martes, 21 de diciembre de 2010

Un trabajo sobre el obispo Eduardo Poveda reconoce su labor en defensa de la vida


La investigación, realizada por un profesor de la Universidad Católica de Valencia, ha sido premiada por la Asociación Alteris de Alzira.

Zamora, 21/12/10. Un trabajo que recupera la labor en defensa de la vida del prelado valenciano Eduardo Poveda Rodríguez (1920-1993), que fue obispo de Zamora entre 1976 y 1991, ha obtenido el segundo premio que otorga la asociación sociocultural Alteris de Alzira, que reconoce las investigaciones sobre personajes ilustres de la comarca de La Ribera que “recuerda a aquellos personajes con valor histórico y aún ignorados” de la memoria colectiva.

El trabajo ha sido elaborado por Francisco Javier Aznar Sala, profesor de Doctrina Católica en el campus de La Ribera de la Universidad Católica de Valencia “San Vicente Mártir” (UCV), que se ha ocupado del obispo Poveda.

Según informa la UCV, Aznar Sala, natural de la misma población que Mons. Poveda, ha destacado su responsabilidad en la Conferencia Episcopal Española al frente del Comité Ético para la Defensa de la Vida. “Se trataba de un terreno difícil que hasta entonces inexplorado en España porque no había tenido lugar los ataques públicos a la vida hasta entonces, que empezaban a asomar”.

De esta forma, Aznar en su trabajo titulado Don Eduardo Poveda. Historia de una vida entregada, dedica un capítulo al desempeño de su labor en la Conferencia Episcopal a favor de la vida, que a continuación reproducimos:

“Don Eduardo fue un firme defensor de la vida humana en su labor de sucesor de los apóstoles. Defendió la vida desde su comienzo más tierno al fin último de la misma. Amaba la vida y quería trabajar por ella. Quiso ser un firme heraldo, sin complejos, dedicándose con entereza a defenderla. Pronto se le ofreció un trabajo sencillo a priori, pero de una enorme responsabilidad y necesidad social: conocer las Asociaciones Civiles a favor de la vida y ser capaz de armonizarlas. La Conferencia Episcopal Española le había encargado la responsabilidad del Comité Ético para la Defensa de la Vida. Éste era un terreno difícil, prácticamente inexplorado en España, pues no había habido ataques públicos a la vida hasta entonces y ahora asomaban los primeros. Defender la vida [cuando la práctica oculta del aborto podía existir, pero no fue legalizado hasta 1985], era visto, por los partidarios del aborto, como una rémora del franquismo, mientras que aquél era considerado por los mismos una liberación de la mujer y de la opresión machista. Podemos comprender cómo en esta época, tan cercana a la época de Franco y en plena transición democrática española, la cuestión del aborto estaba teñida de claros tintes políticos que alejaban el debate de su vertiente antropológica y teológica, que era el terreno donde debía transcurrir el debate, quedando en el terreno estrictamente político. D. Eduardo advirtió en distintas ocasiones de este peligro: «Y espero que nadie diga que con esta Carta Pastoral estoy haciendo política o favoreciendo a uno o a otro partido político. Defiendo lo que es doctrina de Fe de la Iglesia, en la que siempre hemos creído y que, por lo demás, es bien conocida por todos […] No es la Iglesia, pues, la que en estos momentos se mete en política, sino que es más bien la política la que se ha metido en un terreno que para la Iglesia ha sido sagrado e inviolable” (Eduardo Poveda, Doctrina episcopal sobre el aborto. Zamora, 28 de enero, festividad de Sto. Tomás de Aquino de 1983).

El ambiente político no era nada favorable, y el mundo eclesial se mostraba dividido y un tanto frío al respecto. Optar por la vida, según la sesgada visión de algunos, no era progresista y -para muchos- constituía además un serio riesgo de derechizarse, clima que estaba de moda y que D. Eduardo intentó disociar en todo momento, pues este no era un tema estrictamente político y sí de drama social. Se trataba de conocer a las personas, dialogar con ellas, crear relaciones nuevas e infundir confianza en la Iglesia.

Apostó decididamente por la vida, identificándose con el Magisterio de Juan Pablo II. Después de haber roturado el terreno difícil y haber establecido puentes de comunicación entre los distintos grupos, nace un grupo de amigos que darán lugar a la formación del Comité Episcopal para la Defensa de la Vida: Doctores en Teología, Biología, Medicina, Derecho, Farmacia, etc.; ellos fueron sus consejeros y amigos. Nombra Secretario General del Comité a José Luís Irízar Artiach, fiel colaborador y amigo en el largo periodo que trabajaron juntos en dicho organismo. Los que conocieron a D. Eduardo cuentan que sufrió muchísimo el día que se despenalizó el aborto en España, año 1985, y escribió un documento que le produjo un gran dolor por las dificultades que encontró en su publicación, con un decidido: No al aborto. En dicho documento, firmado el día de Santo Tomás de Aquino, o sea, el 28 de enero de 1983, decía:

“Para los cristianos el aborto provocado atenta al sagrado derecho a la vida que tiene todo ser humano. Para nuestra Fe la vida es un don de Dios que el hombre debe siempre respetar y cuidar sin poder disponer de ella. El homicidio en la Biblia aparece como un pecado de los que claman al cielo. Cristo se identificó con las vidas de todos los hombres y manifestó su predilección por los más marginados, los más débiles y los más indefensos. Con ello se ha revelado inequívocamente el valor intrínseco de la vida de todo hombre independientemente de sus cualidades y de su utilidad social. El derecho a la vida es inherente a la vida misma, es un valor en sí, intangible y que debe ser respetado y salvaguardado. Y todo esto queda en entredicho si se legítima el aborto”.

En las ocasiones en las que creyó conveniente asumió a título personal las decisiones oportunas que requería su responsabilidad, eso sí previamente consultadas en horas de silencioso Sagrario. En otras ocasiones, las decisiones fueron tomadas en diálogo fraterno, y sólo quienes tomaron parte de su consejo pastoral saben de quién partió la iniciativa, porque el obispo las tomó con el mismo entusiasmo, siempre teniendo como fin el bien de las almas. Eso es gobernar eclesialmente.

Aznar también se ha referido a la gran capacidad intelectual de Poveda, que tras ordenarse sacerdote en 1949 estudió en Filosofía en la Universidad de Lovaina (Bélgica). Se licenció en una tesis cuyo título fue La filosofía de Ortega y Gasset desde la “razón vital” hasta la “razón histórica”. A su regreso ejerció como profesor de Filosofía en el Seminario Metropolitano de Valencia y en la Facultad de Teología “San Vicente Ferrer” de la misma ciudad.

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