JOSÉ ALBERTO SUTIL LORENZO
Toda sociedad tiene sus iconos y clichés. Algunos son interesados, otros al albur de los acontecimientos, y los menos son clásicos, porque permanecen en el imaginario colectivo como permanente recuerdo de ideales y valores.
Recientemente el Premio Nobel de Fisiología y Medicina ha recaído en el científico británico Robert Edwards, conocido por todos como el padre de la fertilización «in vitro». Algunos se han pronunciado al respecto, felicitándose por la noticia y sobre todo por la decisión de la Academia sueca, decisión que en su opinión se habría hecho esperar demasiado. Primer icono posmoderno, pues, que propugna que el hijo es un derecho y no un don… ¿Será que los europeos nos hemos dado cuenta de que tenemos un serio problema de natalidad y lo queremos solucionar ahora como quien va a comprar al supermercado?
Vamos con otro icono posmoderno, éste ya dentro de nuestras propias fronteras. ¿Se acuerdan ustedes de Jesús Neira, aquel profesor universitario que fue agredido por defender a una mujer que estaba siendo maltratada por su pareja? Pues acaba de ser defenestrado, porque fíjense ustedes que la imagen impoluta del profesor se ha visto manchada por una denuncia de conducir bajo los efectos del alcohol. ¿Será que la ministra Aído se ha cansado ya de este juguetito mediático y ha decidido darle aire? ¿Tendrá algo que ver el hecho de que el profesor Neira haya publicado no hace mucho un libro con el significativo título de «España sin democracia»?
Último icono, que se ha convertido en todo un clásico. Me refiero a la lucha coordinada de toda una nación, de la comunidad internacional incluso, por arrebatar de las entrañas de la tierra a esos treinta y tres mineros chilenos. Todo un ejemplo de coraje, de tenacidad, de aguante, de solidaridad, de esperanza. Y en medio de todo ello la súplica confiada o el grito desgarrado que se elevan al cielo entremezclados buscando sostén y aliento. Impresiona la imagen de uno de los mineros que nada más salir a la superficie, extenuado en sus fuerzas, cae de rodillas para dar gracias al Dios de cielo y tierra, su Dios, nuestro Dios. Y es que, como recordaba ya hace algún tiempo el sociólogo Berger, en nuestra sociedad hay cierto rumor de ángeles…
¿Qué hacer entonces entre tanto icono? ¿Con cuál nos quedamos? En el monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí, se conserva el icono del Cristo pantócrator posiblemente más famoso del mundo. Nuestros iconos posmodernos sólo tienen sentido desde él. «Él es la verdadera medida de quiénes somos nosotros. En su rostro sagrado encontramos la verdad sobre nosotros mismos, lo que realmente somos en la carne» (G. Weigel).
No hay comentarios:
Publicar un comentario