AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ
Domingo de la Santísima Trinidad – Ciclo C
“Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena” (Jn 16, 12-15)
Si nos preguntan qué significa esa tríada hasta sabemos decir que el Dios en quien creemos es uno solo en tres personas, y que a eso se llama el misterio de la Santísima Trinidad. La mayor parte no podríamos dar muchas más explicaciones. Un niño de la catequesis decía que Dios es una familia. Una forma hermosa y hasta profunda de expresarlo.
Pero cuando Jesús nos ha dado a conocer al Dios a quien nadie ha visto nunca, no ha pretendido complicar nuestra cabeza con un teorema incomprensible, sino hacérnoslo cercano para que tengamos vida en abundancia. San Juan dará una definición de Dios: «Dios es Amor». ¿Cómo puede entenderse el amor como algo reflexivo, encerrado y vuelto sobre sí mismo? El amor es abierto y se hace completo cuando es recíproco. Decir que Dios es Amor significa que no es un ser solitario, vacío, impersonal, sino que es vida compartida, amor comunitario, comunión de personas. Dios en lo más íntimo es diálogo, donación recíproca. Esto nos sobrepasa y nos asombra, por eso con la Iglesia decimos que es un «misterio de Amor».
Hay además una segunda dimensión en este Amor: no quiso quedar limitado a las tres personas, sino que en un gesto asombroso también e incomprensible está abierto al mundo y al hombre a quien ha hecho «a su imagen y semejanza», y en el bautismo «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» nos ha dado su vida y nos ha hecho sus hijos queridos. «Dios es nuestro hogar» dirá la gran mística sor Isabel de la Trinidad. En esta casa podemos sentir, gozar, admirar y alabar este misterio de amor, que nos es dado como don. El asombro, la gratitud, la adoración, la oración? son manifestaciones concretas de esta experiencia gratuita.
Pero se nos ha encomendado también como tarea. Creer en la Trinidad y manifestar que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios significa estar convencidos y tratar de vivir que el sentido auténtico de toda vida es el amor compartido en comunidad, la colaboración y el respeto en la diversidad, la búsqueda esforzada del bien para todos desde posturas diversas. Significa también para los cristianos una llamada a intentar construir una sociedad en la que los hombres seamos capaces de convivir, dialogar y compartir.