A las 20 horas de hoy el obispo de Zamora
presidirá la eucaristía en la que bendecirá en su reapertura al culto la
capilla del Seminario San Atilano después de las obras de remodelación.
Zamora, 5/03/02. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, presidirá esta tarde la eucaristía en
la capilla del Seminario San Atilano – Casa de la Iglesia, por vez primera
desde las obras de remodelación que acaban de terminar la semana pasada. Será
la ocasión para bendecir el lugar en su reapertura al culto, y el prelado dedicará
el altar.
La celebración, que comenzará a
las 20 horas, será concelebrada, entre otros, por el rector del Seminario San
Atilano, Florentino Pérez, y por el
director de la Casa de la Iglesia, Fernando
Toribio, vicario de pastoral.
Hace algo más de 12 años que el
edificio del Seminario San Atilano está en proceso de reforma y adaptación a
las necesidades actuales. Cuando en 2004 se concluyeron las obras de
remodelación de lo que actualmente es la Casa de la Iglesia, en la planta
principal del edificio, quedó pendiente realizar una capilla de uso compartido
por el Seminario y la Casa de la Iglesia.
Hasta el momento se había venido
usando el espacio reservado para ello gracias a los elementos prestados por
diversas instituciones. Así, el altar y las credencias habían sido depositados
en el Seminario por la S.I. Catedral, para poder celebrar la Eucaristía. Las
imágenes también habían sido depositadas por distintas comunidades parroquiales
como, por ejemplo, la parroquia de San Torcuato.
Una capilla más moderna
A comienzos del curso 2011/12,
con la aprobación de la Delegación Diocesana para el Patrimonio y la Cultura, de
la Delegación Diocesana de Liturgia y del Consejo Diocesano de Asuntos
Económicos, “se procedió a diseñar una
nueva capilla de líneas más modernas”, según explica el rector, Florentino
Pérez, que ha sido el responsable, junto con Narciso-Jesús Lorenzo, del asesoramiento teológico y litúrgico.
Han sido tres semanas las que ha
necesitado la capilla para ser remodelada, “buscando las líneas sencillas y
tratando de plasmar lo que es el proceso vocacional”. La realización y el
diseño ha estado a cargo de Teresa
Álvarez, profesora del Seminario San Atilano, miembro de la Société
Nationale des Beaux-Arts (SNBA) y ganadora del Premio Internacional Yves de
Valence en el Louvre de París.
Las imágenes de Cristo Resucitado
y de la Virgen María son de madera de tilo. El sagrario es de bronce dorado y,
al igual que la imagen de Cristo que preside la capilla, procede de Italia, del
Laboratorio Grupo Litúrgico. La imagen de la Virgen es de los talleres Anrro de
Madrid. Los bancos, el altar, la sede y el ambón los ha realizado el ebanista
zamorano Juan José Pérez Lorenzo.
Álbum fotográfico en:
https://picasaweb.google.com/115137003494754343816/CapillaRenovadaDelSeminario
Álbum fotográfico en:
https://picasaweb.google.com/115137003494754343816/CapillaRenovadaDelSeminario
Rito de dedicación del altar
El rito de la dedicación del
altar constituye un momento simbólico muy especial, ya que en la liturgia
católica el altar representa a Cristo, y como tal recibe veneración. De hecho,
se celebra una Misa específica para la ocasión de la dedicación, que resumimos
a continuación.
Los ritos iniciales de la misa de
la dedicación de un altar se hacen en la forma acostumbrada, pero, en lugar del
acto penitencial, el obispo bendice el agua y rocía con ella al pueblo y las
paredes del templo, y hace lo mismo con el nuevo altar (lustración). Después
continúa la liturgia de la Palabra, y después de la homilía se omite la oración
de los fieles (peticiones), ya que en su lugar se cantan las letanías de los
santos. Al acabar, el obispo suplica a Dios “para que este altar que va
a ser dedicado a tu nombre sea lugar de salvación y de gracia, donde el pueblo
cristiano, reunido en la unidad, celebre el sacrificio de Cristo y se construya
en el amor”.
La celebración de la eucaristía
es el rito máximo y el único necesario para dedicar un altar; no obstante, de
acuerdo con la común tradición de la Iglesia, tanto oriental como occidental,
se dice también una peculiar oración de dedicación, en la que se expresa la voluntad
de dedicar para siempre el altar al Señor y se pide su bendición. En ella, el
obispo pide a Dios que “esta piedra sea para nosotros signo de Cristo.
Sea la mesa del banquete gozoso a la que acudamos llenos de alegría”, y
también que “sea fuente de unidad y de concordia para todos los que formamos
tu Iglesia santa; fuente a la que tus hijos acudan hermanados para beber en
ella el espíritu de mutua caridad”, entre otras cosas.
Después tienen lugar los ritos de
unción, incensación, revestimiento e iluminación del altar, que expresan con
signos visibles algo de aquella acción invisible que Dios realiza por medio de
la Iglesia cuando ésta celebra los sagrados misterios, en especial la
eucaristía. En primer lugar, el obispo unge con el crisma en el medio y en los
cuatro ángulos del altar, convirtiéndolo así en símbolo de Cristo, el Ungido.
A continuación, se coloca sobre
en el centro del altar un brasero, y el obispo quema incienso en él, para
significar que el sacrificio de Cristo, celebrado allí, sube hasta Dios, así
como las oraciones de los fieles. Luego tiene lugar la vestición del altar con
el mantel, como mesa del banquete del Señor, a la cual los fieles se acercan
alegres para alimentarse del Cuerpo y la Sangre de Cristo inmolado, y se ponen
los candelabros y el crucifijo. Por último, el obispo entrega una vela
encendida para que se enciendan esos candelabros, lo que se denomina la
iluminación del altar.
El obispo besa entonces el altar,
en el que celebra la eucaristía, que es la parte principal del rito, y que
continúa con normalidad. En el prefacio se dice que el altar “es el
lugar santo donde se ofrece incesantemente el sacrificio de Cristo, se tributa
una alabanza perfecta y se lleva a cabo nuestra redención”. Al finalizar la
celebración, los sacerdotes y todos los fieles se acercan a besar el altar como
signo de veneración.
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