Publicamos, unos días después del regreso de los 16 zamoranos que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro, su última crónica escrita allí, en los días finales de su peregrinación. Después de la crónica reproducimos algunos testimonios.
Zamora, 4/08/13. Iba terminando nuestra peregrinación. Tras
disfrutar de las paradisiacas playas de Paraty y pernoctar allí, madrugamos el
viernes 2 de agosto para ponernos una vez más rumbo a Río de Janeiro y llevar a
cabo una de las actividades que estaban planificadas pero que, por problemas
ajenos a la organización, no pudimos desarrollar: visitar el Morro de Urca y el
Pan de Azúcar, disfrutando de las vistas de la ciudad que desde allí se
divisan.
Al rezar Laudes en el autobús, el
Señor nos regaló un evangelio que nos dejó cuál era nuestra misión a partir de
ahora. Fue el pasaje del envío de los 72 (el grupo total de peregrinos de León,
Segovia y Zamora era de 77, casi). ¡El Señor nos enviaba a ser discípulos
misioneros! Ligeros de equipaje, contando simplemente con lo que habíamos visto
y oído, para que lleváramos su paz y anunciáramos a todos que el Reino de Dios
se había acercado.
Llegados a Río de Janeiro,
subimos en teleférico a los picos más famosos de la ciudad maravillosa. Es
impresionante contemplar esta ciudad en panorámica, como en 360 grados. Nos
emocionamos al ver los restos de lo que había sido el espacio celebrativo desde
donde el papa Francisco había
presidido el viacrucis, la vigilia, y la eucaristía de envío. La famosa playa
de Copacabana se prolongaba kilómetros y kilómetros y nos la imaginábamos llena
de jóvenes como nosotros…
Pero llegaba el momento de
volver. Tras comer nuevamente en una churrasquería, volvíamos al aeropuerto que
nos acogió en la ciudad más famosa del Brasil. Teníamos por delante una larga
espera hasta que nuestro vuelo despegara casi a las 11 de la noche, pero, como
buenos españoles, empezamos a cantar, a conversar animadamente y a arrancar
sonrisas de todos los que pasaban.
Por fin embarcamos en nuestro
vuelo y tras hacer escala en Lisboa, y allí rezar por última vez Laudes juntos
todo el grupo, embarcamos de nuevo para Madrid. Allí nos despedíamos con un “hasta
pronto” del grupo de Segovia, pues esperamos vernos en convivencias, encuentros
y, si fuera posible, en una reunión no muy lejana de todos los que hemos
compartido esta experiencia.
El grupo de León y nosotros
mismos seguimos en ruta por autobús hasta nuestras ciudades. En el autobús
seguimos dando nuestra experiencia de la peregrinación. Llegamos a Zamora hacia
las 11 de la noche del sábado pasado, 3 de agosto. Familiares y amigos nos
estaban esperando a la puerta de la parroquia de Cristo Rey, donde todo empezó.
Algo había cambiado en nuestras vidas, era la Pascua, el paso del Señor.
Como advierte San Juan en su
relato evangélico, muchas otras cosas ha hecho el Señor con nosotros en todos
estos días de peregrinación: si las escribiéramos, no cabrían en todos los
libros del mundo. Por eso, aquí siguen algunos breves testimonios. Y en todo
caso, rezad por nosotros, tal y como pedía el Papa Francisco en el ángelus de
hoy: “Quisiera pediros que recéis conmigo
para que los jóvenes que han participado en la Jornada Mundial de la Juventud
puedan traducir esta experiencia en su camino cotidiano, en el comportamiento
de todos los días; y que puedan traducirlo también en elecciones de vida
importantes, respondiendo a la llamada personal del Señor”.
Algunos testimonios
José Alberto, sacerdote:
La JMJ de Rio ha sido para mí una
experiencia única. Era la primera vez que participaba en una JMJ fuera de
Europa. Me ha sorprendido el pueblo brasileño, con un corazón grande y de
brazos abiertos, como la imagen del Cristo del Corcovado en Río de Janeiro. Un
pueblo profundamente religioso y católico, es decir, acogedor, universal,
amable. Un pueblo que sabe hacer fiesta hasta de las más pequeñas cosas, alegre
en medio del sufrimiento. ¡Cuánto tenemos que aprender de ellos! Un pueblo que
custodia el gran tesoro de la creación para encontrarse con Dios, prueba de
ello son las cataratas de Iguazú, los impresionantes paisajes y las
paradisiacas playas.
Y junto a la experiencia de
encontrarnos acogidos y bendecidos con y por este pueblo, la experiencia de
encontrarnos con el sucesor de Pedro, con su palabra fuerte y valiente. Sus
palabras han calado hondo en todos nosotros y, como ha dicho en el ángelus de hoy,
la JMJ no son unos fuegos de artificio, sino un hito más en la vida personal de
cada uno. Así ha sido en la mía, una llamada fuerte a la humildad y al
servicio, sin miedo, para ser discípulo misionero del Señor. ¡Y a hacer lío!
Loreto, estudiante:
Hablar sobre todo lo que hemos
vivido en Brasil en las últimas dos semanas es prácticamente imposible. El
Señor no defrauda, ese es el resumen. Nos ha cuidado y nos ha regalado una
peregrinación maravillosa. Desde el calor de las familias de Brasilia a la
ternura infinita de todas las personas que nos han cuidado en Río de Janeiro,
pasando por recordarnos la grandiosidad de su Obra en Iguazú. No deja que nos
olvidemos de la importancia de su Madre, como todos hemos visto en el Santuario
de La Aparecida. Y que Él nos lleva y nos guía. Y ya lo ha dicho el Papa, lo
más importante es sudar la camiseta por Jesucristo. Ese es el objetivo que nos
trae el regreso: "Id y haced discípulos".
Dios siempre aparece, siempre te
cambia la vida. Y viene para recordarnos que nos ama infinitamente. Eso es lo
más importante que vuelve conmigo desde Brasil. Encontrarse con el Señor
siempre es el premio.
David, sacerdote:
Era la tercera Jornada Mundial de
la Juventud para mí, después de la de Colonia en 2005 y Madrid en 2011. Durante
la preparación previa tenía muchos sentimientos encontrados: ilusión, acción de
gracias a Dios por poder vivir la experiencia, inquietud ante lo desconocido,
esperanza en que el encuentro con Dios y tantos jóvenes cristianos en torno al
Papa supusiesen un impacto que alentase mi vida, etc. Sin duda, todas estas
expectativas se vieron desbordadas por la gracia del Señor.
Conocer una iglesia joven, viva,
comprometida, que intenta llevar adelante su fe enraizada en el Evangelio con
tanta vitalidad como la Iglesia de Brasil es algo que me admiró y me animó
profundamente. La acogida entrañable de los hermanos en sus casas, haciéndote
sentir como su huésped de honor era impresionante. Ahí se palpa de primera mano
la grandeza de nuestra fe. La principal razón de tal despliegue de sincera y
cariñosa hospitalidad era la fe común, en nosotros recibían al mismo Cristo,
según las palabras del Evangelio. Y por eso nos daban lo mejor. Doy gracias a
Dios por estas familias de Brasil, le pido que las bendiga y las acompañe
siempre.
Después está el encuentro de
todos los jóvenes con el Papa en Rio. Sus palabras cercanas, profundas,
enérgicas, con tanta claridad, llegaban a lo profundo del corazón para
caldearlo con el amor de Cristo e impulsarnos a la misión evangelizadora. El
papa Francisco ha dejado patente que conoce a los jóvenes y que los ama, como
el buen pastor que es para la Iglesia universal. Deseo que sus palabras no
caigan en el olvido y nos pongamos todos manos a la obra en la extensión del
mensaje de Jesucristo, atrayendo a todos a la Iglesia, a la comunidad de sus
discípulos donde podemos experimentar la inmensidad del amor de Dios por cada
uno de nosotros.
Alejandro, estudiante:
Para mí ha sido una experiencia
única. Me he quedado con las palabras del Papa Francisco de que el que mejor
puede anunciar a Jesucristo a un joven es otro joven. Y viendo que el lema de
esta JMJ es "Id y haced discípulos a todas las naciones", veo cómo también
a mí el Señor me llama a vivir la fe para los demás. Yo, que a veces me
avergüenzo de ser cristiano entre mis amigos, o con los compañeros de la
universidad, siento que Dios me llama a salir de mi comodidad y a dar
testimonio de su amor, que tan grandes milagros ha hecho en mi vida.
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