sábado, 13 de febrero de 2010

Árboles y tenedores


JOSÉ ALBERTO SUTIL

La revista americana Foreign Policy ha publicado recientemente la lista de los cien pensadores más influyentes del mundo en 2009. Entre los veinte primeros aparece Benedicto XVI, a quien se le reconoce el mérito de “haber puesto a toda la Iglesia en la vanguardia de la defensa ecológica de la creación”. En efecto, el papa Ratzinger, ha escrito en su encíclica social que “el tema del desarrollo está también muy unido hoy a los deberes que nacen de la relación del hombre con el ambiente natural [...] Por tanto, los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico, el político y el cultural” (Caritas in veritate n.48). Y en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, Benedicto XVI escogía como lema precisamente: “Si quieres promover la paz, protege la creación”.

En la estela de este llamamiento, Manos Unidas nos invita este domingo con su tradicional campaña a tomar conciencia de que tienen que ir de la mano el verdadero desarrollo integral de los pueblos y una sana ecología: “Contra el hambre, defiende la tierra”. Y en su sugerente cartel, nos encontramos con un fondo verde sobre el que se estampa en negro un frondoso árbol cuyo tronco es precisamente un tenedor que quiere asentar sus raíces en la bola del mundo.

Uno podrá estar más o menos de acuerdo con el cambio climático, pero es innegable que el llamado desarrollo sostenible no se puede hacer sólo a cuenta de unos pocos. La justicia social exige también no sólo tener en cuenta el reparto desigual de las riquezas de la tierra —bienes que han sido creados por Dios para todos— sino también la proyección de futuro que esto tiene. No podemos esquilmar la creación entera de una forma tan ingenua que provoquemos nosotros mismos un apocalipsis ecológico...

La taquillera película Avatar pone el dedo en la llaga sobre este tema. Bien es verdad que sus personajes corren el riesgo de caer en el panteísmo y endiosar a la madre naturaleza, pero también es cierto que muestra esa armonía entre todas las criaturas que era el proyecto original de Dios en el paraíso. Y es que quizás, junto a los “Objetivos del Milenio”, debiéramos colocar el Cántico de las criaturas de San Francisco de Asís, quien “entiende la naturaleza como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad se vuelve transparente y podemos hablar de Dios y con Dios” (Benedicto XVI).

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