lunes, 15 de noviembre de 2010

Tiempo de fidelidad


AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ

Domingo XXXIII del tiempo ordinario – Ciclo C

“Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21, 5-19)

Parece evidente que este mundo en que habitamos, que gozamos y sufrimos, ha tenido un comienzo y va a tener un final. El tema del final ha preocupado a muchos hombres y mujeres a lo largo de los siglos, dando lugar a veces a doctrinas desviadas y a formas de vida consecuentes a ellas rayanas en el fanatismo. Algún grupo existe hoy en día que periódicamente pone fecha a tan sobrecogedor acontecimiento.

Con el relato evangélico de hoy comienza el llamado «discurso escatológico» que ofrecen los tres evangelios sinópticos, difícil de comprender por su lenguaje apocalíptico y por la mezcla de acontecimientos. También a Jesús le preguntan ¿cuándo va a suceder esto y cuál será la señal?, pero él no responde a la curiosidad del cuándo o del cómo, no quiere informar sino preparar; habla de lo último, pero contenido ya en el presente, para darle sentido y ayudar a vivirlo con intensidad. Quiere ayudarnos a afrontar con responsabilidad una historia larga, difícil y conflictiva. Porque todo lo que el relato de hoy anuncia forma parte de nuestra historia pasada, presente y futura: hambres, terremotos, guerras, persecuciones… incluso los falsos profetas que siempre aparecen ofreciendo salvación.

Los discípulos tenemos que afrontar esta realidad, nuestra historia, con serenidad y coraje, evitando actitudes equivocadas. Una, la de las seguridades en nosotros mismos, en nuestros logros, en nuestras obras grandes (incluso religiosas). Para los judíos la calidad y belleza de su templo, y la solemnidad del culto constituían la garantía de la estabilidad del pueblo, por eso no comprenden el anuncio de su destrucción. Hay que tener conciencia clara de lo efímero de este mundo. Otra, la de la prisa irreflexiva y la violencia arrolladora que pretende resolver todo por la imposición, la fuerza o el activismo alocado. Y otra tercera, la de evadirse de la realidad refugiándose en la fantasía del final de los tiempos. Puesto que todo va a terminar —se piensa— mejor no complicarse la vida ni mancharse las manos empeñados en mejorar este mundo provisional. En la segunda lectura de hoy san Pablo reprueba la conducta ociosa de los tesalonicences ante la imaginada como inminente venida del Señor.

Seguidores auténticos de Jesús son aquellos que en este tiempo de espera saben vivir con esperanza, con paciencia activa (¿es que puede haberla pasiva?), con fidelidad en tiempos difíciles, con confianza en quien puede darla, con trabajo constante y tenaz.

Con Jesús ya han llegado los últimos tiempos. Él es el templo definitivo del que los otros son solo un signo. En él esperamos activamente su plenitud.

La Opinión-El Correo de Zamora, 14/11/10.

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