viernes, 5 de marzo de 2010

Zamora, lugar de acogida en tiempos de crisis


Este domingo la Iglesia española celebra el Día de Hispanoamérica. Con este motivo, el semanario de información religiosa Vida Nueva (nº 2697, 27/02-5/03/10) ha publicado un reportaje sobre la inmigración latinoamericana en Zamora, que reproducimos a continuación.

Zamora, lugar de acogida en tiempos de crisis

La Diócesis busca la integración plena de los inmigrantes latinoamericanos

Texto: América Juárez y Luis Santamaría

Fotos: Pablo R. Romo

En los últimos años, los movimientos migratorios en España se han desplazado de las principales ciudades receptoras a poblaciones del interior. Por ejemplo, Castilla y León registró el año pasado un crecimiento poblacional del 4%, proveniente de ciudadanos del este de Europa y de América Latina, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

Aunque la provincia de Zamora presenta una regresión demográfica, ha ido repoblándose paulatinamente. En 2009 aumentó con 4.500 nuevos habitantes hasta llegar a un total de 195.665, de los cuales el 4,5% vive en el medio rural y es de origen extranjero. Tan sólo en Zamora capital, según datos del INE, se empadronaron 1.895 personas de origen latinoamericano, mayoritariamente de la República Dominicana, seguida de Ecuador, Brasil y Cuba. Algunos conocedores de esta realidad elevan la cifra hasta 3.000 en la provincia.

Siendo una provincia poco industrializada y con una población altamente envejecida, las principales demandas de trabajo para los inmigrantes latinoamericanos se concentran en el campo, el cuidado de ancianos y niños y las labores domésticas. Su crecimiento hizo que las distintas Administraciones públicas, sindicatos y ONGs crearan áreas o programas específicos para su atención integral, y poder formar así parte de una sociedad que estaba poco acostumbrada a recibir gente del extranjero, al contrario de lo cotidiano que se ha hecho en las grandes ciudades.

En Zamora, son contadas las instituciones asistenciales que con limitados recursos están apoyando a los inmigrantes latinoamericanos para poder hacer frente a una crisis económica severa. Cáritas Diocesana y Cruz Roja son, sin duda, las de mayor importancia en esta labor. Hace menos de una década el aumento de inmigrantes que desconocían el funcionamiento y organización de muchos aspectos en la zona promovió que en 2003 Cáritas creara el Programa de Inmigrantes para responder a esta demanda. El objetivo principal de esta área es “buscar la integración del inmigrante a todos los niveles, tanto laboral como educativo y social”, como afirma Beatriz Riesco, quien dirige dicho programa desde su creación.

Los principales servicios prestados en este Programa de Inmigrantes son el asesoramiento jurídico y el apoyo en trámites de documentación. Pero en los últimos años esta situación ha cambiado, tal como constata Riesco, pues hay que cubrir aspectos de primera necesidad como la alimentación o el pago de facturas: “la inmensa mayoría de la gente que llega aquí está en el desempleo, hay gente que está cobrando prestaciones o subsidios y otras a las que ya se les está terminando y eso es lo que más preocupa, gente que ya se había asentado aquí, que tienen su proyecto de vida aquí, y ahora ya no vive una situación de integración sino una situación económica difícil”. La organización, en estos momentos, trabaja en coordinación con casi todos los programas con los que cuenta: Atención Primaria, Acogida, Empleo y Formación… así como también con las parroquias e instituciones no eclesiales.

Reagrupación familiar

Las recientes políticas del Gobierno español para hacer frente a la crisis se vuelven contradictorias con las políticas de integración del inmigrante, según critican algunas instituciones como Cáritas. Un ejemplo es la nueva Ley de Extranjería referente a la reagrupación familiar. Para la joven responsable del Programa de Inmigración se trata de “un retroceso si se estaba apostando por la integración. No puede ser que pongamos trabas a algo tan importante como la familia, a la que los latinoamericanos consideran fundamental. Con esto les limitamos sus derechos afectivos, y eso limita también nuestro trabajo en la integración”. Además, señala que “no se puede abrir y cerrar las fronteras solamente cuando necesitamos personas que vengan a trabajar, porque esas personas traen consigo un proyecto de vida y eso es lo que hay que entender”. En Cáritas consideran que hace falta mucho para que los extranjeros puedan integrarse en la sociedad zamorana, y para ello hay que sensibilizar a unos y otros.

Para que haya una mayor sensibilización no es tan necesaria la creación de políticas de integración como una labor desde las bases, como los colegios, según manifiesta Enrique Baz, técnico titular del Centro de Información para Trabajadores del Extranjero (CITE) de Comisiones Obreras de Castilla y León. El CITE, a raíz de la crisis, ha visto elevadas de un 30% a un 80% las solicitudes de información en materia de subsidios y prestaciones. Casi la mayoría de los inmigrantes que llegan a Zamora han buscado en dependencias como Cáritas, Cruz Roja o el CITE algún tipo de apoyo para lograr integrarse en la sociedad que les acoge. Sin embargo, el drama que se vive actualmente pone al descubierto cómo se tambalea la ya lograda integración de muchos latinoamericanos por la falta de empleo.

La acogida por parte de la Iglesia en Zamora no es sólo asistencial. Se van dando pequeños pasos, que consisten sobre todo en la integración normal en las parroquias, con la participación normal e incluso la asunción de responsabilidades. Como el caso de María García, natural de la República Dominicana, que forma parte del equipo diocesano de Celebrantes de la Palabra. Mientras ha trabajado atendiendo a un matrimonio anciano en la localidad de Valdeperdices, ha servido a su comunidad dirigiendo las celebraciones dominicales en espera de presbítero.

Catolicismo profundo

Pero el gran paso diocesano tuvo lugar el pasado 12 de diciembre, cuando se celebró en la Catedral, por primera vez, la Fiesta de los Hispanos, organizada conjuntamente por las Delegaciones Diocesanas de Religiosidad Popular y Liturgia. Según señaló el sacerdote Javier Fresno, delegado diocesano de Religiosidad Popular, “ante una sociedad española que avanza hacia el laicismo, la comunidad hispana hunde sus raíces en un catolicismo profundo donde la fe sencilla y fervorosa, la familia, las manifestaciones públicas de piedad, todo eso, son parte de su vida diaria. Pero estos valores, llanos y hondos, corren también el riesgo de difuminarse en medio del secularismo dominante en occidente”. En la celebración, el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, llamó a “erradicar el racismo, que todavía sigue vigente”.

Un desafío al que habrá que hacer frente en los próximos años. La religiosidad latinoamericana tiene sus peculiaridades, que la Iglesia católica tendrá que asumir. Ahí están algunos grupos evangélicos de corte pentecostal, como las Asambleas de Dios, que están haciendo su labor misionera con los hispanos que llegan a Zamora. La Diócesis ya se ha planteado seriamente una atención que vaya más allá del asistencialismo, con personas con las que compartimos algo tan importante como la fe en Jesucristo, en una larga tradición que, hace ya mucho tiempo, llevamos allí.

Luchando por un proyecto de vida

La familia ecuatoriana Ramos Rezavala llegó en 2002 a la capital zamorana y que actualmente se resiste a abandonarla, pues han forjado su proyecto de vida aquí. Wendy Rezavala llegó porque a su esposo Stanlin le ofrecieron trabajo en Zamora. Vinieron con su hija Nataly, de apenas 6 años, y luego su hermana Fany, que tuvo a sus dos hijos en Zamora, y a la que, al enviudar, la Parroquia de Cristo Rey la apoyó moral y económicamente. Wendy recuerda cómo tuvo que luchar para integrarse en una sociedad reservada, pero que vio en ella sus ganas de trabajar, y eso bastó para que paulatinamente fueran acogidos. Hoy considera que su hija y sus sobrinos están prácticamente integrados en la cultura española. Las hermanas Rezavala se encuentran en el paro actualmente, Fany ha optado por estudiar y está tramitando su nacionalidad española. Ambas deben pagar la hipoteca de su casa y mantienen la esperanza de que pasen estos tiempos de crisis.

Oscar Alegre, originario del Perú, obtuvo una de las últimas residencias de trabajo temporal que se dieron en Zamora, por ser veterinario. Fue Cáritas Diocesana de Zamora quien le recomendó homologar sus estudios para poder acceder a otras ofertas de empleo en caso de que se terminara su contrato con la empresa que le ofreció trabajo.

Audrie Sevilla, venezolana con dos hijos, vive una realidad más dura. Desde su llegada a Zamora tuvo que vivir en un hostal por la falta de papeles para alquilar un piso. La posibilidad de un contrato en un restaurante de la capital se esfumó cuando presentó sus papeles en la Subdelegación del Gobierno con un día de retraso. Llego hace más de tres años, y aunque ahora ya puede arreglar su documentación por el tiempo de residencia, no consigue una oferta de empleo. Su parroquia y Cáritas le han ofrecido apoyo de alimentación, pero no han podido conseguirle un puesto de trabajo. La opción de regresar a su país es inminente aunque se resiste a volver a una tierra que considera vive una realidad dictatorial con el gobierno encabezado por Chávez.

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