Ayer falleció en Salamanca el jesuita Quintín
Aldea, natural de Gema del Vino, a los 91 años. Era académico numerario de la
Real Academia de la Historia, de donde era también bibliotecario perpetuo.
Zamora, 31/02/12. El pasado 30 de enero ha fallecido en Salamanca
el sacerdote jesuita zamorano Quintín
Aldea Vaquero. Retirado a la enfermería que los jesuitas tienen en esta
ciudad en 2008, como consecuencia de una trombosis, estaba internado desde
hacía más de una semana en el Hospital donde falleció en la mañana de ayer.
Era, desde 1997, académico
numerario de la Real Academia de la Historia y bibliotecario perpetuo. Hoy,
martes 31, se celebrará una misa corpore
insepulto en la capilla de las vidrieras del colegio jesuita de San
Estanislao de Kotska, en Salamanca, a las 16,30 horas. A continuación se tendrá
la conducción del cadáver al panteón de la Compañía de Jesús en el cementerio
de San Carlos de la ciudad.
Quintín Aldea nació en Gema del
Vino el 7 de marzo de 1920, en el seno de una familia de agricultores. Después
de los estudios primarios en su pueblo natal, estudió en la escuela apostólica
de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada de 1931 a 1935, cuando pasó al Seminario
Menor de Carrión de los Condes. Habiendo sido disuelta la Compañía de Jesús en
1932 por el gobierno republicano, ingresó en 1937 en el noviciado de la
Provincia de León que los jesuitas españoles habían improvisado en Marquain (Bélgica).
A mediados del año siguiente
regresó a España, para proseguir sus estudios de Letras y Humanidades en
Carrión de los Condes y Salamanca, y la Filosofía en Tudela y Oña. Impartió la
docencia en el Colegio de Carrión de los Condes. Con tal ocasión descubrió y
exhumó los sepulcros románicos de los famosos Condes de Carrión. Estudió Teología
en Comillas y en Dublín, donde fue ordenado sacerdote en 1951. Volvió a
Salamanca y a partir de entonces se dedicó a la Historia, particularmente a la
Historia de la Iglesia, cursando estudios reglados de esta especialidad en la
Sorbona de París y en la Universidad Gregoriana de Roma donde obtuvo el
doctorado en Historia de la Iglesia, y donde hizo los últimos votos en la
Compañía de Jesús en 1954.
Inició en 1958 su largo
magisterio en Comillas donde regentó la cátedra de Historia Moderna y
Contemporánea. Completó su formación académica en Múnich y en Bruselas. También
obtuvo el doctorado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de
Madrid. En 1965 se incorporó al Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC), llegando a formar parte de su Comisión Científica. Dirigió el Instituto
“Enrique Flórez” de Historia de la Iglesia y fue redactor Jefe de la revista Hispania Sacra hasta que se jubiló en
1986.
Como fruto de su rigurosa labor
historiográfica resultó elegido académico de número de la Real Academia de la
Historia (RAH) en 1996 y posteriormente fue designado bibliotecario perpetuo de
la misma. Su temple y su trabajo sólo se vieron cortado por el accidente
vascular que forzó su traslado a la enfermería jesuita de Salamanca.
Producción científica
Su producción científica es
cronológica y temáticamente muy extensa. Además de dirigir y animar distintos
congresos internacionales, sus núcleos de investigación principales han girado
en torno a la historia eclesiástica hispana y a las relaciones internacionales
de España. A este respecto son de destacar, los proyectos que dirigió y realizó
en el CSIC, plasmados en varias obras importantes.
Fruto de su sensibilidad hacia la
acción evangelizadora en América fue su libro El indio peruano y la defensa de sus derechos, escrito en torno a
la figura del jesuita zamorano Diego
Torres, fundador de las Reducciones del Paraguay; y hacia la cuestión
social, su obra en colaboración Iglesia y
sociedad en la España del siglo XX. Entre sus inestimables servicios a la
ciencia sobresale también su labor de académico coordinador del Diccionario Biográfico Español de la RAH.
Consejero de la Biblioteca de
Autores Cristianos (BAC), socio de honor del Instituto de Estudios Zamoranos
“Florián de Ocampo” y director de la XV cátedra “Luis García de Valdeavellano”
de Historia, creada por la Fundación Duques de Soria; fue distinguido con la
Encomienda de la Orden de Mérito de la República de Italia (1987) y el Anillo
de Honor de la Sociedad Görres (1994).
Zamora, 30/01/12. El martes 31 de enero la iglesia recuerda a San Juan Bosco, fundador de la
Congregación Salesiana. Con este motivo, a lo largo de estos días se están
desarrollando todo tipo de actividades educativas, religiosas, deportivas en
los centros salesianos para recordar al santo de los jóvenes.
En Zamora, los salesianos están
presentes desde 1952, vinculados a la Universidad Laboral. Actualmente se
encargan de la tarea pastoral en la Parroquia de María Auxiliadora. Por eso
este templo acogerá mañana la eucaristía de la solemnidad del fundador a las
19,30 horas, seguida de un vino español.
El sábado 28 ya se reunió la
familia salesiana presente en la Diócesis de Zamora (los grupos y personas que
comparten la espiritualidad de San Juan Bosco) con una Misa a las 13 horas y
después una comida fraterna. Por otro lado, el Centro Juvenil Trascampus,
dirigido por los salesianos, están realizando estos días actividades
relacionadas con el fundador.
Este año, además, la fiesta de
Don Bosco tiene un carácter especial. La congregación salesiana ha comenzado un
camino de preparación del bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco que se
celebrará en 2015. Una de las iniciativas que se realizará será la visita de
una urna con una reliquia del santo que recorrerá las obras salesianas de
España. La urna iniciará su recorrido por nuestro país el 1 de mayo hasta final
de noviembre, y pasará también por Zamora. Esta urna ha visitado ya las obras
salesianas de Asia, África y América.
En España hay 1160 salesianos
repartidos en 140 comunidades y trabajan en la educación y la evangelización de
los jóvenes y de las clases populares a través de la escuela, especialmente con
centros de Formación Profesional, parroquias, los oratorios-centros juveniles y
los proyectos específicos para jóvenes en situación de riesgo y exclusión
social. Son algo más de 360 obras, con unos 400.000 destinatarios y 12.400
colaboradores entre educadores, animadores y catequistas.
José Miguel Núñez, Consejero
General salesiano para Europa Oeste, región salesiana a la que pertenece
España, ha señalado los retos más inmediatos que tiene la Congregación en
España: “El primero, un impulso renovador de la vida religiosa de los
salesianos. El segundo, un anuncio evangélico más incisivo y una propuesta
vocacional más audaz. El tercero, redimensionar nuestras presencias y nuestras
inspectorías para responder mejor y con más fuerza a los desafíos que nos
plantean especialmente las nuevas pobrezas juveniles”.
Los Salesianos de Don Bosco (SDB)
fueron fundados por el santo turinés en 1859. En la actualidad son 15.762,
incluidos 120 obispos y 6 cardenales, y están presentes en 130 países dedicados
a la educación y evangelización de los jóvenes.
San Juan Bosco dio origen,
también, a la Familia Salesiana, que en la actualidad forman 28 organizaciones
diferentes, que han ido surgiendo a lo largo de los años. Son grupos de
seglares, religiosas, religiosos, institutos seculares, que se inspiran en el
sistema y carisma de Don Bosco.
Jesucristo no quiere hacer nada a
escondidas, por eso en primer lugar busca y llama a sus discípulos para que
estén con Él, para que convivan con Él, para que escuchen y asistan como
testigos privilegiados a todos los acontecimientos que se van a ir sucediendo.
Rodeado de estos discípulos lo encontramos entrando un sábado, el día sagrado
para los judíos, en la sinagoga del pueblo pesquero de Cafarnaún, a orillas del
lago de Galilea. Este lugar será el centro de su actividad hasta que emprendan
viaje a Jerusalén. Desde aquí Jesús ira recorriendo las poblaciones vecinas
pero con su residencia localizada en Cafarnaún. Por ello, a pesar de que hace
poco tiempo que Jesús vive ahí, ya lo han escuchado hablar y les impresiona a
sus oyentes la autoridad con la que habla el Señor, la convicción de sus
palabras, el mensaje completamente novedoso que transmite y que penetra en sus
vidas. Jesús es alguien distinto, incomparable, casi extraordinario. Hasta aquí
son capaces de llegar, pero no más allá.
Los hombres que le escuchan, que
le rodean, que le admiran, no saben quién es o, al menos, se resisten a
conocerlo más en profundidad. Pero hay alguien que sí lo conoce desde el
principio: el demonio, el príncipe del mal. «Sé quién eres: el Santo de Dios».
Identifica perfectamente a Jesucristo como su antagonista, como su rival, como
aquel que puede vencerlo y eliminarlo. Y de hecho así lo hace. Jesús le ordena
guardar silencio y marcharse. Él tiene poder para someter y eliminar al mal,
expulsándolo de la vida de los hombres. Y paradójicamente sus contemporáneos no
son capaces de reconocerlo, de darse cuenta de que están delante del Mesías de
Dios, del Santo de Dios. No aciertan a pasar de la simple admiración por la
persona de Jesús a la confesión de la fe, a creer en Él. ¿Cuántas veces no nos
sucede a nosotros lo mismo? Estamos a gusto con nuestros propios ídolos, que
nos someten, que nos esclavizan, que nos absorben, que nos dominan y no
queremos que Cristo nos libere. Él ha venido precisamente para eso, para
salvarnos, para rescatarnos, para alejarnos de esos demonios que nos envuelven.
Pero tenemos que permitirle que lo haga. Tenemos que ser capaces de reconocerlo
como el Santo de Dios, el que nos puede devolver nuestra vida en plenitud,
nuestra felicidad, nuestra alegría perdida. Una vida que tantas veces hemos
dejado en manos de otros. Volvamos nuestra mirada a Él y con humildad y
sencillez preguntemos: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?».
Javier Clemente no reza antes de
los partidos, pero María Teresa Rivero sí que lo hace, e incluso invita a sus
jugadores vallecanos a que vayan a misa los domingos? Nuestro insigne Amando de
Miguel dice que el Juicio Final va a ser interesantísimo. El filósofo Gustavo
Bueno se define como ateo católico, mientras que Pío Moa confiesa que a veces,
aun sin creer, reza. El historiador Ricardo de la Cierva afirma taxativamente
que vivimos entre ángeles y demonios, mientras que Carlos Bustillo, productor
del programa deportivo «El Larguero», reza el rosario todos los días. Rita
Irasema Aragón, una de las herederas de los entrañables payasos de la tele,
confiesa que vive entregada a Jesucristo, mientras que el desparpajo de Nati
Mistral le lleva a asegurar que al hijo pródigo le hubiera tirado un plato de
lentejas a la cabeza?
Los ingleses dicen que no es de
buena educación hablar de Dios, pero oiga, aquí estamos en España, mal que les
pese a algunos. Por eso les propongo hoy un libro con 101 personajes como la
copa de un pino, entre actores y actrices, magistrados, malabaristas y
taxistas, mecánicos y profesores, madres de familia y amas de casa,
expresidiarios y exterroristas, futbolistas y médicos deportivos, rockeros,
apologetas de la fe, puntos e íes, ovejas perdidas (y recuperadas), periodistas
y escritores, médicos, publicistas y ¡hasta una princesa! Gente de bien y gente
de a pie de obra, gente famosa y anónimos ciudadanos, católicos de parroquia y
católicos de movimientos, de piedad sencilla o de formación teológica, pero
todos ellos sinceros y sin complejos, convencidos de que hay que dar testimonio
público de lo que se cree. Los ha reunido el periodista Gonzalo Altozano, quien
durante varios años lleva entrevistando a toda esta gentecilla para la
contraportada del seminario «Alba». No les ha sometido al tercer grado, ni ha
condicionado sus respuestas, pero los temas son recurrentes -Dios, la fe, la
Iglesia, el mundo-, de forma que se va escribiendo la biografía espiritual de
este centenar más uno.
Dice el libro del Génesis que en
los inicios de la creación Dios pensó que no era bueno que el hombre estuviera
solo (Gn 2, 18). Pero es que tampoco es bueno que Dios esté solo. Quien más,
quien menos, alguna vez habremos pensando esto también nosotros, ¿no? ¿Quiere
usted, querido lector, hacerle un poco de compañía? Le garantizo que con este
libro le resultará más fácil, y usted tampoco se sentirá solo…
El obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, ha
acudido a Zamora para participar en las X Jornadas Diocesanas, que finalizan
hoy en la ciudad, dedicadas a la nueva evangelización. El prelado civitatense
ha mostrado las líneas fundamentales de este reto pastoral de la Iglesia en el
mundo actual.
Zamora, 27/01/12. El tercer día de las X Jornadas Diocesanas de
Zamora, dedicadas este año a la nueva evangelización, ha contado con la
presencia de Raúl Berzosa Martínez,
obispo de Ciudad Rodrigo, que ha pronunciado la conferencia “Rasgos de la nueva
evangelización”. Tras la oración inicial, que como todos los días estuvo a
cargo del vicario de pastoral, Fernando
Toribio, el ponente fue presentado por el vicario de asuntos económicos y
sociales, Eustaquio Martínez.
Raúl Berzosa es doctor en
Teología por la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos), y tiene
estudios de Derecho Canónico, Derecho Internacional y Diplomático, Antropología
Teológica y Sociología, y Periodismo, realizados todos ellos en Roma. Fue
ordenado sacerdote por Juan Pablo II
en 1982, y tras desempeñar diversos cargos pastorales en su Diócesis de Burgos
fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo en 2005. Posteriormente, fue nombrado
obispo de Ciudad Rodrigo en 2010. Ha colaborado habitualmente con los medios de
comunicación, y es autor de numerosos libros y artículos.
¿Qué es la nueva evangelización?
El obispo de Ciudad Rodrigo
comenzó afirmando que “la nueva
evangelización no es otra cosa que el Concilio Vaticano II actualizado”.
Según monseñor Berzosa, “estamos en una
sociedad post-cristiana, con restos de cristianos, mezclas de cristianismo y
paganismo, y nuevas espiritualidades”.
Benedicto XVI ha llamado “a
volver al espíritu misionero de la Iglesia primitiva, a estar desde dentro en
la cultura de hoy, y a afianzar lo que estamos haciendo, descubriendo nuevas
pastorales que nos metan de lleno allí donde ahora no estamos”. Y habló de “tres perchas fundamentales que quedan en el
armario de la nueva evangelización: nuevos procesos de iniciación cristiana,
patio de los gentiles y emergencia educativa”, algo que desarrolló al final
de su intervención.
A continuación, el prelado
definió la nueva evangelización según el pensamiento del pontífice actual. Señaló
que se trata de “hacia afuera, mostrar a
la gente el arte de vivir, y hacia adentro, estar atentos a lo que dice el
Espíritu a la Iglesia”. También hizo un repaso de la historia del término
“nueva evangelización”, remontándose a Pío
XII. Según Pablo VI, la Iglesia
evangeliza cuando hace todo lo que tiene que hacer. Y fue Juan Pablo II cuando
empezó a hablar sistemáticamente en 1979 de este concepto, precisamente en
Hispanoamérica, aunque luego se extendió a la Iglesia universal.
El cardenal Joseph Ratzinger pronunció una conferencia en 2001, en un Congreso
de catequistas y profesores de religión en Roma. El obispo civitatense resumió
su aportación: “evangelizar es un arte, evangelizar
quiere decir mostrar el arte de vivir: llevar a Cristo, que es el camino y la felicidad.
Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Este arte no es
objeto de ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene vida, quien es
‘Evangelio en persona’, es decir, los testigos: personas y comunidades”.
El método
Según monseñor Berzosa, “la Iglesia nunca ha dejado de
evangelizar”,
ya que “cada día celebra y administra los
sacramentos, anuncia la palabra de vida, y se compromete a favor de la justicia
y la caridad. Y esa evangelización produce frutos: da luz y alegría, da el
sentido de la vida a muchas personas”.Sin embargo, se está dando en nuestra sociedad “un progresivo sentido de descristianización y de pérdida de los
valores humanos esenciales”. Por eso, “además
de la evangelización ordinaria e ininterrumpida, necesitamos una nueva
evangelización para quienes no tienen acceso a la evangelización clásica y
ordinaria. Todos necesitan el Evangelio y hay que buscar nuevos caminos para
llevar el evangelio a todos”.
El obispo de Ciudad Rodrigo aclaró que “no se trata de rechazar la forma anterior
de evangelizar, ni de hacer un acercamiento apologético a los no creyentes,
sino de utilizar el método pastoral de asumir, purificar y elevar la labor de
la Iglesia, como hace el Papa”. Claro que “existe una tentación: la de la impaciencia, la de buscar los grandes
números. Nueva evangelización no quiere decir atraer inmediatamente con nuevos
y más refinados métodos a las grandes masas que se han alejado de la Iglesia”.
En nuestra situación actual, “es preciso
actuar de nuevo valientemente con la humildad del grano de mostaza dejando que
Dios decida cuándo y cómo crecerá”.
En cuanto al método y a la finalidad de la
nueva evangelización el ponente señaló que “no
buscamos, como las empresas humanas, que se nos escuche a nosotros. No
pretendemos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones:
queremos servir al bien de las personas dando a Aquel que es la Vida.
Evangelizar no es tanto una forma de hablar como una forma de vivir; vivir
escuchando al Padre, en el Hijo, por el Espíritu”. Más aún, “nosotros no podemos ‘ganar’ a los hombres:
debemos obtenerlos de Dios para Dios. Todos los métodos son ineficaces si no se
fundamentan en la oración. La palabra debe ir unida a la oración”, sin
olvidar tampoco que “el camino de
Jesucristo fue el de la cruz”.
Contenidos de la
nueva evangelización
Monseñor Berzosa resumió después los
contenidos de la nueva evangelización, el primero de los cuales es la
conversión, “dejar mis criterios y mi
forma de vida, para que entre Dios en ella y me la cambie. Es buscar un nuevo
estilo de vida”. El segundo elemento fundamental es la centralidad del
Reino de Dios, que “es Dios mismo. Dios
existe. Dios vive. Dios actúa y está presente en el mundo. Dios no es alguien
lejano, ni el gran arquitecto”, porque “el
verdadero problema de nuestro tiempo es la crisis de Dios, la ausencia de Dios,
camuflada por una religiosidad vacía. Tenemos que volver a hablar de Dios y con
Dios”.
El prelado civitatense también afirmó que “anunciar a Dios es también enseñar a rezar”,
y por ello “necesitamos escuelas de
oración”. Reconoció que “muchas veces
nuestra forma de celebrar es demasiado racionalista, banal o llena de nuestras
palabras. La liturgia tiene que ser enseñanza. También la moda del esoterismo
(New Age) o de técnicas orientales demuestra que nuestra liturgia deja mucho
que desear. En nuestro mundo, tenemos necesidad del silencio y del misterio, y
de la belleza, por encima del individuo. La liturgia no es invención del
sacerdote. El celebrante no es el centro”.
Un tercer contenido fundamental de la nueva
evangelización, según Raúl Berzosa, es preservar a Jesucristo de “la tentación de convertirlo sólo en
personaje histórico, en hombre sin más”. Frente a esto, el Cristo de la fe “no es un mito, sino alguien muy real”.
El anuncio salvador de Jesucristo “no es
una interpretación burguesa o anecdótica, ni siquiera revolucionaria o heroica
de un rebelde: pertenece al misterio divino y es la expresión de un amor hasta
el final”.
Y un cuarto elemento de la nueva
evangelización es anunciar la vida eterna, ya que “el anuncio del Reino implica que Dios actúa y está presente pero,
además, seremos juzgados, que no podemos hacer lo que queramos. Esto vale para
los poderosos y para los pobres. Dios hace justicia y sólo Él puede hacerla a
fin de cuentas”. Como explicó el ponente, “creer en la vida eterna tiene consecuencias muy reales para nuestra
vida terrestre. Si la medida de nuestra vida es la eternidad, esta vida terrestre
será grande y de valor inmenso”.
Aplicación
diocesana concreta
En el fondo, afirmó monseñor Berzosa, “es una nueva antropología, vista desde
Dios, y así la nueva evangelización hará posible la civilización del amor y de
la vida”. Para concluir su conferencia, respondió a la siguiente cuestión: “¿Qué se nos pide en nuestras Iglesias
diocesanas como acentos propios de la nueva evangelización para llegar adonde
no llegamos con nuestra pastoral ordinaria?”. Y retomó su imagen de las
tres perchas: procesos nuevos de iniciación, el atrio de los gentiles y la
emergencia educativa.
Sobre el primer anuncio señaló la necesidad
de: misión ad gentes, ecumenismo y diálogo interreligioso, inserción en el
mundo del trabajo y sus nuevas y dramáticas realidades (como el paro), detectar
y atender las viejas y nuevas pobrezas, inserción en la sociedad civil
(militantes cristianos), presencia pública del cristianismo a través de
personas e instituciones (cristianos de mediación y entidades de presencia), y
cuidar el mundo de las peregrinaciones.
En cuanto a la emergencia educativa, destacó:
gran atención a los niños y jóvenes, acompañamiento a las familias jóvenes,
evangelizar desde, en y por los medios de comunicación y las nuevas
tecnologías, unos procesos de iniciación cristiana serios y completos, con la
creación de espacios de oración, y evangelizar con el arte y la cultura.
Para finalizar, se refirió al patio de los
gentiles, “el lugar donde los creyentes y
no creyentes se reunían, en el Templo de Jerusalén, para hablar sobre la vida”.
Para ello hay que promover espacios de acogida y diálogo con los hombres de
nuestro tiempo, también en el campo de la ciencia, e incidir en la pastoral de
la Universidad, en el mundo de la enseñanza, la cultura y el arte.
Segundo Pérez López, catedrático del Instituto
Teológico Compostelano, ha acudido esta mañana a Zamora para hablar sobre los
nuevos evangelizadores en el marco de las X Jornadas Diocesanas.
Zamora, 26/01/12. Las Jornadas Diocesanas de Zamora, sobre la nueva
evangelización, han contado en su segundo día con la presencia de Segundo Pérez López, profesor del
Instituto Teológico Compostelano, que ha impartido la conferencia titulada “Nuevos
evangelizadores para una nueva evangelización”. El ponente ha sido presentado
por el sacerdote diocesano de Zamora Agustín Montalvo, párroco de San Lázaro.
Segundo L. Pérez López es licenciado
en Filosofía y doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, y
ha ampliado sus estudios en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) y en el Archivo Secreto Vaticano. Es sacerdote de la Diócesis de
Mondoñedo-Ferrol, donde ha desempeñado diversos cargos pastorales, entre los
que destaca el rectorado de su Seminario, con sede en Santiago de Compostela.
Es catedrático de Antropología
Teológica en el Instituto Teológico Compostelano, y ejerce la docencia en otros
centros, además de atender dos parroquias rurales en la actualidad. Es el fundador
y director de la revista Estudios
Mindonienses y miembro del consejo de redacción de otras publicaciones
periódicas. Es canónigo de la Catedral de Mondoñedo y archivero-bibliotecario
de la Catedral de Santiago de Compostela, y director del Centro de Estudios
Jacobeos. Es autor y editor de varios libros, y tiene en su haber numerosos artículos
de investigación.
Distintos ministerios para la misma misión
El ponente dijo no tener ninguna
receta sobre los nuevos evangelizadores, pero indicó el contexto y el pretexto
para este empeño de la Iglesia. “¿Quiénes
son los agentes de la nueva evangelización, según el Papa? Los obispos, los
presbíteros, la vida consagrada, las asociaciones de laicos y las nuevas
comunidades”, afirmó.
En cuanto a las formas, tienen
que promoverse nuevas comunidades y espacios donde pueda tener lugar la nueva
evangelización, entre los que destacan los medios de comunicación social. Además,
Benedicto XVI promueve un nuevo
conocimiento de la fe, y del Catecismo de
la Iglesia Católica.
Todo esto presenta “una perspectiva apasionante”, en una
Iglesia ministerial, de comunión, “donde
es necesario incorporar de forma correponsable agentes de pastoral que tengan
un verdadero contenido apostólico”. Segundo Pérez fue crítico con la forma ordinaria
de realizar los nombramientos eclesiásticos en las diócesis, repartiendo las
parroquias entre los sacerdotes. “Habrá
que sentarse a ver con qué fuerzas contamos: sacerdotes, religiosos y laicos, y
hacer un programa pastoral en el que corresponsablemente ese grupo de
evangelización se encargue de esa realidad. Entonces no es tan agobiante la
escasez de presbíteros, aunque siga siendo un problema urgente”. De esta
manera, “cada uno tiene un ministerio
propio”.
La nueva evangelización es cuestión
de tomar conciencia, de tener una nueva forma de entender la misión, no tan
pesimista, sino “desde la memoria y la
esperanza, en una situación desolada pero que es también tiempo de gracia”.
Un campo de evangelización muy importante es el del arte y el patrimonio, y las
tradiciones populares, según el ponente.
Retos y oportunidades pastorales
El profesor de Teología señaló
que “los retos que tenemos por delante
son la dificultad de asumir nuestra tradición católica, la renovación de la
iniciación cristiana y del primer anuncio de la fe… para ello es necesario
revalorizar la pertenencia a la Iglesia y ser capaces de transmitir a los otros
la propia fe”, aclarando la necesidad de “una pertenencia gozosa y crítica a la Iglesia. Hay que hacer visible
la sacramentalidad de la Iglesia, crear nuevas formas de hacernos presentes en
la religiosidad popular, que es un tema que no va a menos”. Lo mismo podríamos
decir de otros acontecimientos, “como los
funerales y el acompañamiento del duelo, que proporcionan un espacio enorme
para la nueva evangelización”.
Segundo Pérez subrayó la
necesidad de “crear comunidades fraternas”
y de “proponer la esperanza con alegría”,
en lo que ha de incluirse “la predicación
de las verdades últimas: ¿quién habla del cielo, del juicio de Dios, del
infierno, de la esperanza última? Nos encontramos con gente a la que no se le
ha anunciado en su totalidad lo que implica en su totalidad la fe en Jesucristo
muerto y resucitado, lo que significa el más allá, lo que significa la vida
eterna”.
¿Cómo abordar nosotros como
agentes todo esto? San Ignacio de Loyola,
en sus Ejercicios Espirituales,
explica cómo afrontar los tiempos de desolación: más oración, meditación y
penitencia. “La gran trampa en este
tiempo es caer en el lamento y en la gesticulación desesperante, añorando lo
que ya pasó”, señaló Segundo, que añadió: “es posible mudarnos contra el tiempo desolado: no resignarnos, viendo
cómo el tiempo desolado puede convertirse en tiempo de gracia”.
Los cristianos tenemos que “percibir nuestro tiempo como un tiempo
necesitado de la buena noticia. Hay que saber orar no sólo cuando nos va bien,
sino con Jesús desde el Getsemaní personal e histórico que nos toca vivir, para
poder ser evangelizadores a semejanza de Cristo”. Porque en este tiempo “vivimos en una auténtica pérdida de
humanidad, y el mundo se nos mete dentro cuando nuestra oración deja de ser
potenciadora de miradas nuevas desde la ternura a las zonas más oscuras de tipo
personal y social. Ahí Jesús libera los mecanismos de nuestra propia vida. Por
eso es urgente abrirnos con actitud reverente al misterio de Dios, en un tiempo
que nos acerca más al Dios de la Trinidad que a un ídolo”.
Una deserción silenciosa
Según el ponente, “palabras como penitencia, mortificación,
abnegación, sacrificio… resultan de auténtico mal gusto en nuestra cultura,
pero es necesario volver a ellas”. La Iglesia “mira hacia el pasado ejercitando la fidelidad, y mira al futuro
esperando cumplir la misión que el Señor les confía”. Sin embargo “hay muchas reticencias en la sociedad con respecto
a la Iglesia y a nosotros, los agentes, lo que es síntoma de una prevención
ante la misma fe, que se expresa también en los medios de comunicación. Muchas
personas se alejan de la vida cristiana de una forma silenciosa. Lo que tiene que
preocuparnos son los hombres y mujeres, a veces familias completas, que
silenciosamente se van de la Iglesia sin formular el porqué. ¿Qué es lo que no
les hemos dado? ¿Qué no hemos sido capaces de contagiarles?”.
En cuestiones morales, además, “hay un fuerte sentimiento de rechazo del magisterio
de la Iglesia, sobre todo en las cuestiones sexuales y bioéticas”. En la
vida política “se rechaza expresamente de
una ley moral objetiva, y se nos acusa de no saber vivir en democracia, y de
querer imponer la fe y la moral católica al conjunto de la sociedad”,
aunque no es difícil responder teóricamente a estas acusaciones. Según el teólogo
gallego, en el fondo “tenemos que
reconocer que lo que se rechaza es la fe misma, en sus elementos esenciales,
diciendo que no es compatible la fe con los valores más apreciados de la vida
actual: la ciencia, la libertad, el bienestar… Sin embargo, la fe cristiana no
es contraria a estos valores, sino a la forma reducida de entenderlos que
depende de una visión atea de la realidad”.
Los agentes en la Iglesia y la comunión
El Sínodo de los Obispos de 1985
interpretó que la mejor imagen para comprender lo que lo Concilio Vaticano II quiso
decir de la Iglesia es la de comunión: “toda
la vida de la Iglesia ha de estar impregnada por la comunión. Eso significa que
en la Iglesia se pone en primero lugar lo que afecta a todos y, en segundo
lugar, lo que especifica a cada uno de los miembros. Eso supuso un giro
copernicano en la percepción de la Iglesia del Concilio”. Atrás quedó una visión
que ponía como punto de partida la estructura jerárquico-piramidal.
El Concilio, explicó Segundo Pérez,
empieza “por abajo, por lo común que
pertenece a todos los miembros por igual, por ser el pueblo de Dios como la
totalidad de los fieles, pudiendo afirmarse que el sacerdocio común de los
bautizados es ontológicamente anterior a los otros ministerios y servicios que
configuran el ser de la Iglesia, por ende la constitución de una Iglesia toda
ella ministerial”. Por ello “el reto
del presente es cómo encontrar cauces para formar agentes pastorales para la
nueva evangelización”.
Todos los creyentes “disfrutan de la misma radical igualdad en
cuanto a su dignidad y a la responsabilidad de participar activamente en la misión
de la Iglesia porque todos ellos fueron incorporados a Cristo por medio del bautismo
y participan de su triple oficio profético, real y sacerdotal”. En esta
perspectiva, “las responsabilidades en la
Iglesia se denominan ministerios, o sea, servicios que tienen como finalidad
hacer presente a Cristo como Cabeza de su Iglesia, para dar vida a su Cuerpo”.
Así ha de ejercerse la autoridad
en la Iglesia, según el ponente: “la
disposición vital al servicio en la Iglesia afecta a todos sus miembros. Todos han
de ejercer la ‘diakonía’ y es ésta la razón de ser también del servicio de la
autoridad en la Iglesia y de los diversos carismas. En ese sentido del servicio
a la unidad de la fe de todo el pueblo cristiano tiene su razón de ser un
servicio especial como es lo del sucesor de Pedro, el Papa, que lo ejerce en
cuanto obispo de Roma”.
Añadió que “tenemos que sentir hoy la urgencia del apostolado, formando nuevos
agentes para la evangelización. No podemos añorar tiempos pasados, pero sí
tenemos que hacer una propuesta de vida interpelante”, concluyó.
El
profesor de Filosofía de la Universidad Complutense Leonardo Rodríguez Duplá ha
sido el primer ponente de las X Jornadas Diocesanas de Zamora, dedicadas este
año a la nueva evangelización. Para el experto, sólo si los creyentes son
conscientes de la naturaleza precisa de la cultura actual podrán “responder
adecuadamente, haciendo resonar en nuestro mundo la voz del evangelio”.
Zamora, 25/01/12.
El Salón de Actos del Colegio “Divina Providencia”, regentado por las Siervas
de San José junto a la Plaza Mayor de Zamora, acogió a última hora de la tarde
la inauguración de las X Jornadas Diocesanas, que este año están dedicadas a la
nueva evangelización. En el acto inicial, el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, llamó a
los presentes a “acelerar, sobre todo en
nuestros corazones, en este empeño”.
Para el prelado zamorano, la nueva evangelización no se
limita a una operación de imagen, y hay que dar un lugar importante a la
oración porque “no estamos empeñados en
una especie de reconversión de los muebles de nuestra casa, sino que es algo
mucho más profundo, que lleva, sobre todo, al cambio de los corazones hacia
Dios”. Y exhortó a hacer todo esto “con
un renovado ardor misionero, que a todos nos hace falta”.
El encargado de la primera ponencia de estas Jornadas,
titulada “¿Por qué una nueva evangelización?”, ha sido el filósofo Leonardo Rodríguez Duplá, profesor
titular de Filosofía Moral en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió
Filosofía en Madrid, Salzburgo y Múnich. Ha sido profesor en la Universidad
Pontificia de Salamanca. Se interesa sobre todo por cuestiones relacionadas con
la fundamentación de la ética y con la filosofía de la religión.
Entre sus publicaciones principales se cuentan los libros: Deber y valor (Tecnos, Madrid,
1992), Ética (BAC, Madrid, 2001) y Ética
de la vida buena (Desclée de Brouwer, Bilbao, 2006). Ha traducido al
español obras de David Ross, Nicholas Rescher, Emil Fackenheim, Robert
Spaemann, Leo Strauss y, más
recientemente, Aristóteles. En la
actualidad trabaja en un libro sobre la antropología y la ética de Max Scheler, y en otro sobre la
filosofía de la religión de Kant.
Tras la presentación del ponente (que estuvo a cargo del
sacerdote diocesano de Zamora Francisco
García Martínez, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad
Pontificia de Salamanca), Rodríguez Duplá explicó su pretensión de responder a
la cuestión que titula la ponencia: las razones que llevan a la nueva
evangelización.
La llamada a la nueva
evangelización
“Aunque el concepto de
nueva evangelización tenga ya 30 años, ha cobrado actualidad a raíz de varias
decisiones de Benedicto XVI”, entre las que el ponente destacó la creación
del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y la
convocatoria del Sínodo de los Obispos con el mismo motivo. “Si la Iglesia es siempre misionera, ¿por
qué hablar de una nueva evangelización?”, cuestionó Rodríguez Duplá. “¿No debería limitarse la Iglesia a hacer lo
que siempre ha hecho, que es precisamente evangelizar? El acento recae en la
palabra ‘nueva’. No podemos conformarnos con las estrategias evangelizadoras
que la Iglesia ha llevado a cabo durante siglos”, afirmó.
En los últimos decenios se ha producido un retroceso de la
práctica religiosa en los países que fueron evangelizados primero. “Esto se nota sobre todo en Europa, que se
aleja cada vez más de sus raíces cristianas, lo que se ve con preocupación en
la Iglesia”. Ahora ya no se trata sólo de llevar el evangelio a tierras
lejanas donde apenas es conocido, sino de “que
el evangelio vuelva a resonar en los pueblos de la primera cristianización”.
Las claves de la
cultura actual: el alejamiento de Dios
El profesor de Ética de la Complutense dio un paso adelante
al analizar la situación exacta a la que se pretende responder con la nueva
evangelización. “La increencia también se
ha vuelto tradicional, es un cauce por el que discurre la vida de muchas
personas, que asumen la increencia por ósmosis”, explicó. Porque “el crecimiento exponencial del conocimiento
científico técnico trae consigo la involución de otras dimensiones humanas, y
esto pasa en el conocimiento religioso. La capacidad del hombre de captar lo
divino presenta hoy síntomas de atrofia”, según el filósofo Max Scheler, y esto coincide con lo que
ha señalado Benedicto XVI sobre “la pérdida preocupante del sentido de lo
sagrado. No es que el hombre moderno rechace explícitamente la fe cristiana,
sino que no llega a plantearse el problema. Aquí Dios no es rechazado, como en
el ateísmo clásico, sino que el problema de Dios no llega a dibujarse en muchas
conciencias”.
Como indicó el ponente, el Concilio Vaticano II, en su
constitución Gaudium et spes, ya
advertía de la gente “que no se plantea
la cuestión de Dios ni se preocupa por el hecho religioso. El ateísmo actual
consiste en no hacerse problema de Dios, y normalmente no comporta una decisión
del sujeto, porque el medio ambiente favorece este proceso”. Y en los más
jóvenes este ambiente determina su vivencia. Por eso el ateísmo es el punto de
partida, y no de llegada. Rodríguez Duplá afirmó preferir “hablar del alejamiento de Dios, porque el término ateísmo tiende a
sugerir la idea de una negación explícita de Dios, incluso hostil hacia la fe,
cuando de lo que se trata en nuestro caso es de una profunda insensibilidad,
una indiferencia”.
Además, “este
alejamiento de Dios no se queda en la conciencia individual, sino que tiende a
configurar unos estilos de vida”, y así las grandes dimensiones de la
existencia se rigen hoy por los dictados de lo económico y lo laboral. Sin
embargo, “la situación resultante no
puede describirse como un vacío moral. Nuestro siglo ha sido el de la
proclamación de los derechos humanos, de la dignidad del hombre. Pero los
valores tan extendidos hoy los percibe la conciencia contemporánea como
desgajados del tronco cristiano”. La vigencia de este estilo de vida,
post-cristiano, garantiza su reproducción. El conferenciante afirmó que “no hace falta una toma de postura
explícita, porque estamos ya acostumbrados a vivir sin Dios, y su ausencia no
se vive como una carencia. Esto plantea enormes dificultades a la actividad
catequética y misionera. ¿Cómo evangelizar al hombre que carece de oído musical
para la religión?”, según la expresión de Max Weber.
La modernidad y el
ocaso social del cristianismo
Con posterioridad, Leonardo Rodríguez Duplá abordó las
causas del olvido de Dios por parte del hombre contemporáneo, reconociendo la gran
complejidad que entraña identificarlas, porque es un aspecto parcial de
procesos culturales de gran envergadura: la modernidad y la postmodernidad. En
primer lugar señaló la “amnesia histórica
que ha borrado de la conciencia moderna el origen cristiano de muchos de los
valores que el hombre siente como propios. Las nociones de dignidad humana, de
persona… han pasado a ser patrimonio común de la humanidad, pero desprovistos
de toda referencia al humus en el que nacieron”.
“La religión parece
haberse vuelto innecesaria para el progreso de la humanidad, y hasta se ve como
un obstáculo que impide ese progreso. Al insistir en que no todos los medios
tendentes a mejorar el bienestar humano que son posibles por la técnica son
legítimos, la Iglesia viene a aguar la fiesta del progreso humano”, explicó
el profesor, que también habló del poderoso influjo ejercido en la filosofía y
la teología cristiana de la reducción kantiana de la fe a la moral. Además, en
la teología moral más reciente, “al
confinar la dimensión específicamente cristiana de la moral en el reducto de la
conciencia (donde están las motivaciones), se limita la presencia pública de la
fe como animadora de la conducta”.
Rodríguez Duplá también se refirió al aspecto político de la
cuestión, “el ocaso social del cristianismo.
Las sociedades modernas se caracterizan por su pluralismo. Ante esta variedad
de maneras de entender la vida, el Estado liberal se muestra escrupulosamente
neutral. Se pide el respeto de las normas que regulan la convivencia pacífica,
exigibles a todos los ciudadanos. En cambio, el Estado no se pronuncia sobre
los criterios que regulan la vida privada ni sobre los presupuestos donde se
fundan”.
Esto ha tenido una curiosa repercusión en la teoría ética
contemporánea: “la ética se ha mimetizado
con la política, al ser obligada a guardar silencio sobre los fundamentos de la
vida buena y sobre las cosmovisiones. La ética ha pasado a ser ética civil,
algo exigible a todo ciudadano. Se destierra a los márgenes de la discusión
académica todo lo que pueda ser una aportación cristiana”, lo que lleva a
una irrelevancia cultural del cristianismo.
La postmodernidad y
la disolución del sujeto
Tal como explicó el ponente, todas las tendencias señaladas son
modernas, y a ellas se unen otros elementos postmodernos, ya que “la postmodernidad ha venido a consumar
ciertas tendencias características de la cultura moderna”. Y citó tres
rasgos de la postmodernidad: la disolución del sujeto, la renuncia a la verdad
y el adiós a la historia.
En cuanto a lo primero, para la civilización moderna, “la ciencia es el modelo de todo
conocimiento, y el tribunal ante el que ha de convalidarse toda experiencia
humana. Frente a la concepción anterior, antropomórfica, se pasa al
mecanicismo, que prescinde de las causas finales, y la naturaleza será sólo
objeto de dominación, identificando la ciencia con la técnica. Una técnica que
tiende a ampliar su radio de acción, reduciendo al ser humano a rasgos
empíricos susceptibles de cuantificación, lo que disuelve al sujeto”.
Por otra parte, la renuncia a la verdad viene preparada por
ciertos desarrollos de la modernidad. “El
concepto de verdad queda hoy vacante. Esta renuncia se hace todavía más radical
en el clima postmoderno. La experiencia humana estaría condicionada por
prejuicios, por lo que no se podría hablar de una experiencia original. Lo que
hay es distintos lenguajes sobre la realidad, nada más”, resumió Rodríguez
Duplá.
Sobre el tercer rasgo postmoderno, el experto afirmó que la
relación de la modernidad con la historia es compleja. El Siglo de las Luces “se caracteriza por su fe en el progreso de
la humanidad. Nacen escatologías inmanentes de diverso signo, la última de las
cuales ha sido el marxismo”. Cunde la opinión de que la historia es un
proceso inevitable, pero el pensamiento político liberal se rebela contra esto,
“porque se inmolan las generaciones de
hoy en los altares de la felicidad venidera. El ajuste de cuentas de la
postmodernidad con la historia ha sido más radical: no sólo se niega a que la
historia tenga un sentido, sino que niega la misma noción de la historia. La
historia deviene historiografía, discurso sobre documentos”.
Estos tres rasgos del pensamiento postmoderno han impregnado
en buena medida la mentalidad contemporánea, “haciendo de nuestra época una época post-cristiana. El mensaje
cristiano se enfrenta a grandes dificultades para hacerse creíble o incluso
inteligible”. La diversidad de las situaciones exige un atento
discernimiento, según afirma Benedicto XVI. El profesor de Ética llamó a no
caer en el pesimismo, viendo un destino adverso, sino a “percibir todo esto como una oportunidad para la nueva evangelización.
Sólo si somos conscientes de la naturaleza precisa del problema al que nos
enfrentamos, podremos responder adecuadamente, haciendo resonar en nuestro
mundo la voz del evangelio”.
Del 25 al 27 de enero se celebrarán en Zamora
las X Jornadas Diocesanas, que abordarán la nueva evangelización, con la
participación de tres expertos: un filósofo (Leonardo Rodríguez Duplá), un
teólogo (Segundo Pérez López) y un obispo (Raúl Berzosa Martínez).
Zamora, 22/01/12. La próxima semana se celebrarán en Zamora las X
Jornadas Diocesanas, que versarán sobre el tema de la nueva evangelización y
tendrán lugar, por primera vez en el Salón de Actos del céntrico Colegio
“Divina Providencia”, regentado por las Siervas de San José junto a la Plaza
Mayor de la capital (c/La Reina, 9).
Las Jornadas Diocesanas, que este
año cumplen su décimo aniversario, son una iniciativa de formación abierta a
todo el público, creyente y no creyente. En sus ediciones anteriores han
versado sobre temas de interés general, como la educación, la familia, la
enseñanza, los medios de comunicación, la inmigración o la bioética, y siempre se
ha contado con expertos venidos de toda España.
Como ha explicado en la carta de
convocatoria a las parroquias, congregaciones y asociaciones de la Diócesis el
encargado de la organización de las Jornadas, Fernando Toribio, vicario de pastoral, “el papa Benedicto XVI ha
convocado para este año un Sínodo de los Obispos de toda la Iglesia para
reflexionar sobre la nueva evangelización. Éste será también uno de los ejes
fundamentales del Año de la Fe que celebraremos con toda la Iglesia para
conmemorar el 50 aniversario del inicio del Concilio Vaticano II. Éste será
también el tema de nuestras X Jornadas Diocesanas”.
Del miércoles 25 al viernes 27 de
enero pasarán por Zamora tres expertos que expondrán al público asistente el
contexto sociocultural en el que se enmarca la nueva evangelización, la
identidad de sus protagonistas y el contenido fundamental de este empeño
misionero de la Iglesia. Tras el inicio en la tarde del miércoles 25, los otros
dos días tendrán una doble sesión: matutina (11 horas), dirigida sobre todo a
los sacerdotes; y vespertina (20 horas), para el público en general.
El día 25, tras la inauguración
de las Jornadas a cargo del obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, tendrá lugar la ponencia de Leonardo Rodríguez Duplá, profesor de
Filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, que responderá a la cuestión
“¿Por qué una nueva evangelización?”. Al día siguiente será el turno de Segundo Pérez López, profesor en el
Instituto Teológico Compostelano, que hablará sobre “Nuevos evangelizadores
para una nueva evangelización”. Por último, el viernes 27 intervendrá Raúl Berzosa Martínez, obispo de Ciudad
Rodrigo, que desentrañará en su conferencia los “Rasgos de la nueva
evangelización”.
Programa
• Miércoles 25 de enero, 20 horas.
- Inauguración a cargo del
obispo.
- Ponencia: “¿Por qué una nueva
evangelización?” (Leonardo Rodríguez Duplá).
• Jueves 26 de enero, 11 y 20 horas.
“Nuevos evangelizadores para una
nueva evangelización” (Segundo Pérez López).
• Viernes 27 de enero. 11 y 20 horas.
“Rasgos de la nueva
evangelización” (Raúl Berzosa Martínez).
Perfil de los ponentes
- Leonardo Rodríguez Duplá estudió Filosofía en Madrid, Salzburgo y
Múnich. Es profesor titular de Filosofía Moral en la Universidad Complutense de
Madrid. Se interesa sobre todo por cuestiones relacionadas con la
fundamentación de la ética y con la filosofía de la religión. Entre sus
publicaciones principales se cuentan los libros: Deber y valor (Tecnos, Madrid, 1992), Ética
(BAC, Madrid, 2001) y Ética de la vida
buena (Desclée de Brouwer, Bilbao, 2006). Ha traducido al español obras de
David Ross, Nicholas Rescher, Emil Fackenheim, Robert Spaemann, Leo Strauss y,
más recientemente, Aristóteles. En la actualidad trabaja en un libro sobre la
antropología y la ética de Max Scheler, y en otro sobre la filosofía de la
religión de Kant. Es miembro de los consejos de redacción de las revistas
“Cuadernos Salmantinos de Filosofía” y “Diálogo Filosófico”.
- Segundo L. Pérez López es doctor en Teología por la Universidad Pontificia
de Salamanca, y ha ampliado sus estudios en el Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC) y en el Archivo Secreto Vaticano. Es
sacerdote de la Diócesis de Mondoñedo-Ferrol, donde ha desempeñado diversos
cargos pastorales, entre los que destaca el rectorado de su Seminario, con sede
en Santiago de Compostela. Es catedrático de Antropología Teológica en el
Instituto Teológico Compostelano, y ejerce la docencia en otros centros, además
de atender dos parroquias rurales en la actualidad. Es el director de la
revista “Estudios Mindonienses” y miembro del consejo de redacción de otras
publicaciones periódicas. Es autor y editor de varios libros, y tiene en su
haber numerosos artículos de investigación.
- Raúl Berzosa Martínez es doctor en Teología por la Facultad de
Teología del Norte de España (Burgos), y tiene estudios de Derecho Canónico,
Derecho Internacional y Diplomático, Antropología Teológica y Sociología, y
Periodismo, realizados todos ellos en Roma. Fue ordenado sacerdote por Juan Pablo
II en 1982, y tras desempeñar diversos cargos pastorales en su Diócesis de
Burgos fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo en 2005. Posteriormente, fue
nombrado obispo de Ciudad Rodrigo en 2010. Ha colaborado habitualmente con los
medios de comunicación, y es autor de numerosos libros y artículos.
“Cuando arrestaron a
Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el evangelio de Dios” (Mc 1,14).
Hace algunos años, con algunos
compañeros, inicié la lectura y el trabajo de un libro sobre cómo elaborar un
discurso. Sin duda de gran utilidad para nosotros. En él aprendimos que las
primeras palabras eran la clave de todo él: eran resumen, síntesis de lo que
queremos expresar; pero también debían ser palabras atrayentes, sorprendentes,
llenas de un misterio que poco a poco, a lo largo del discurso, se iba
aclarando y explicando.
El evangelio de Marcos que leemos
hoy es el inicio del discurso de Jesús, que después se irá concretando a lo
largo de sus parábolas, enseñanzas y acciones. Ciertamente debieron de ser
palabras impactantes: después de arrestar a Juan por predicar un bautismo de
conversión debía de sorprender que alguien volviera a alzar la voz para
anunciar que el Reino de Dios viene para aquellos que se conviertan. Un hombre
que no tiene miedo a predicar la conversión y el Reino de Dios conociendo la
suerte que corrió el último que lo había intentado. La pregunta está servida:
¿qué es el Reino de Dios para que merezca la pena arriesgar tanto la vida? Este
misterio impactante y sorprendente, y esta valentía de Jesús en el inicio del
discurso de toda su vida, es quizá lo que provocó que Simón, Andrés, Santiago y
Juan dejaran sus quehaceres rutinarios y se pusieran en camino.
Algo más le costó a Jonás ponerse
en camino cuando Dios le llamo. Su misión: predicar a Nínive la conversión.
Nínive, ciudad de la opulencia y el lujo, quizá a costa de oprimir a los que
tenía alrededor. Predicar la conversión a los sencillos, a los pobres, a los
oprimidos, a los «oficialmente buenos» hubiera sido fácil. Pero el Señor le
encargaba ir a Nínive, la ciudad de los pecadores y los «malos». Después de
resistirse, finalmente predica la conversión en Nínive y, en contra de lo que
siempre había pensado, para su sorpresa, Nínive se convierte. Y es que Dios
tiene siempre más confianza en la bondad de los hombres que nosotros mismos.
Hoy el Señor sigue llamando y
confiando en la bondad del hombre para que predique la conversión. En esta era
científica, en la que siempre tenemos que tener explicación para todo, hemos
perdido la capacidad de sorprendernos ante el misterio del Reino. Es probable
que éste sea hoy el reto de nuestra fe, nuestras celebraciones y nuestras
acciones: dejar a Dios que sea Dios, que nos sorprenda.
Transitamos los cristianos por
esa pista que, en lenguaje religioso, decimos «Tiempo Ordinario» (T. punto O.
punto). No da para mucho el término «ordinario» que, si por una parte define
algo que es habitual y frecuente, por otra describe lo que es de mal gusto y de
baja calidad. Más allá de la duplicidad de significados, el «Tiempo Ordinario»
mira a esas 23 semanas, la parte más extensa del Año Litúrgico, en la que no se
celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo.
Apenas cerrado el 2011
transitamos ya confiados las sendas del año nuevo. Tras el aperitivo de las
fiestas de Navidad toca ahora el plato fuerte, el menú de los días, las semanas
y los meses. Se trata de sostener el entramado de la vida y satisfacer el
apetito de pasar, unas tras otras, las hojas del calendario. Un nuevo año este
2012 que se inicia con los fondos invertidos, con los excesos e interrogantes
del anterior. En él todo lo que esperamos, lo que pretendemos hacer con este
depósito, este caudal e hipoteca que se nos entrega. Quizás sea este uno de los
años en que con menos esperanza, con más dudas y recelos, hemos cursado
augurios de felicidad. Es como leer en la mano un futuro que se escapa y que se
antoja difícil de aventurar.
Hay desánimo y angustia. Lo
afirmaba Cáritas en el anuncio y en el mensaje de la colecta especial de
Navidad cuando invitaba a «vivir con sencillez». El pesimismo no consiste en
cansarse del mal sino del bien. La desesperanza no consiste en cansarse ante el
sufrimiento sino en el hastío de la alegría. Hemos vivido demasiado bien, ¿a
qué negarlo?, y eso ha dejado de funcionar. El que en un pasado reciente y en
el recuerdo hayamos podido disfrutar de un aceptable nivel de vida nos alerta
de nuestra decadencia, que ya quisiéramos fuera tan solo económica. Entendemos
perfectamente el valor que la salud moral tiene para la humanidad por más que
no la tasemos en euros.
Cambiamos de color. Verde, verde,
para este «Tiempo Ordinario». No el verde de esos brotes que nunca llegaron; sí
el verde de lo inmaduro y del estudiante que no termina de aprender la lección;
el verde de las promesas incumplidas y de lo que todavía está por llegar. Ahora
es la Europa del euro, la sociedad entera, nuestra nación con sus regiones y
autonomías, las que están llamadas a examen. El futuro se extiende delante de
nosotros horizontalmente, paso a paso. Habrá que resolver los problemas uno por
uno, no todo a un tiempo. En esas andamos, y no sólo los políticos, también el
ciudadano de a pie y nosotros con él.
El
Seminario San Atilano acaba de hacer público el fallo del I Certamen de Belenes
realizados por alumnos de Infantil y Primaria de toda la Diócesis, y que ha
recaído en centros escolares de Zamora, Peleagonzalo y Toro. La exposición, que
reunió 83 belenes artesanales, tuvo un gran éxito de público.
Zamora, 20/01/12.
El Seminario Menor San Atilano acaba de hacer público el fallo del I Certamen
de Belenes que convocaron para la pasada celebración de la Navidad. A través
del profesorado de Enseñanza Religiosa Escolar difundieron esta iniciativa
novedosa entre los alumnos de los centros de educación Infantil y Primaria de
la Diócesis, públicos y concertados.
El resultado fue la participación de 83 belenes de los más
variados tipos, que estuvieron expuestos en el claustro principal del Seminario
entre el 1 y el 6 de enero, recibiendo cientos de visitas de los zamoranos. Entre
los más comentados, algunos realizados con cáscaras de huevos, otros con
envases alimenticios e incluso uno que reunía como pastores a todos los alumnos
de un colegio.
Los premios los entregarán los propios profesores de
Religión de los alumnos. Los ganadores del I Certamen de Belenes son los
siguientes:
Primer premio: Sergio
Roncero Cabañas (CEIP La Viña, Zamora).
Segundo premio:
Emma, Leila, Daniel y Cynthia (CRA Alfoz de Toro, Peleagonzalo).
Tercer premio: Bárbara
Sánchez Fernández (CEIP Virgen del Canto, Toro).
Mención especial:
Alumnos de Educación Infantil del Colegio Medalla Milagrosa (Zamora).
En la relación de Dios con el
hombre, la iniciativa siempre corre por cuenta de Dios. Desde el principio es
Dios quien ha buscado al hombre sin descanso, ofreciéndole su amistad. En el
evangelio de hoy los discípulos de Juan buscan al Mesías y parecen ser los
protagonistas acercándose a Jesús. Pero es Jesús quien «pasaba» por allí y,
como quien no quiere la cosa «se volvió y, al ver que lo seguían, les
pregunta». Es un Dios al que le gusta hacerse el encontradizo, incluso a «las
cuatro de la tarde».
Pero muchas veces los guiños de
Dios al hombre pasan desapercibidos, y se hace necesaria la mediación humana.
Así, en la historia de Israel, Dios no ha dejado de llamar a profetas por su
propio nombre, como le ocurre al niño Samuel de la primera lectura. Profetas
proclamadores de la palabra, para que escuchada, conduzca primero a la
conversión y después al seguimiento. Profetas que nos hagan fijar la mirada en
Él, que nos lo señalen, que nos digan quién es. Tarea vivida por Juan como
último profeta, cuyos discípulos «oyeron sus palabras y siguieron a Jesús».
En el seguimiento de Cristo, es
Dios otra vez quien sale al paso interrogando: «¿qué buscáis?». Pregunta que
sitúa a cada hombre frente a la necesidad de dar un sentido a su vida que,
muchas veces olvidándose de Dios, no logra encontrar. La pregunta de los
discípulos «¿dónde vives?» manifiesta esta ansia del hombre por conocer el
camino que lleva donde habitan la vida y la verdad. En definitiva, el anhelo
profundo de ver a Dios.
El Evangelio de hoy nos muestra
la meta de esa búsqueda: Jesús. En Él se nos ofrece una manera nueva y
definitiva de situarse frente a Dios. Una relación personal, cara a cara, sin
intermediarios, en la que el Señor nos invita con el «venid y lo veréis» a participar
de su misma vida, a ver a Dios, a colmar todos los deseos y esperanzas humanas.
Una vez encontrado el Mesías, los
mensajeros y las mediaciones han de quedar atrás, pues Dios mismo se dirige a
nosotros de tú a tú. Un encuentro transformador del corazón expresado en el
cambio de nombre como signo de la renovación interior y como identificación
personal del renombrado con la misión a la que va a ser destinado: «Tú te
llamarás Cefas».
Esta misión brota como
consecuencia natural del hallazgo gozoso de lo que se ansiaba encontrar.
Porque, una vez que «hemos encontrado al Mesías», ya no queda sino seguirlo y
ver dónde vive, y quedarse con Él. Y desde esa alegre confesión de fe, no
podemos sino hacer como Andrés, que «llevó a Jesús» a su hermano, para que
todos los hombres vengan y vean, y se queden con Él.
La liturgia cristiana comienza
con este domingo el llamado Tiempo Ordinario. Es el tiempo para profundizar en
el Misterio Pascual y vivirlo en el desarrollo de todos los días, es decir,
tiempo del compromiso, de la seriedad en el trabajo, de aquello que no se ve
pero que es eficaz. Ya lo dice el libro del Eclesiástico: «todo tiene su
momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo» (Ecl 3,1). ¿Cuál es el nuestro?
Según los datos que circulan en
prensa el 30 % de las personas que sufren el paro en España no recibe ningún
tipo de subsidio. A su vez, todos conocemos a pensionistas que cobran una
pensión alrededor de 1600 euros mensuales. Son extremos de la realidad en la
cobertura del mal llamado estado de bienestar que supuso un avance en todos los
órdenes de la vida pero que hoy está en peligro de muerte. Todos sabemos que
pasar de una situación favorable económicamente a otra de signo contrario, nos
cuesta más, que es lo que está sucediendo ahora.
¿Es que no nos queda otra?
Algunos se sentirán un tanto aliviados porque les ha tocado la lotería.
¡Enhorabuena! Pero no esperemos que llueva dinero del cielo todos los días,
sino fijémonos en las iniciativas de personas, empresas e instituciones que
están apostando por un nuevo estilo de vida y de gestión, más austero y más
solidario; una mayor racionalización de los gastos, un sentido del trabajo
donde prima la honestidad y el esfuerzo.
Aquí en nuestra ciudad zamorana
en el pasado mes de noviembre un grupo de empresarios de hostelería organizó una
cena solidaria en favor de Cáritas Diocesana. Los voluntarios de Protección
Civil calladamente cada año organizan una cena para las personas sin techo en
la Nochebuena? O la labor de sacerdotes y voluntarios que atienden desde las
parroquias a muchísimas familias en situación muy precaria. Estas iniciativas
dignifican a las personas. ¿Nos enteramos de esto? ¿No se valora?
El Concilio Vaticano II, cuyo 50
aniversario celebramos en este 2012, apostó por romper las barreras que muchas
veces separaban a la Iglesia de la sociedad y trató de plasmar en la práctica
el principio del amor fraterno con aquellos más pobres y necesitados. Dando
lugar a los criterios de la llamada DSI (Doctrina Social de la Iglesia).
Me decía el otro día un buen
amigo que los cristianos nos estamos aburguesando, pero que a la vez hay muchos
rostros que interpelan a los no creyentes con sus iniciativas y trabajos.
Hoy ha fallecido en Zamora a los 87 años de
edad el sacerdote Francisco Flórez de la Prieta, natural de Villarrín de Campos
y capellán castrense desde 1954.
Zamora, 8/01/12. Esta mañana ha fallecido en Zamora el sacerdote
diocesano Francisco Flórez de la Prieta,
capellán castrense jubilado, a los 87 años de edad y 62 de sacerdocio. Nacido
en Villarrín de Campos en 1924, fue ordenado presbítero el 17 de julio de 1949.
Su primer destino pastoral fueron
las parroquias de Olmillos de Castro y Marquiz de Alba, donde llegó en 1949
como cura ecónomo de la primera y encargado de la segunda. En 1950 fue a
ampliar sus estudios a la Universidad Pontificia de Comillas, y en 1952 regresó
a la Diócesis de Zamora, donde fue profesor de Humanidades y prefecto de
disciplina en el Seminario Menor “San Luis y San Victoriano” de Toro.
En el verano de 1954 cesó en
estos cargos al aprobar las oposiciones a capellán castrense, tomando posesión
de esta plaza, que ocupó hasta su jubilación. Ya retirado, residió en Zamora
hasta el momento de su muerte, colaborando en la parroquia de San Torcuato.
La Misa exequial se celebrará
mañana, lunes 9 de enero, a las 12 horas en la iglesia parroquial de Villarrín
de Campos, su localidad natal.
“Tú eres mi Hijo amado,
en ti me complazco” (Mc 1, 11)
La fiesta del Bautismo de Jesús
culmina el tiempo de Navidad. Es la última epifanía o manifestación de Dios
para todos, para dejar claro quién es Jesús.
Jesús apareció en Galilea cuando
el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Pensaban que Dios se había
alejado definitivamente de ellos. Los cielos estaban «cerrados». La
comunicación de Dios con su pueblo parecía imposible. Nadie era capaz de
escuchar su voz.
Lo más duro era esa sensación de
que Dios los había olvidado. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan
lejos? También en nuestro mundo sucede lo mismo, muchas veces pensamos y
creemos que Dios nos ha olvidado y vivimos como si fuera imposible descubrir su
presencia.
El evangelio de Marcos nos
sorprende. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser
bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios
bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra
caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. En Jesús se restablece el
diálogo entre Dios y el Hombre.
Jesús desde la simplicidad, desde
la sencillez, desde el abajamiento nos muestra cuál es el camino para este
diálogo. No es posible este encuentro dialogal sin adoptar las mismas actitudes
que Jesús.
Ese Espíritu que desciende sobre
él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los
vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la
vida, a curarla y hacerla más humana.
Sin el Espíritu de Jesús, la
libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en
costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la
esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad
religiosa.
Nuestro mayor problema es el
olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con
organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede
nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda
su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.