domingo, 27 de noviembre de 2011

¡Estás y te esperamos!


NARCISO-JESÚS LORENZO

Domingo I de Adviento – Ciclo B

“Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!” (Mc 13, 33-37)

Este domingo comenzamos el Adviento, un tiempo litúrgico de cuatro semanas que nos introduce en la Navidad. También a este tiempo le ha pasado, un poco, como a la Navidad, que ha quedado para muchos reducido a mera estética. El Adviento puede verse limitado, al interior de nuestras comunidades, en el cambio de color, por cierto, morado, expresión de penitencia.

Tampoco hemos conseguido dar a entender suficientemente el verdadero valor de los tiempos litúrgicos. Los fieles se debaten entre el recuerdo y la repetición. Algunos explican a los niños cuando llega la Navidad o la Semana Santa: «¡Mira! Recordamos que Jesús nació en Belén» o «Recordamos que Jesús murió en la cruz» o que «Hoy, Jesús nace» u «Hoy, Jesús muere». La Liturgia de la Iglesia y los tiempos litúrgicos no son ni mera evocación ni repetición de cosas pasadas, sino «memorial», actualización. Ciertamente es algo difícil de explicar, porque tiene que ver con lo que Dios hace. Si para nosotros «lo pasado, pasado está», para Dios «lo pasado presente está». El tiempo en Dios es eternidad y lo que Cristo vivió, lo vivió por nuestra salvación, no sólo como hombre, sino también como Dios; por tanto, los hechos fundamentales de su existencia, que técnicamente llamamos «misterios», tienen la cualidad de la eternidad y la de actualidad. Por tanto en los tiempos litúrgicos se hacen presentes esos hechos de modo que podamos participar en ellos.

Se trata de una experiencia de fe, que necesita ser iluminada por la Palabra de Dios y la teología, y que requiere el verdadero deseo de vivir unidos a Jesús y vivir con él todo aquello. Pero centrémonos en el Adviento, que vendría a ser como el primer tiempo litúrgico, porque en las primeras comunidades existía un anhelo, casi impaciencia, por que el Señor volviese en gloria y majestad. Ellos nos han dejado esta súplica: ¡Marana Tha! ¡Ven, Señor Jesús! Conviene, no obstante, constatar: primero, la ausencia del Señor es sólo relativa, podríamos decir que él tiene un pie en la gloria y otro en la historia. Él se ha comprometido a quedarse entre los suyos pero, a la vez, se manifestará visiblemente, en día y hora que nadie sabe, y «como dice el otro: en la hora que menos esperes» para llevar a plenitud su obra de salvación. En segundo lugar, aunque sea doloroso reconocerlo, algunos sectores ideológicos y en el corazón de algunos cristianos, también, se hace realidad la célebre frase de la Zarzuela: «Ni está, ni se le espera».

Sólo habrá un verdadero Adviento que nos prepare para la Navidad y la Parusía si de verdad esperamos al Señor, si deseamos de corazón que Jesús entre en nuestra vida, y si ponemos los medios de conversión para ello.

La Opinión-El Correo de Zamora, 27/11/11.

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