domingo, 26 de diciembre de 2010

Hablando de familias


JESÚS GÓMEZ

Domingo I después de Navidad – Ciclo A

“Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret” (Mt 2, 13-15.19.23)

Primera familia: la de un escritor anónimo. Enamorado perdido de una mujer, que era la delicia de sus ojos. Decía entusiasmado: ¡Esta! ¡Esta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos! Los dos, una sola carne. Inseparables, pues, hasta la muerte. Entre su gente hubo riñas que a veces terminaron en muertes. Un tal Caín rompió con Dios y consiguientemente con un hermano y lo mató. Aunque entonces se practicaba la poligamia, jamás pensó en tomar una segunda mujer. Eso era de cainitas y él no era un Caín; machista, que decimos hoy. Como pueden suponer, me refiero al autor del relato del Paraíso, en el que dejó huellas de su vida familiar. Siglos más tarde otra familia de su misma sangre y de muchísimo mayor relieve: la segunda familia. Del padre sabemos muy poco: obrero, enamorado, gran patriota y religioso, pues en el mundo judío patria y religión iban unidos. La madre, dedicada a sus labores, patriota y religiosa como su esposo y más aún. Un solo hijo, obediente y trabajador, vivió en la casa paterna hasta los 30 años; patriota y religioso muchísimo más que sus padres. Les causó serios problemas, que sirvieron para demostrar la íntima compenetración entre los tres tanto en las alegrías como en las penas. Me estoy refiriendo a la Sagrada Familia.

Tercera familia, mi propia familia. Como es mi familia, voy a hablar poco y bien. De Pajares de la Lampreana. Mi padre poseía una labranza; mi madre, dedicada a sus labores. Patriotas, religiosos y mandaban. Se quisieron hasta la muerte. Diez hermanos que reñíamos, jugábamos, nos pegábamos, estudiábamos, rezábamos todos los días y obedecíamos. Quitadla de en medio y cada cual ponga la suya. Estoy seguro que la inmensa mayoría de cuantos pasan de los 65 apenas difieren en lo tocante a intimidad, gozo y cohesión familiar.

¿Se puede decir lo mismo de las familias de la última generación? Junto a familias constantes en mantener la intimidad, gozo y cohesión, otras siguen caminos diversos. Me voy referir a tres. 1.º) Matrimonios que han renunciado a la procreación; están mucho más libres para vivir a su arbitrio; pero -hablo en términos generales- ¿alcanzan la unidad profunda -por tanto, el amor profundo- que da el ser «una sola carne» en la carne de sus hijos? 2.º) Matrimonios que optan por hijo único. Hijos que no tienen hermanos son más consentidos, pero ¿los gustos satisfechos y vividos en soledad les producen más gozo que el jugar, pegarse y volver a jugar con sus hermanos? 3.º) La amargura, la frustración de los hijos erráticos, que van de casa de la madre a la del padre, es la peor herencia que un padre y una madre pueden dejarles. La pregunta es: Hijos, ¿queréis que vuestros padres se divorcien?

La Opinión-El Correo de Zamora, 26/12/10.

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