domingo, 5 de diciembre de 2010

Sacar hijos de las piedras


JOSÉ ÁLVAREZ ESTEBAN

Tras la imponente relación de personajes, que ostentaban el poder en tiempos de Jesús, los evangelistas presentan a Juan el Bautista llamando al cambio y a la transformación interior, a dar frutos agradables a Dios. Andamos, ¿cómo negarlo?, necesitados de profetas como Juan que marquen otros caminos, otros rumbos; no importa de dónde vengan, si del este o del oeste, si de la política o de la religión, lo de menos será la raza… basta con que no se hayan contaminado con el virus común del sentir general o del oportunismo político, que no hayan respirado el ambiente viciado de la indiferencia.

Las cuevas y despeñaderos del Mar Muerto le enseñaron a Juan Bautista algo que a muchos nos está costando aprender, a otros muchos aceptar, que hay alguien que puede más, y está detrás, y urge preparar el corazón para el encuentro. El hijo de Isabel y Zacarías había limpiado su mente en las soledades del desierto; ¿dónde encontrar nosotros purificación?, ¿en qué contenedor desechar lo burdo, lo zafio, lo falso? Una sociedad con altos niveles de desarrollo, que aísla a tantos, necesita a Juan; una sociedad que priva a la vida y a los actos de sentido y deja a los hombres sin responsabilidad personal, necesita a Juan; una sociedad que lejos de preparar caminos y habilitar sendas está por cortarle el acceso a Dios, necesita a Juan; para desenmascarar a los que alardean de la verdad y compran afinidades, se necesita a Juan…

Curioso que un hombre que decía preparar el camino «al que puede más que él» no viera otra forma de lograrlo que dando curso legal a actitudes solidarias. Quizás eso es lo que dan a entender expresiones como las de preparar caminos, allanar senderos, enderezar e igualar, más propias de la ingeniería vial que de un manual de comportamiento. El «ande yo caliente y allá cada cual» es un nocivo planteamiento de la vida. En los momentos que vivimos estamos constatando, y no de muy buena gana, el peligro de la indiferencia, lo endeble de nuestras conquistas cuando se tambalea la Bolsa. Tiempos duros los nuestros, pero Dios en su bondad acostumbra a aparecer en los días de esterilidad. El que lo haga como un tierno infante es todo un signo y más si quien puede «sacar hijos de las piedras» es quien mandó a su Hijo a nacer bajo la piedra de una cueva. En el misterio de Belén, que estamos para celebrar, es el cielo el que está debajo de la tierra. En una oscura morada del suelo del mundo nació Jesucristo.

La Opinión-El Correo de Zamora, 5/12/10.

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