JOSÉ ÁLVAREZ ESTEBAN
Este comentario sale con tintes
morados, mira hacia adelante, hacia el preludio y anuncio de la fiesta de los
disfraces. Predica el carnaval que lo primero es un buen atracón, la juerga por
delante y como aperitivo, que el ayuno y la seriedad se llevan mejor con un
estómago sobrado. No, no podemos olvidar que estamos a un paso de la Cuaresma.
La anuncia a su manera todo ese peregrinar de niños y mayores que siguen
haciendo cola en «La Peseta», justo enfrente de la iglesia de San Vicente.
Vienen por un disfraz, que el Carnaval es la fiesta de las formas y los tiempos
ya no son los mismos.
Nos avanza la Cuaresma Manos
Unidas en su convocatoria del pasado 10 de febrero en la Plaza de Castilla y
León. Una llamada a rebajar el menú de un día en solidaridad con los que
malcomen a diario. La propuesta de Manos Unidas es la de un ayuno que aligera
el estómago, pero llena las estancias del corazón. Cuaresma, más que un tiempo
litúrgico, más que un morado ambiental, es un estilo de vida, una terapia
espiritual que proclama que somos unidad de cuerpo y alma, de necesidades
físicas y espirituales. Reducimos las primeras para tomar conciencia de las
otras. No vivimos de solo pan. El cartel anunciador de Manos Unidas para el
2012 es un corazón y una como arteria que lo enlaza con el globo terráqueo. El
amor es ese movimiento de sístole y diástole, que mantiene las constantes
vitales del mundo. Sístole para contraerse, diástole para llevar algo de uno
mismo a los demás.
Curioso que el mensaje de
Benedicto XVI para la Cuaresma de 2012 llame a «fijarse los unos en los otros»
y que traduzca ese «fijarse» en la responsabilidad para con el hermano.
Fijarse, dice el Papa, es observar bien, estar atentos, mirar conscientemente,
saber leer la realidad. Es la aplicación práctica de ese componente cuaresmal
que es la limosna y que el mismo Benedicto XVI resumió en su encíclica «Dios es
amor» con aquello de que nadie da demasiado si no se da a sí mismo. Este
mensaje de Benedicto XVI alimenta y, créanme, no rompe el ayuno cuaresmal.
Puede leerse a modo de oración, a puerta cerrada, en lo escondido, en los
aposentos del alma. Afrontamos la nueva Cuaresma llenos de días, de dolores, de
remordimientos. Bajo el pórtico del Miércoles de Ceniza buscaremos un lugar.
Nos acompañará la Iglesia. Para el creyente cristiano, en viniendo la Cuaresma,
todos los caminos tienen señales y ya no podemos perdernos si no es dentro de
nosotros mismos.
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