miércoles, 2 de noviembre de 2011

La firmeza


M.ª BELÉN SÁNCHEZ DE ANTA

En el viaje apostólico de Benedicto XVI a Madrid con motivo de la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, todos los eventos que se produjeron estuvieron basados en una frase que se cantaba en el himno que se creó para la ocasión: «arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe».

Pero, ¿permanecemos, hoy en día, firmes en nuestras convicciones? Creo que el hombre de hoy se muestra inseguro, indeciso frente a los valores sobre los que debemos forjar nuestra vida, debido a la decadencia de la autoridad moral. Esta autoridad moral debe estar basada en la honradez y en la seguridad de las propias convicciones y valores que se afianzan en nuestro interior; interior que debe contar con Dios, teniéndolo como maestro y siguiendo sus enseñanzas.

Esto significa tener firmeza en nuestra vida; con bases sólidas se puede construir una vida feliz que es lo que todos deseamos alcanzar; con ello somos fieles a nosotros mismos y a los principios que adoptamos llevar a cabo en el ejercicio de nuestra libertad. Pero, ¿dónde la adquirimos? En principio en el seno de la familia y del colegio o escuela, que con la educación de los padres a los hijos y de los profesores a los alumnos enseñan la firmeza en las reglas de conducta y comportamiento que han de establecerse para todos, con lo que crecerán en autoestima sabiendo lo que tienen que hacer en cada momento teniendo en cuenta cada uno su personalidad o carácter. Así potenciamos el carácter firme de la persona potenciando su autoestima; pero ello no quiere decir que hablemos de imposición o autoritarismo, lo importante es el diálogo y llegar a un acuerdo pero con el propio convencimiento de hacer lo que se debe hacer no porque te lo digan, ya que cuando surja algún problema no se va a poder solucionar, sino por propia decisión. ¿Cuándo la ejercitamos? A diario, ya que siempre tenemos que adoptar decisiones desde que nos levantamos hasta que finaliza el día, intentando construir un mundo nuevo de amor, honradez y de autenticidad. Por suerte hay muchas personas que son honradas y se respetan a sí mismas y a los demás, es decir, tienen dignidad, cuestión fundamental para vivir. Para ello todos necesitamos ser fortalecidos en la fe; Necesitamos que el amor de Dios fluya hacia los demás a través de nuestra vida para construir la verdadera vida cristiana diaria.

Para estar firmes en nuestra vida es necesario consagrarnos a Él cada día. ¿Estamos dispuestos a hacer esto para seguir creciendo hasta llegar a la madurez espiritual?

La Opinión-El Correo de Zamora, 30/10/11.

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