NARCISO-JESÚS LORENZO
Domingo II de Adviento – Ciclo C
“Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos” (Lc 3, 1-6)
Hemos consumido una semana del Adviento y comenzamos otra nueva. ¿Y qué ha pasado? Hemos visto en los templos que el sacerdote aparece revestido de color morado o violeta, incluso en algunos se ha instalado en el presbiterio una corona entretejida de ramas y cuatro velas que se irán encendiendo sucesivamente, domingo a domingo. Pero si no pasa más, el Adviento habrá quedado reducido a mera ambientación estética, como les ocurre a calles y negocios con los adornos navideños. El Adviento en sentido estricto son cuatro semanas de «preparativos» para la celebración de la Navidad, pero en un sentido más amplio es un tiempo permanente, es el tiempo propio de la Iglesia, porque la Iglesia está en el mundo trabajando por y para la venida del Señor. La paradoja es ésta: a la vez que esperamos esta venida, afirmamos que el Señor está entre nosotros. Una y otra vez la liturgia nos lo recuerda con los sucesivos saludos del sacerdote: «El Señor esté con vosotros». Es que él lo ha prometido. Se ha comprometido a ello: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el final de los días» (Mt 28, 20). Este compromiso lo cumple a través de su Palabra, a través de los que van sucesivamente «heredando» el ministerio de los Apóstoles. «A quien vosotros oye a mí me oye» (Lc 10, 16). Pero también a través del conjunto de los fieles que estamos unidos a él por el Bautismo y la Eucaristía, como injertos que han prendido y dan frutos «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos» (Jn 15, 5). Aunque no siempre. Pues no son pocos los injertos que se han secado o que deliberadamente han sido arrancados de la Vid. Cuando no lo que se pretende es arrancar la misma viña del Señor plantada en nuestra península hace dos mil años, como está ocurriendo con el laicismo beligerante y anticatólico que cada día se va pareciendo más, por lo que me cuenta mi abuelo, al de los años treinta. Entre tanto los extraños a la fe no deberían vivir indiferentes ante los recortes de derechos, ni los católicos asustados o confiados por la moratoria en la retirada de los crucifijos ¿Hasta de los colegios concertados?
¿Qué nos toca? Toca vivir con paz cada momento. Descubriendo que cada día es tiempo de gracia, en el que hay que «trabajar de sol a sol» por el Reino de Dios. Tocará, como dice el evangelio de hoy, allanar senderos, elevar valles, rebajar montes y enderezar lo torcido, «como Dios nos dé a entender». Que seguro se hará entender. Toca vivir con confianza, como nos decía el apóstol Pablo: «Ésta es nuestra confianza: el que ha inaugurado entre vosotros esta empresa buena, la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús». Gracias, pues, a estas presencias cotidianas de Jesús «ahora y siempre» los cristianos no hemos desaparecido en la historia y seguimos formando una comunidad compacta que pide, espera y trabaja por la manifestación gloriosa del Salvador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario