ÁNGEL CARRETERO MARTÍN
Estrenamos un nuevo año que, tal
y como van las cosas, no promete ser muy halagüeño por todo lo que va deparando
la política, la economía y la sociedad, a nivel nacional e internacional. Sin
ir más lejos, el desempleo en España acaba de batir un récord insostenible de
4.422.359 personas y para colmo la Seguridad Social ha entrado en déficit por
primera vez desde hace muchos años. Pero ya ven que a los otros 16 países con
moneda común no les va mucho mejor que a nosotros. A la incompetencia de
nuestros dirigentes por armonizar la economía de la zona euro se añade el
egoísmo de políticos y banqueros que retrasan las decisiones para garantizar
sus propias seguridades. Mientras tanto el veneno de la crisis se extiende como
si fuera una pandemia capaz de invadirlo todo. Cada vez son más las tragedias
que se mascan en los hogares. Las familias tratan de sobrevivir con la ayuda de
la economía sumergida o de instituciones como Cáritas.
En las campañas de
sensibilización que ha realizado en los últimos años nos ha hecho una fuerte
invitación a vivir y practicar una serie de valores que hacen posible una
sociedad con futuro, más justa y fraterna, más solidaria y cercana a la
realidad de quienes viven en pobreza y exclusión. Pero a partir de ahora propone
que, entre todos, hagamos posible un nuevo modelo social y económico capaz de
superar esta crisis mundial reveladora de haber llevado un tren de vida muy por
encima de nuestras posibilidades. Podemos estar convencidos de que otro mundo
es posible si de verdad nos ponemos manos a la obra como nos lo recuerda el
lema de este año: «Vive sencillamente para que otros, sencillamente, puedan
vivir».
Nos viene muy bien esta
interpelación al compromiso personal ya que lo más fácil es perder tiempo
quejándose. Si de verdad urge ese nuevo modelo socioeconómico que ponga a la
persona en el centro empecemos por revisar cómo cada cual es corresponsable de
ello. Nos iría mejor si en lugar de preguntarnos qué puede hacer la sociedad
por nosotros nos preguntáramos qué puedo hacer yo por la sociedad. Por cierto,
me agradó leer el pasado miércoles en «La Razón» el artículo del cardenal
Cañizares en el que subraya cómo la reconstrucción de una nueva sociedad, tan
urgente como necesaria, hemos de llevarla a cabo con el esfuerzo solidario de
todos, pero muy especialmente de los que tenemos fe; sin olvidar jamás que «si
Dios no construye la casa, en vano se cansan los albañiles». Pero añadía la
certeza, además, de que no habrá reconstrucción del tejido social si no se da la
reconstrucción y renovación del tejido de las comunidades cristianas, si no se
supera una crisis de las mismas imprimiendo en ellas una reforma interior que
tenga como cimiento el encuentro con Jesucristo. ¡Pues a ello!
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