ÁNGEL CARRETERO MARTÍN
No pretendo aquí poner en diálogo a un forestal con un jefe de obras, sino invitarles a leer -si todavía no lo han hecho- el Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que, como se sabe, se celebrará en Madrid en agosto de 2011. Tiene mucho de testimonio personal y nos viene muy bien a todos, no solo a los que todavía no hemos cruzado la frontera de los 35 años. Benedicto XVI no fija edad al constatar el deseo natural en todo ser humano de vivir una vida que vaya más allá de la «cotidianidad regular de un empleo seguro», una vida plena de amor, paz y alegría que realmente solo puede encontrarse en Dios, fuente de toda plenitud. De este modo, eliminar a Dios o rechazar el cristianismo es tanto como condenarnos a perder lo que más nos caracteriza como personas para sumirnos en la inestabilidad y el desconcierto del relativismo o de las modas.
A la hora de hablar de la importancia de la fe en la vida de los creyentes el Papa se vale de tres términos utilizados por S. Pablo: «Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe» (Col 2, 7). Al igual que un árbol plantado firmemente junto al agua no deja de dar fruto en verano porque sus raíces llegan a la corriente (Jer 17, 7-8), así también la fe, en cuanto relación personal con Jesús, hace que la vida crezca y se realice en plenitud. Este enraizarse en Cristo es tanto como responder a su llamada, fiarse de Él y poner en práctica su Palabra. En este sentido la fe no es sólo creer en la verdad sino edificar la casa de nuestra vida sobre el cimiento y la roca segura que es el Señor, amigo que no falla y desde el que uno es capaz de afrontar con valentía y esperanza tanto los problemas como los fracasos.
El sucesor de Pedro nos pide que seamos críticos con las corrientes de pensamiento que pretenden construir un «paraíso» sin Dios ya que la experiencia enseña, una y otra vez, que un mundo sin Dios conduce al «infierno» social del egoísmo, la división, la falta de alegría, amor y esperanza. Y al contrario, cuando las personas y los pueblos nos mantenemos firmes en la fe, cuando acogemos la presencia de Dios en nuestras vidas se va construyendo la civilización del amor y de la comunión. Pero el Papa sabe que elegir y seguir al Resucitado no es cosa fácil, por eso invita a experimentar más intensamente su presencia en la celebración de la Eucaristía, en la lectura del Evangelio, en la oración personal, en el servicio a los necesitados y en esta gran familia que es la comunidad cristiana. Finalmente nos llama al testimonio para que otros también puedan encontrarse con Cristo y nos llena de esperanza ante la próxima JMJ por ser ocasión de renovación y rejuvenecimiento para todo el Pueblo de Dios.
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