JESÚS GÓMEZ FERNÁNDEZ
Domingo XI del Tiempo Ordinario – Ciclo C
“Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor” (Lucas 7, 36-8, 3)
Jesús comenzó su ministerio público con un banquete de bodas y lo terminó con una cena de despedida, y entre el banquete y la cena fue invitado varias veces a comer. Consciente de la obligación de corresponder, cada vez que era invitado, pensaría en el banquete que algún día le correspondería ofrecer. De hecho, el excelente vino de Caná anunciaba proféticamente el excelentísimo vino del banquete de la Eucaristía.
Un fariseo de nombre Simón invitó a Jesús a comer. El relato que hace el san Lucas de esta comida pudiera ser una remodelación del que hace san Marcos de la comida en casa de Simón el leproso. Banquete a puerta cerrada, como todos aquellos a los que se va por invitación. Sorpresa: la intromisión de una mujer, ¡y qué mujer! A Simón tuvo que asentarle como un chorro de agua de nieve. Jesús ni se inmutó. Conforme al uso greco-romano la mesa del banquete ocupaba el centro del salón y los comensales, en vez de sentarse como nosotros, se reclinaban sobre cojines con los pies vueltos hacia fuera. Rápida, se dirigió la mujer hacia Jesús y sentada o postrada a sus pies, los regó con sus lágrimas, los secó con su pelo, los llenó de besos y los ungió con un perfume. ¿Por qué los criados de Simón no la expulsaron a palos? La tranquilidad de Jesús debió ser tan señera y desconcertante que Simón sólo pudo pensar: Si Jesús fuera profeta, sabría de qué clase es esa mujer; ¡prostituta!, ¡y qué prostituta!
Impregnado hasta la médula de espíritu fariseo, Simón estaba convencido de su propia justicia y de la injusticia imborrable de publicanos y prostitutas. Una costra que Jesús tenía que romper y con gran habilidad le tiende un lazo. Simón, te voy a contar: Dos deudores, uno debe 100 euros y otro 1000. El acreedor los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos le estará más agradecido? El verdadero agradecimiento entraña amor; por eso: ¿cuál de los dos amará más? Al responder que el segundo, Simón quedó prendido en el lazo. Jesús confronta su actitud con la actitud de la mujer. Simón salió perdiendo. El relato concluye con la despedida amorosa de la mujer por parte de Jesús.
El centro e interés del relato está en la lección que Jesús da a Simón y a cuantos nos sentamos a la mesa del Señor. La reconciliación mutua es una exigencia. El pasado no cuenta; sólo el arrepentimiento y el perdón de Dios. En nuestro mundo, los cristianos, independientemente de partidos políticos, estamos llamados a vivir reconciliados y a ser fermento de reconciliación en la sociedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario