A estas horas el grupo de 16 zamoranos que ha
participado en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) con el Papa Francisco en
Río de Janeiro viaja de vuelta a Zamora, donde llegará esta noche. Antes de
partir, desde el aeropuerto de la ciudad brasileña nos envía esta crónica el
sacerdote José Alberto Sutil, miembro de este grupo.
Río de Janeiro, 2/08/13. Ha pasado más de una semana desde nuestras
últimas noticias y es difícil resumir tantas emociones, tantos sentimientos,
tantas gracias, tantas vivencias, tanto que nos ha regalado el Señor. Nos
habría gustado haber podido ofrecer una crónica diaria, pero el intenso ritmo
de la peregrinación y los medios técnicos no lo han permitido. En cualquier
caso, ahí van algunas pinceladas y las fotos que les acompañan.
Foz de Iguazú: entre la naturaleza y la misión
El miércoles 24 de julio partíamos
para Foz de Iguazú, ciudad desde donde se accede a las cataratas de mismo
nombre en territorio brasileño (el 85 % de este parque natural es de Argentina
y sólo el 15 % a Brasil). Los 75 peregrinos tuvimos que dividirnos en dos
grupos y volamos en horarios diferentes. Los horarios no se cumplieron, pero al
mal tiempo buena cara, y entre risas, canciones y poder alabar a Dios junto con
toda la Iglesia en la oración de Laudes, se fue pasando el tiempo.
Al llegar a Foz de Iguazú, se nos
acogió en el centro de convenciones de la ciudad. Nos sorprendió el cambio climático
tan brusco, de la agradable temperatura de la capital, Brasilia, al frío de Iguazú,
y es que al ser Brasil un país tan grande, cuanto más al sur, más frío. Pero
esta pequeña incomodidad bien valió la pena, pues al día siguiente, jueves 25,
pudimos admirar lo que ciertamente es una de las siete maravillas del mundo,
las cataratas del río Iguazú, “agua grande” en la lengua indígena.
Rezamos Laudes delante de las
cataratas y fue impresionante. Hubo una estampa que nos impresionó a todos: tuvimos
la suerte de que al final del recorrido pudimos contemplar el arco iris sobre
las aguas (signo de la misericordia del Señor con su pueblo, según el relato
del diluvio) y la evaporación de éstas, que parecían subir al cielo como
incienso de oración y alabanza.
Terminada la visita comimos en
una churrasquería, un restaurante típico del Brasil que consiste en un buffet
libre acompañado de diferentes raciones de carne que van sirviendo recién
asadas. Después de la sobremesa, hicimos misión en una de las calles de la
ciudad. Un joven estaba mirando y una de nosotros se le acercó, le invitó a
unirse, le anunció el amor de Dios y él rompió a llorar. Era incapaz de
expresar lo que llevaba en el corazón, pero le pedía a su interlocutora que le
siguiera hablando, porque realmente necesitaba escuchar aquello. Terminada la misión,
nos trasladamos a la parroquia de San Juan Bautista para celebrar allí la eucaristía.
Todos coincidíamos en lo mismo: la naturaleza es como una bella catedral que
nos habla de Dios.
Río de Janeiro: unidos en torno al Papa
Al día siguiente, viernes 26, volábamos
por fin a Rio, nuestro destino, sede de la JMJ, Laudes en el aeropuerto
incluidos, por supuesto. Al llegar Dios nos sorprendió una vez más. Nosotros pensábamos
que estaríamos durmiendo en pabellones o polideportivos o alojamientos comunes.
¡Cuál sería nuestra sorpresa al comprobar que una vez más el pueblo brasileño
se convertía en icono viviente del Cristo Redentor del Corcovado, pueblo de corazón
abierto y brazos acogedores!
Nuestro alojamiento para la
estancia en rio era en familias. Nos esperaban desde el domingo, pero llegamos
el viernes por malentendidos con la organización general de la JMJ y aún así nos
ofrecieron lo que tenían: una misma fe, una misma comida, su misma casa.
Nuestra intención ese día era participar en el viacrucis presidido por el Papa,
pero hasta que la organización de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima y de
San Antonio de Portugal no nos ubicó a todos no pudimos hacer nada, y para
entonces, el viacrucis estaba ya concluyendo. Al menos pudimos ver las últimas
estaciones por televisión y escuchar las palabras del Santo Padre, que no nos dejarán
indiferentes: “vos, ¿como quién querés ser, como Pilatos o como el cireneo?”.
Al día siguiente tocaba prepararlo
todo para la vigilia y la eucaristía de envío de la JMJ. Algunas de nuestras
familias de acogida nos habían desaconsejado dormir en la playa de Copacabana,
por el frío, la seguridad, etc. Pero decidimos que era lo más práctico, y
pertrechados con nuestros sacos de dormir, salimos en marcha hacia la playa más
famosa de Rio de Janeiro. Tuvimos que caminar más de 7 kilómetros para acceder
al recinto. Era impresionante la riada de jóvenes. ¡Un acontecimiento histórico
y estábamos allí!
Durante el camino se nos daba un
kit de comida para la comida y cena del sábado, así como para el desayuno y
comida del domingo. Aparte teníamos la opción de comprar más comida (unos 20
euros) en los establecimientos previstos por la organización, así como la
tarjeta de transporte gratuito, el libro del peregrino, un interesante librito
con nociones sencillas de bioética y otro manual para ser un autentico discípulo
misionero, porque la JMJ no termina en Rio, empieza cuando lleguemos a
Zamora... Todo esto junto con la gorra, la camiseta, una botella de agua, una
cruz y la mochila del peregrino.
Ciertamente estábamos lejos del
palco celebrativo, pero no nos importó: las palabras del Papa Francisco
resonaron con claridad en nuestros oídos y corazones. Sus sugerentes metáforas,
su pedagogía y su franqueza no nos dejaron indiferentes. Cualquier joven auténtico
que escuche o lea el discurso de la vigilia se da cuenta de que Cristo y la
Iglesia es a día de hoy lo único que puede saciar su sed de infinito... Y así,
con este sabor de eternidad, nos fuimos a la cama, perdón, al saco. Muchos peregrinos
eligieron la playa para pernoctar, nosotros optamos por el pavimentado cercano.
Al día siguiente, domingo 28, día
del Señor, celebración de la eucaristía de envío. El Papa fue en coche
descubierto hasta el lugar celebrativo y pasó justo delante de nosotros y nos
bendijo. Celebramos la eucaristía entre 3 y 3,5 millones de personas, algo de
lo que ni el mismo Santo Padre era consciente, tal y como dijo después a los
periodistas. Sus palabras nos alentaron a salir, sin miedo, para servir. ¡Ésta
es la esencia de un auténtico discípulo misionero! Concluyó la eucaristía con
el rezo del ángelus y la convocatoria de la próxima JMJ, un secreto a voces:
Cracovia 2016, la que fuera sede episcopal del beato Juan Pablo II, iniciador de las JMJ.
A partir de aquí, iniciábamos el
camino de vuelta a nuestras casas, llenos de alegría por lo que habíamos visto
y oído. Cenamos juntos en un restaurante para aprovechar el crédito de la organización
y nos distribuimos por familias.
Encuentro con Kiko Argüello y visita a Corcovado
Al día siguiente, lunes 29, teníamos
cita con los hermanos de las comunidades neocatecumenales de todo el mundo. El
ya tradicional encuentro vocacional tuvo lugar en Rio Centro, donde el día
anterior el Papa se reunió con los voluntarios de la JMJ. Allí unos 50.000
miembros del camino neocatecumenal disfrutamos de la Celebración de la Palabra
presidida por dom Orani Tempesta,
arzobispo de Rio de Janeiro, perteneciente a la orden cisterciense y que también
ha terminado el camino con su comunidad.
El encuentro comenzó con la entronización
de la imagen de la Virgen de la Peña, patrona de Rio, y siguió con el anuncio
del Kerygma, la palabra de salvación que se cumple en todo aquel que la escucha,
el anuncio del amor de Dios por parte de Kiko
Arguello. Proclamado el evangelio, dom Orani pronuncio su homilía y a continuación
tuvo lugar la llamada vocacional. ¡Impresionante! 3.000 muchachos sintieron la llamada
al sacerdocio y 2.000 muchachas a la vida contemplativa, entre ellas una
peregrina de nuestro grupo, Noemí,
de León. Tras este primer paso, ahora estos chicos y chicas entran en un
proceso fuerte de discernimiento para ver qué es lo que el Señor quiere
realmente de sus vidas
El martes 30 visitamos el parque
natural de la Tijuca, donde se encuentra enclavada la imagen del Cristo Redentor
del Corcovado. A los pies de la imagen hay una pequeña capilla donde
presentamos las intenciones de todos aquellos que nos habéis pedido oraciones y
rezamos por todos nosotros. Tras comer en una churrasquería, visitamos el
Seminario Redemptoris Mater de Brasilia para la nueva evangelización, un
seminario con solo dos años de existencia, enclavado en una zona pobre, de favelas,
pero en el que se palpa la alegría de quien ha encontrado el tesoro escondido
en el campo y vende todo por ese tesoro.
Todavía teníamos una cita muy
especial, pues las familias de acogida nos habían organizado fiestas de despedida.
El pueblo brasileño es muy cariñoso y afectuoso, incluso habían preparado algún
discurso para la ocasión y una cena especial, caipirinha incluida, por supuesto
Al día siguiente, miércoles 31,
nos trasladamos al santuario de Aparecida, la Basílica mas grande del mundo después
de la de San Pedro del Vaticano. Estábamos en la casa de la Madre, y eso
siempre es algo especial. Al celebrar la eucaristía, Juan Pablo, director espiritual del Seminario Redemptoris Mater de León,
nos invitaba a pedirle cosas grandes a María, precisamente por esto, porque
ella es Madre y las madres siempre están atentas de sus hijos.
Últimas visitas, y de vuelta a casa
El jueves 1 partimos hacia
Paraty, una preciosa bahía que nos hace pensar una vez más en la grandeza y
belleza de la creación. Las distancias aquí son largas, pues Brasil es un país
gigantesco, así que como hay bastante tiempo de viaje, en el autobús hemos
rezado Laudes y cada uno damos nuestra propia experiencia de la peregrinación,
recibiendo una palabra del evangelio que ilumine también nuestra vida.
En Paraty hemos hecho un precioso
paseo en barco, surcando y bañándonos en las aguas claras del océano Atlántico.
¿Simplemente turismo? Pues no, porque somos siempre peregrinos, y el Señor quiere
también que disfrutemos de la alegría de la fiesta, igual que él hizo en Caná y
en tantas y tantas comidas en su vida pública.
La peregrinación va llegando a su
fin. Hemos viajado a Rio para visitar el pico del Pan de Azúcar y disfrutar de
sus impresionantes vistas de la “ciudad maravillosa” y encaminarnos después al
aeropuerto rumbo a casa. Intentaremos ofreceros los últimos detalles y algunos
testimonios la próxima vez. Hemos aprendido tantas cosas… ante todo, a hacer
fiesta, a disfrutar de las pequeñas cosas de la vida, a ser acogedores, a salir
de nosotros mismos, a no dejar que se nos robe la alegría, porque al fin y al
cabo, si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?