domingo, 1 de noviembre de 2009

Tres coros al unísono


JESÚS GÓMEZ

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

“Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mt 5, 12)

Desde los 12 hasta los 25 años pertenecí a uno de los mejores coros que había en España. Ahora pertenezco a un conjunto tricoral, el más numeroso y universal que se pueda imaginar. De los tres coros, dos son insuperables; el tercero, no tanto. En la celebración de la Eucaristía el sacerdote nos invita a todos los asistentes a unir nuestras voces al coro de los ángeles y al de los santos. Formamos, pues, el tercer coro. Siempre cantamos un himno a la santidad de Dios y su reverbero en la creación: «Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos». A Dios le pertenece la santidad. Es su misma divinidad pura y limpísima, su autoestima cargada de poder que excluye radicalmente de su presencia toda mancha por mínima que sea, y la arrasa. Isaías se creyó muerto. Pero la santidad reverbera en toda la creación: «Llena está toda la tierra de tu gloria». Poder destructivo y también poder salvador. A Isaías pecador le fue perdonado su pecado y la santidad de Dios reverberó de forma muy especial en su persona.

El himno tiene su historia. Su compositor, un miembro del coro de los ángeles; un coro reducido de serafines lo cantó por vez primera en la tierra; al concierto, un solo asistente, el profeta Isaías. Fue en Jerusalén hacia el 740 a. C. Posteriormente en la tierra se amplió la letra y cientos y cientos de compositores se han desvivido por enriquecerlo con variedad de melodías. Recordemos, siquiera, la sonoridad de los Trisagios que se cantan en el Oriente cristiano o el gozo penetrante y callado del cantoral gregoriano; a Beethoven, Haydn, Palestrina, Victoria, o, más reciente, la popular misa criolla y la extraña Misa de os Quilombos. De todas formas, al unir nuestras voces al coro de los ángeles y al de los santos, siempre desafinamos.

Hoy es el día del coro de los santos. Y nosotros, el coro de la tierra, y con nosotros el coro de los ángeles celebramos y festejamos a todos los santos; no sólo a los solistas más brillantes inscritos en el santoral y cuya fiesta particular vamos celebrando día tras día a lo largo del año. Al coro de los santos pertenecen antepasados nuestros, familiares, amigos, conocidos y compatriotas como el P. Eliseo Miguel de Pajares, que por la misericordia de Dios ya cantan en el cielo.

Jesús, hombre y Dios, a través del bautismo, de la confirmación y de la Eucaristía ha inoculado el gen de Dios en cada cristiano; por lo tanto el título de santo nos pertenece como algo propio. San Pablo, por ejemplo, dirigía sus cartas a los santos que había en Corinto o en Filipos… Mejor o peor todos tratamos de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo, como a nosotros mismos. Quienes nos precedieron y murieron en Cristo, purificados de sus faltas y pecados, son semejantes a Dios, plenamente santos. Mañana pediremos misericordia de Dios para quienes, amándolo un poco peor, están purgando sus faltas y pecados.

La Opinión-El Correo de Zamora, 1/11/09.

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