar también los católicos. ¿Por qué no? Nos remite al nombre de Jesús y a su identidad divina y a su categoría de Salvador. Como dijo san Pedro, “no nos ha sido dado otro nombre en el que podamos ser salvados si no es en el Nombre de Jesucristo”. A mí, al menos, este sencillo pez en el coche me ha servido para dar más de una breve catequesis. Si en un pez reencontró san Atilano su vocación, en otro pez reencuentro yo a quien es el centro de mi fe.

La Opinión-El Correo de Zamora, 30/08/09.


viernes, 28 de agosto de 2009

Zamora y Tarazona, hermanadas por san Atilano


Hoy, 28 de agosto, se han celebrado en Tarazona una eucaristía solemne y procesión con los restos de san Atilano, que han sido llevados a esta localidad por una representación de la Diócesis de Zamora. Ofrecemos aquí la crónica de esta peregrinación.

Tarazona, 28/08/09. A las 4 de la madrugada se reunieron en la iglesia arciprestal de San Pedro y San Ildefonso, en la capital zamorana, representantes del Obispado, de la parroquia y de los Caballeros Cubicularios, para dar comienzo a la peregrinación diocesana que ha llevado los restos de san Atilano, primer ocupante de la sede episcopal de Zamora, a su ciudad natal, Tarazona (provincia de Zaragoza).

Con una sencilla oración, dirigida por el párroco de San Pedro y San Ildefonso, Benito Peláez, se dio paso a la salida de los restos de san Atilano del templo donde son custodiados, en unas andas llevadas por los miembros de la Real, Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Caballeros Cubicularios de San Ildefonso y San Atilano de Zamora, encabezados por su presidente, Francisco Javier García-Faria. Acto seguido, la arqueta con los restos santos fue colocada en un furgón, y los integrantes de la peregrinación diocesana cogieron el autobús rumbo a Tarazona, con la presencia también de Juan Luis Martín, Vicario General, y Juan González, Deán de la Catedral.

Pasadas las 9,30 horas, la representación de Zamora llegó a Tarazona, dirigiéndose al Seminario Diocesano de la Inmaculada, donde el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, se sumó a la comitiva. Unos minutos después, el toresano Julián López, obispo de León y, por tanto, sucesor de san Froilán, compañero de san Atilano, se acercó a saludar a los zamoranos. Hizo lo mismo Demetrio Fernández, obispo de Tarazona y anfitrión de este encuentro.

El prelado turiasonense fue el encargado de acompañar a Antonio Cañizares, cardenal prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (organismo de la Santa Sede encargado de velar por la liturgia) para recibir de forma solemne, en la iglesia de San Francisco de Asís –que se emplea ahora como catedral sustitutoria–, los restos de san Atilano llevados desde Zamora, y el cráneo, que se conserva en la sacristía de la Catedral de Toledo.

La eucaristía solemne, celebrada este día con motivo de la traslación de la reliquia que Zamora donó a Tarazona en el año 1644, fue presidida por el cardenal Cañizares, y concelebrada por cerca de 20 obispos y 80 sacerdotes. En un lugar destacado, en el presbiterio, fueron situadas las reliquias de san Atilano procedentes de Zamora, Toledo y la misma ciudad de Tarazona. El templo estaba lleno, y mucha gente tuvo que seguir la celebración a través de pantallas colocadas en algunas capillas.

Palabras de Fernández y Cañizares

Al inicio de la eucaristía tomó la palabra el obispo de Tarazona, Demetrio Fernández, a modo de saludo, donde citó “especialmente a Zamora, esa querida Diócesis de san Atilano”. Se dirigió directamente a Gregorio Martínez para decirle: “gracias, don Gregorio, por haber permitido que vengan a Tarazona los restos de san Atilano, por primera vez desde que marchó”. Y terminó su alocución con estas palabras: “que el santo obispo de Zamora, nacido en Tarazona, nos bendiga a todos”.

Tras la lectura del evangelio, tomado de san Juan, donde Cristo se presenta como el buen pastor que da su vida por las ovejas, el cardenal Cañizares comenzó su homilía señalando que san Atilano “fue un pastor conforme al corazón de Dios, que buscó su voluntad por encima de todo. Guió a su pueblo siendo fundador de la Diócesis de Zamora”, y fue “testigo de la fe apostólica”.

El purpurado recordó el contexto de la vida y ministerio del primer obispo zamorano, en una época de recuperación del cristianismo tras la dominación musulmana, cuando “el III Concilio de Toledo asienta nuestra realidad como pueblo”, una identidad asentada tras la presencia de visigodos y mozárabes.

Esta fiesta debe servir, según Antonio Cañizares, “para renovar la fe apostólica en Cristo”. San Atilano –recordó– “es un sucesor de los apóstoles, que toma el relevo apostólico en la Iglesia de Zamora”, testimoniando una fe cuyo centro es que “Cristo es el Hijo eterno de Dios, que ha bajado del cielo. Es nuestro Salvador, ungido para anunciar la buena noticia a los que sufren, a los pobres y a los últimos”. Afirmó que “solamente en Dios puede encontrar el hombre el descanso que busca, la felicidad”, y que “no se puede excluir a Jesucristo de ningún lugar de la historia de los hombres”. Como dijo el cardenal, “la Iglesia no tiene otra riqueza fuera de Cristo, y por eso expresó su deseo de que esta fiesta y el Año Jubilar sirvan “para acercarnos a Cristo, y observar su vida a través de testigos como san Atilano”.

Procesión por las calles de Tarazona

Al terminar la eucaristía tuvo lugar una larga procesión por las calles más céntricas de Tarazona, con los obispos y sacerdotes concelebrantes acompañando los restos de san Atilano. Junto al arca zamorana, llevada en andas por miembros de cofradías de Tarazona, los Caballeros Cubicularios velaban por el santo patrono. Se añadía a la procesión la Corporación Municipal de la ciudad, dos conjuntos musicales y otros elementos folclóricos, como el popular “cipotegato” y las gigantillas.

Centenares de turiasonenses y visitantes llenaron la iglesia y acompañaron la procesión por la calle, gran parte de ellos ataviados con el “uniforme” de las fiestas, compuesto por ropa blanca y pañuelo azul al cuello. Y niños, muchos niños, con los ojos bien abiertos al contemplar tan curioso cortejo. Vivas a san Atilano y aplausos fueron los modos de despedir la procesión por parte del pueblo, alegre de haber podido tener en su ciudad los restos de un hijo tan ilustre.

La peregrinación zamorana compartió mesa con los obispos asistentes y el clero y el seminario de Tarazona, invitados por su obispo. En el brindis, el obispo de Zamora, Gregorio Martínez, dijo las siguientes palabras: “gracias a san Atilano, que nació aquí, está la Iglesia en Zamora, y es algo de agradecer”, añadiendo que “tenemos los santos cuerpos de san Ildefonso y san Atilano, pero no como una propiedad particular, sino como un don para compartir con los demás, para dar gloria a Dios, para la santificación de los fieles y el crecimiento de la comunión entre nuestras Iglesias”.

Por último, pasadas las 5 de la tarde, tuvo lugar la despedida en la iglesia de San Francisco de Asís, por parte del canónigo Ignacio Tomás, que agradeció a la Diócesis de Zamora, a la Parroquia de San Pedro y San Ildefonso y a los Caballeros Cubicularios la peregrinación con los restos del patrono de la ciudad de Tarazona. Tras la oración colecta y la bendición final, sonaron el órgano y las campanas mientras los Cubicularios sacaron el estandarte de su Cofradía y la arqueta con los restos de san Atilano, otra vez de vuelta a la ciudad del Duero.

En este fin de semana podrán verse las fotografías, realizadas por Pablo Rodríguez, en la siguiente dirección:

1 http://picasaweb.google.com/obzamora.mcs/PeregrinacionConLosRestosDeSanAtilanoATarazona#

2 http://picasaweb.google.com/obzamora.mcs/PeregrinacionConLosRestosDeSanAtilanoATarazona2Parte#

martes, 25 de agosto de 2009

Los restos de san Atilano peregrinan a Tarazona


El próximo viernes 28 los restos de san Atilano, primer obispo y patrono de la Diócesis de Zamora, viajarán a la localidad de Tarazona, lugar de origen del santo, donde se celebra el Año Jubilar con motivo del milenario de su muerte. Algunos integrantes del Obispado de Zamora, de la Catedral, de la Parroquia de San Ildefonso y de los Caballeros Cubicularios serán los encargados de representar a nuestra Diócesis en la eucaristía solemne que tendrá lugar a las 11 horas en Tarazona.

Zamora, 24/08/09. La peregrinación diocesana, que partirá de Zamora el próximo viernes 28 a las 4 de la madrugada, estará compuesta por representantes del Obispado, el Cabildo Catedral, el párroco y feligreses de la Parroquia de San Pedro y San Ildefonso –donde reposan los restos de san Atilano–, y una veintena de miembros de la Orden de Caballeros Cubicularios, que tienen la encomienda histórica de velar por los restos de san Ildefonso y san Atilano en la iglesia arciprestal.

Entre los actos centrales que la Diócesis de Tarazona ha organizado para este Año Jubilar de San Atilano (del 22 de febrero al 23 de noviembre), en el que conmemoran el milenario de la muerte del santo obispo, según sus cómputos, se encuentra la celebración de la eucaristía solemne en la Parroquia de San Francisco de Asís, a las 11 horas. Esta iglesia funciona ahora como Catedral sustitutoria, mientras duran las obras de rehabilitación del primer templo diocesano.

Además de este envío de las reliquias de san Atilano, la Diócesis de Zamora ha contribuido a la celebración turiasonense con la cesión de siete piezas artísticas para la exposición “Milenio”.

Una veintena de obispos

La eucaristía del viernes 28, enmarcada en las fiestas de la ciudad de Tarazona, será presidida por el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino (organismo de la Santa Sede encargado de la liturgia y los sacramentos), y concelebrada por una veintena de obispos.

Además del obispo de Tarazona, Demetrio Fernández, y del zamorano, Gregorio Martínez Sacristán, la misa solemne contará con la participación del anterior obispo de Zamora, Casimiro López, y del toresano obispo de León, Julián López (esta sede episcopal fue ocupada por san Froilán, compañero de san Atilano).

Otros prelados que acudirán a esta celebración son Francisco Álvarez (arzobispo emérito de Toledo), Manuel Ureña (arzobispo de Zaragoza), Juan José Omella (obispo de Calahorra-La Calzada-Logroño), Gerardo Melgar (obispo de Osma-Soria), Atilano Rodríguez (obispo de Ciudad Rodrigo), Miguel Asurmendi (obispo de Vitoria), Vicente Jiménez (obispo de Santander), Antonio Algora (obispo de Ciudad Real), Ángel Rubio (obispo de Segovia), Francisco Pérez (arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela), Jaume Pujol (arzobispo de Tarragona), Juan José Asenjo (obispo coadjutor de Sevilla), José Manuel Lorca (obispo de Cartagena y administrador apostólico de Teruel y Albarracín), Victorio Oliver (obispo emérito de Orihuela-Alicante) y Fernando Sebastián (arzobispo emérito de Pamplona).

A las 10,45 horas el cardenal Cañizares y el obispo de Tarazona recibirán en la Parroquia de San Francisco los restos de san Atilano, llevados en andas por los Caballeros Cubicularios, y harán lo mismo con la reliquia que custodia el Cabildo Catedral de Toledo (el cráneo). Tras la celebración de la eucaristía, los Cubicularios sacarán de la iglesia los restos del santo, que serán portados por las Cofradías de Semana Santa de Tarazona durante la procesión por las calles de la localidad.

De Tarazona a Zamora

En su carta de presentación del Año Jubilar de San Atilano, celebrado por la Diócesis de Tarazona, su obispo, Demetrio Fernández, escribía que “San Atilano nació en Tarazona el año 939 y murió siendo obispo de Zamora el año 1009. Durante este año 2009 celebramos mil años de su dies natalis, es decir, de su tránsito al cielo. Él es patrono principal de la ciudad de Tarazona, que lo considera como uno de sus más ilustres hijos”. Con este motivo, durante todo este año están teniendo lugar en Tarazona diversos actos en torno a la figura del santo turiasonense que llegó a ser obispo de Zamora.

Como recuerda en su página web la Diócesis de Tarazona, “la historia del Santo nos dice que le dolían sus pecados de juventud y que incluso se sentía indigno de su ministerio episcopal. Por estos sentimientos decide abandonar Zamora y emprender una peregrinación que sabemos duró unos dos años. Antes de partir decide arrojar el anillo episcopal al río Duero, pensando que si es digno del ministerio episcopal el Señor se lo devolvería. Terminada la peregrinación retorna a Zamora y es acogido en una ermita que cuida una familia. Lo hospedan como peregrino y antes de cenar le piden que les ayude a limpiar un pez. San Atilano así lo hace y en la entrañas del pez encuentra el anillo episcopal. Siente una gran alegría, el Señor lo confirma en la vocación y en su ministerio episcopal. Las campanas de toda la ciudad en ese momento empiezan a tañer y nuestro santo entra en la ciudad con gran alegría de todos los fieles”.