LUIS SANTAMARÍA DEL RÍO
Así han llamado este año a su campamento los responsables de esta actividad de verano en el Arciprestazgo de Aliste. Con la ayuda de otros monitores procedentes de la Guareña y de la tierra del Vino, además de algunas monitoras en prácticas, han logrado que un buen grupo de niños y adolescentes se lo pasen así, «como enanos». Por lo que pude ver cuando los visité esta semana, también ellos han disfrutado de estos días en las instalaciones que tiene Cáritas Diocesana de Zamora junto al Lago de Sanabria. Aunque necesitarán un tiempo de descanso tras el agotamiento que supone un campamento.
Cientos de familias han vuelto a depositar su confianza en parroquias, colegios e instituciones católicas de nuestra tierra para que los más pequeños no sólo estén entretenidos, sino que reciban una oferta educativa integral. Porque eso es lo que pretendemos. Lo digo como cura y como monitor de tiempo libre (con unos años más en lo segundo). Pienso en tantas personas que han dejado y siguen dejando su tiempo para que más de mil chavales cada año pasen unos días que seguramente recordarán toda su vida. Tiempo que, además del transcurrido entre los árboles y las tiendas de campaña, es el dedicado durante el resto del año a preparar las actividades. Un buen campamento —lo sabemos los que hemos estado metidos dentro— es fruto de una buena preparación, del trabajo en equipo y de muchas horas de labor oculta.
Monitores y coordinadores de tiempo libre, con su debida titulación oficial, sacerdotes y cocineros, encargados de la enfermería o de otras mil cosas… hacen posible que los niños y adolescentes vivan unos días alternativos para muchos de ellos. Porque se les enseña que se puede vivir en el campo, con menos cosas de las habituales. Que a veces viene bien pasar unos días sin televisión ni consola ni teléfono móvil. Que la fraternidad es algo tan humano y tan necesario que vale la pena todos los esfuerzos, disgustos y enfados del mundo. Que la diversión puede estar llena de contenido y ayudar a crecer. Y, no lo olvidemos, que la trascendencia es una dimensión fundamental de la persona. Por eso en estos campamentos Dios está presente. Cuando se reza y se canta cada día y cuando se celebra la eucaristía el domingo. Y cuando no se le nombra, pero está ahí, tras los valores que se transmiten a través de los juegos y las actividades, y el normal transcurrir diario. Y tras la entrega de tantos monitores y responsables. A todos ellos, gracias un año más, y adelante.
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