NARCISO-JESÚS LORENZO
Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario – Ciclo B
“Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mc 10, 28)
Pues no piensen que quiero caer en el sentimentalismo, pero esta observación de Marcos en el evangelio de hoy, quizás sea la clave del relato y quizás, también, podría resumir lo que sería la experiencia fundamental de todo cristiano.
El relato narra el encuentro entre un joven y Jesús. Un buen muchacho preocupado por conocer y participar del Reino de Dios. “Maestro bueno, ¿que he de hacer para heredar la vida eterna?” Jesús le recuerda los mandamientos. A lo que el joven responde: “-Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño?” Esta respuesta hace que Jesús se fije aún más en él, lo mire con afecto y le diga: “-Una cosa te falta. Anda, vende lo que tienes y dale el dinero a los pobres… luego sígueme”. Y continúa el relato: “él frunció el ceño y se marchó pesaroso porque era muy rico”.
El resto de la historia la conocemos. Jesús se sintió profundamente decepcionado y enseguida dijo a sus discípulos: “-¡Que difícil le va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios!” La reacción de los discípulos no se hizo esperar. “Se espantaron y comentaban: “¿Entonces, quien pude salvarse?” Se espantaron, no porque fueran ricos, que ninguno de ellos lo era, sino porque entendieron lo que significaba ser discípulo de Jesús: Seguirle sin apegarse a nada, ni a nadie. Se sintieron tan aludidos que respondieron echándole en cara todo lo ya habían hecho: “Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
Es admirable comprobar cómo un pequeño episodio de la vida de Jesús se convierte en espejo para todos los cristianos. En general somos gente honesta, cumplimos los mandamientos, mejor o peor. Probablemente más de uno de nosotros hayamos llegado a pensar que ya hacemos bastante, incluso alguno añadiría: “para el pago que nos da”. A muchos de nuestros contemporáneos les repele este programa. Incluso a nosotros mismos nos espanta muchas veces, porque pensamos que el plan se limita a: ya “sabes los mandamientos” y “anda, vende todo lo que tienes”. ¿Qué felicidad nos puede reportar todo esto? Al menos los mandamientos nos ayudan a no convertirnos en depredadores los unos de los otros, pero venderlo todo, vivir despegado de todo, ¿Por qué? ¿Para qué? Y somos tantos los que no estamos por esta labor que es difícil encontrar a aquellos que creen las promesas de Jesús: “dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo”.
De esto no nos salvamos nadie, “¿quién puede salvarse?” decían los apóstoles. Ni los clérigos, que sin ser ricos -estaríamos la mayoría lejos de ello- si que algunos podemos estar apegados a nuestros mismos. Nos sobra miedo. Nos sobra orgullo. Nos sobra desconfianza y nos falta vida espiritual. Pero a todos nos mira el Señor con cariño. Su mirada penetra hasta lo más profundo de nuestro ser. A todos nos invita de nuevo al desprendimiento, a todos nos dice: “-sígueme”. Quizás nos falten fuerzas físicas o ánimo moral pero creamos “de una vez” lo que nos dice Jesús: “esto es imposible para los hombres, pero no para Dios. Dios lo puede todo”. Comprobaremos, de nuevo, como la vida cristiana se vuelve más fructífera y experimentaremos el gozo tener un “tesoro en el cielo”.
La Opinión-El Correo de Zamora, 11/10/09.
No hay comentarios:
Publicar un comentario