M.ª BELÉN SÁNCHEZ DE ANTA
La palabra educación tiene distintas acepciones. Decimos que una persona es educada cuando tiene muchos conocimientos, o alguien que guarda muy bien las formas, es respetuoso, cortés y tiene buenos modales; también es educado quien tiene la madurez suficiente para ser independiente y responsable de sus actos, sabe estar, hacer, en definitiva, extraer de nuestro interior lo que llevamos y nos hace desarrollarnos como personas plenamente capaces para enfrentarnos a la vida y realizarnos en la naturaleza, en la sociedad y en la cultura ya que el hombre es único, individual y diferente pero hecho para vivir en sociedad, es decir, un animal social.
Para llevar a cabo nuestra realización plena, no solo nos necesitamos a nosotros mismos, sino que también necesitamos ayuda del exterior. La educación es necesaria para la vida de los pueblos, para la convivencia, estableciéndose unas normas de comportamiento y valores que hay que seguir. Estas las estamos aprendiendo desde que nacemos, por lo que desde nuestra más tierna infancia nos estamos y nos están educando yendo poco a poco forjando nuestra personalidad y desarrollándonos íntegramente y plenamente como personas.
Pero la educación también significa la formación moral de la persona, el aprendizaje del bien, de la bondad y del amor a nuestros semejantes, ya que con ellos compartimos nuestra existencia. Estamos hablando de valores o virtudes que todos deberíamos ostentar, que nos capacitan para obrar bien en nuestras relaciones. Necesitamos tener tacto, cuidar las formas y el lenguaje, hacer que el otro se sienta bien, potenciando su autoestima y haciéndole sentirse respetado y que su opinión cuenta para nosotros. Con ello potenciamos otros conceptos como el bien, sinceridad, lealtad, fidelidad, generosidad, amistad, elegancia, confianza, autenticidad, justicia, disponibilidad, buena voluntad para hacer las cosas, es decir, un racimo de virtudes que son necesarias para tener educación y que nos proporcionará éxito en nuestra vida.
Vivimos en sociedad y para una convivencia pacífica es necesario conocer y aplicar las normas de comportamiento asumidas por todos como buenas y válidas que faciliten la consideración y el respeto mutuo. Amando de Miguel en su libro sobre la urbanidad dice que «la base de la buena educación es moral: no hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti». Teilhard de Chardin también decía que la educación moral de la persona es el amor, ese amor que significa «colocar la propia felicidad en la felicidad de los otros». Si entregas a los demás lo mejor que tenemos en nosotros, con creces volverá a nosotros; se produce lo que llamamos «efecto boomerang».
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