ÁNGEL CARRETERO MARTÍN
Las recientes celebraciones de San Isidro tanto en los pueblos como en la capital de nuestra provincia me han movido hoy a levantar la voz en favor del mundo agrícola. Un sector de gran importancia no sólo en la vida y la economía, sino también por los valores perennes que conserva, entre ellos, su notable sentido religioso.
Aunque quizá algunos no lo sepan la Iglesia ha tenido siempre a los hombres y mujeres del campo en gran estima y muy especial consideración. Así lo muestran importantes documentos magisteriales como la encíclica “Mater et magistra” de Juan XXIII. Este Papa supo dar en el centro de la diana denunciando los problemas de la agricultura que, a día de hoy, no sólo no se han solucionado sino que se han añadido otros nuevos derivados de la globalización de la economía y de la agudización de la “cuestión ecológica”.
Es evidente que, desde la Iglesia, no pretendemos ofrecer soluciones “técnicas” pero sí que consideramos necesario expresar desde el Evangelio unos principios orientadores y unos valores espirituales que den sentido a la vida (que es algo más que producción y rentabilidad) y ayuden a tomar las opciones concretas más correctas en el ámbito agropecuario. En este sentido merece ser releído el precioso y reivindicativo discurso de Juan Pablo II con ocasión del Jubileo de los Agricultores. Ahí recuerda, por ejemplo, que una cultura irresponsable del “dominio” con consecuencias ecológicas devastadoras no responde al plan de Dios; Él entrega la tierra al hombre para que la use, no para que abuse de ella. Igualmente subraya el principio del destino universal de los bienes de la tierra denunciando el que todavía no se hayan extirpado de raíz las causas del hambre y de la desnutrición que diariamente todavía sufren tantísimas personas en tantos países.
Pero sin irnos tan lejos, también es intolerable que los poderes públicos y las instituciones más influyentes todavía no actúen en una dirección que vaya más allá del de un modelo de desarrollismo cuestionable, es decir, que sean un poquito más solidarios con nuestros agricultores y ganaderos que, por si todavía alguno no se ha enterado, no son invisibles. Sólo en el municipio de Zamora existen 80 explotaciones agropecuarias con más de 200 trabajadores, más de 15.000 cabezas de ovino, cerca de 500 vacas de ordeño, 2.100 hectáreas de regadío, empresas agrícolas, viveros, etc. Será de agradecer que los mandatarios que estrenan nueva legislatura con un amplio respaldo de la ciudadanía afinen su sensibilidad y aumenten su compromiso con el sector agrario que, en los tiempos que corren, no estamos para minusvalorar su actividad y sus ricos valores socioeconómicos.
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