JOSÉ ALBERTO SUTIL
¿Quién no recuerda esta preciosa película que dirigiera en 1946 Frank Capra y protagonizara el inolvidable James Stewart? Es todo un clásico de las fechas navideñas, un canto a la vida, a la esperanza y al amor, palabras que se entrelazan en la paradoja del Dios que viene a la tierra y no tiene sitio en nuestra posada. El argumento es sencillo: el día de nochebuena todos los habitantes de Bedford Falls piden a Dios por uno de sus vecinos, George Bailey, un raro ejemplo de bondad íntegra, que se encuentra en una situación desesperada: está en la bancarrota y su familia hace aguas, mientras que en su lucha contra el cacique local, parece que este último ha ganado el juego y la partida... San José entonces encarga la dura tarea de ayudarle a Clarence, un ángel «de segunda clase» que podrá ganar sus tan ansiadas alas si lleva a cabo con éxito la misión encomendada. A partir de aquí, la película se desarrolla recorriendo en moviola toda la vida del protagonista para desembocar en la pregunta final: ¿cómo habría sido tu vida y la de los que te rodean, George, si tú no hubieras nacido?
A nosotros, que somos cristianos «viejos», nos viene al pelo esta misma pregunta. ¿Qué hubiera pasado en tu vida si no hubieras conocido a Cristo? ¿Qué sería de ti si la Iglesia, tu familia, tantos y tantas, no te hubieran llevado a Jesús? ¿Cómo serías tú hoy si este niño que nace no hubiera llegado también a tu corazón?
La cosa va hoy de clásicos. Quizás nos tendríamos que empapar bien de «Quo vadis»? —el libro, la película o ambos— para descubrir la radical novedad del cristianismo en nuestras vidas. Y la pregunta se hace más acuciante ante el actual secuestro de la Navidad por intereses comerciales o de otro calado. ¿Me he acostumbrado a celebrar la Navidad? ¿Por qué celebro lo que celebro? ¿Qué sentido tiene para mí? ¿Soy capaz de dar la cara y de anunciar a todos que el Dios-amor ha venido a nosotros indefenso y débil, como un bebé, para que no tengamos miedo de acariciarlo, de besarlo, de acurrucarlo? Estas navidades que hay nueva versión cinematográfica del «Cuento de Navidad» de Charles Dickens, a lo mejor tenemos que hacer cada uno como el viejo Scrooge y dejarnos interpelar por los tres espíritus navideños —el pasado, el presente y el futuro— sabiendo que «el pasado pertenece a la misericordia de Dios, el futuro a su providencia y el futuro a su amor» (Beata Teresa de Calcuta), sabiendo que «la puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva» (Benedicto XVI). O, ¿qué creías?, ¿que estas navidades iban a ser como todas?
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