domingo, 29 de noviembre de 2009

Saber esperar conectados


PEPITA CORDOVILLA

Hay dos aspectos de nuestra vida que tienen mucho que ver con el Adviento. Por un lado vivimos en un tiempo deseoso de esperanza. Una esperanza que la expresamos continuamente, casi está de moda. No sé si porque lo creemos o simplemente porque deseamos que así sea. «Nosotros podemos», «es posible», «llegará», estos y otros slogans animan los proyectos hoy de la humanidad y los nuestros propios. Incluso en la escuela hay una «pedagogía de la esperanza»: educar es confiar en el desarrollo de la persona, es hacer posible que el niño adquiera unas competencias que le van a servir para vivir plenamente. Es largo el camino, pero llegará.

Otra característica de nuestra época es la conectividad. Internet ha abierto la ventana de las «redes sociales» y no sabemos todavía adónde nos llevará. Pero nos hemos puesto a camino, nadie quiere quedar fuera. Y ya se vislumbra la revolución social que significa. Pasamos de la Web.1 a la Web.2, pasamos de la información pasiva a la participación. Las redes sociales son lugar de encuentro, de intercambio, de interacción. Vivimos conectados, los jóvenes ya no imaginan un mundo sin comunidad en la red: los blogs, wikis…, Las redes sociales tienen millones de participantes activos que envían, corrigen y elaboran información. Son un sistema abierto y constructivo que está elaborando una inteligencia colectiva. La información mueve Internet, junto con los deseos de interacción social que tienen hoy las personas. Se entra en ellas porque se desea compartir intereses, necesidades y muchas veces romper el aislamiento que impone nuestra sociedad. La red es un lugar de encuentro. No es sólo un cambio de método, hay un cambio de actitud. ¿Será una reconfiguración social?

Desde este punto me conecto con el Adviento. ¿Tenemos los cristianos esta fuerte esperanza que otro mundo es posible? ¿Nos paramos en las críticas, lamentaciones? ¿O estamos todos los creyentes en una conexión 2.0, por decirlo con términos del día a día? No podemos más lamentarnos de lo mal que va el mundo, de los pocos fieles que quedan. Saber esperar es una característica de la persona adulta. Tenemos que esperar trabajando, ponernos en camino, revitalizar nuestra fe común, vivir conectados y hacer de la participación, el intercambio de la semilla del bien un germen de transformación, una fuerza de interacción social, una vida nueva en construcción. Nuestra fuerza es saber la buena noticia: es tiempo de luz nueva, por eso cantamos: «De luz nueva se viste la tierra, porque el sol del cielo ha venido. El Amor hizo nuevas las cosas, en la Virgen su Luz ha encendido».

La Opinión-El Correo de Zamora, 29/11/09.

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