JOSÉ ALBERTO SUTIL
Desde hace ya algunos años, está de moda entre las personalidades públicas la figura del entrenador profesional, alguien especializado en autoayuda, carisma y seducción que te ayuda a sacar lo mejor de ti mismo. Nada nuevo bajo el sol, pues en la tradición cristiana siempre se ha practicado la dirección espiritual o acompañamiento personal: en vez de carisma, Espíritu Santo; en vez de éxito, evangelización o apostolado; en vez de autoayuda, conversión; en vez de seducción, amor redentor. A día de hoy, todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los cristianos en general y los católicos en particular, tenemos la suerte de tener ese entrenador profesional en la figura del sucesor de Pedro, en Benedicto XVI. El pasado jueves era lanzado a nivel mundial el segundo volumen de su «Jesús de Nazareth», esta vez «desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección». Hasta 7 idiomas distintos, 22 editoriales y 1.200.000 ejemplares de momento son las cifras de este nuevo best-seller del papa Ratzinger. Si la Cuaresma es esa carrera de fondo que ahora traemos entre manos, ¿qué mejor que recorrerla de la mano de un excelente preparador?
Benedicto XVI no engaña a nadie. Siguiendo el empeño del primer volumen, el libro es más bien una meditación que expresa la búsqueda personal del autor, su búsqueda de Jesús. El Papa no ha escrito un estudio exegético o una teología bíblica sobre los últimos momentos de la vida del Señor, ni tampoco una simple «Vida de Jesús» o una meditación piadosa. La obra es el esfuerzo de aunar fe y razón para poder acercarse así al Jesús real, salvando esa complicada disyuntiva entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe. Al modo de aquellos formidables primeros cristianos que fueron los Santos Padres de la Iglesia naciente, y de los tratados clásicos sobre los misterios de la vida de Jesús, con Santo Tomás de Aquino a la cabeza, este libro recorre la entrada en Jerusalén y el discurso escatológico, el lavatorio de los pies y la oración sacerdotal de Jesús, la última cena y Getsemaní, el proceso de la muerte y la crucifixión del Señor, para terminar con la resurrección y la perspectiva de la gloria. Acontecimiento editorial, mundial y eclesial, que Dios quiera que también sea personal. Un amigo sacerdote dice que le gustaría que le vendieran los libros incluyendo el tiempo para leerlos. En este caso, no hace falta, porque como estamos en Cuaresma la lectura nos puede servir de ayuno. Ni en el mejor restaurante, se lo aseguro.
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