ANTONIO JESÚS MARTÍN
Fiesta del Bautismo del Señor – Ciclo B
“Tú eres mi Hijo amado,
en ti me complazco” (Mc 1, 11)
La fiesta del Bautismo de Jesús
culmina el tiempo de Navidad. Es la última epifanía o manifestación de Dios
para todos, para dejar claro quién es Jesús.
Jesús apareció en Galilea cuando
el pueblo judío vivía una profunda crisis religiosa. Pensaban que Dios se había
alejado definitivamente de ellos. Los cielos estaban «cerrados». La
comunicación de Dios con su pueblo parecía imposible. Nadie era capaz de
escuchar su voz.
Lo más duro era esa sensación de
que Dios los había olvidado. ¿Por qué permanecía oculto? ¿Por qué estaba tan
lejos? También en nuestro mundo sucede lo mismo, muchas veces pensamos y
creemos que Dios nos ha olvidado y vivimos como si fuera imposible descubrir su
presencia.
El evangelio de Marcos nos
sorprende. Según su relato, al salir de las aguas del Jordán, después de ser
bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios
bajaba sobre él». Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra
caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. En Jesús se restablece el
diálogo entre Dios y el Hombre.
Jesús desde la simplicidad, desde
la sencillez, desde el abajamiento nos muestra cuál es el camino para este
diálogo. No es posible este encuentro dialogal sin adoptar las mismas actitudes
que Jesús.
Ese Espíritu que desciende sobre
él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los
vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la
vida, a curarla y hacerla más humana.
Sin el Espíritu de Jesús, la
libertad se ahoga, la alegría se apaga, la celebración se convierte en
costumbre, la comunión se resquebraja. Sin el Espíritu la misión se olvida, la
esperanza muere, los miedos crecen, el seguimiento a Jesús termina en mediocridad
religiosa.
Nuestro mayor problema es el
olvido de Jesús y el descuido de su Espíritu. Es un error pretender lograr con
organización, trabajo, devociones o estrategias diversas lo que solo puede
nacer del Espíritu. Hemos de volver a la raíz, recuperar el Evangelio en toda
su frescura y verdad, bautizarnos con el Espíritu de Jesús.
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