miércoles, 9 de junio de 2010

Zamora clausura el Año Sacerdotal (2): Conversión para la misión


Roma, 9/06/10. Hoy ha tocado madrugar más, porque comenzaron los actos del Encuentro Internacional de Sacerdotes. Si el 150 aniversario de la muerte de San Juan María Vianney, el cura de Ars, le sirvió a Benedicto XVI para proclamar este Año Santo Sacerdotal, su clausura ha sido la excusa perfecta para reunir en la urbe a unos 10.000 presbíteros de todo el mundo. Cuando hemos llegado los curas de Zamora a la basílica de San Juan de Letrán, hemos tenido que guardar una larga fila para poder entrar en el templo, pasando antes a recoger el aparato para la traducción simultánea. En una concentración tan grande, es fundamental la reunión por grupos idiomáticos. En esta basílica nos reuníamos en torno al castellano, portugués y francés. Y pudimos seguir, en una primera parte, la meditación ofrecida por el cardenal alemán Joachim Meisner, arzobispo de Colonia. Eso sí, por videoconferencia, ya que la impartió –en alemán– en la basílica de San Pablo Extramuros. Mitad y mitad de participantes en ambos templos mayores. Como digo, nunca había visto tantos sacerdotes juntos.

En su alocución, Meisner aludió a las “semanas de sufrimiento” por los recientes escándalos en torno al clero católico. Y se centró en unos temas tan fundamentales para el ministerio sacerdotal como son los de conversión y misión. “¿Por qué no nos convertimos más a menudo?”, se preguntó, para insistir en la importancia del sacramento de la reconciliación penitencial en la vida ordinaria del pastor de la Iglesia: “el amor más fuerte es el que sabe superar el pecado”. Es más, señaló que “un cura confesando en una iglesia vacía es un signo de la paciencia de Dios”. Un perdón ofrecido a los hombres, que primero es recibido del mismo Dios… ésa es la grandeza del sacramento. Un sacramento que, por cierto, se pudo celebrar en el momento posterior a la charla, con el Santísimo expuesto en un tiempo de adoración, silencio y música.

El momento posterior, sin movernos de la misma basílica –llena a rebosar por la mitad de asistentes al Encuentro– fue el central de la jornada: la eucaristía, presidida por el arzobispo Mauro Piacenza, secretario de la Congregación para el Clero (dicasterio organizador de todo el Año Sacerdotal), y concelebrada por todos. Pronunció su homilía en castellano, cosa que agradecimos mucho, y en ella nos dio la bienvenida en un clima de alegría, fraternidad y cordialidad. “Representáis a los presbíteros de toda la Iglesia”, afirmó, y se refirió a las Iglesias locales de procedencia, a las comunidades cristianas a veces pequeñas y desconocidas, en las que los sacerdotes hacemos cercano el rostro de la Iglesia, sobre todo con los pobres y marginados.

Como la misa fue en la memoria de San Pablo, el alemán insistió en que “es urgente levantarse y salir a la misión”. El encuentro del apóstol de las gentes con el Señor resucitado “sirve como itinerario espiritual para cada sacerdote”. Por eso se refirió también al “altísimo significado y gran responsabilidad” de la misión apostólica, “una empresa que supera las fuerzas y la capacidad del hombre”. Y fue cuando recordó la frase tan recordada este año del santo cura de Ars: “el sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”. Él es la fuerza que necesita el cura, y que puede encontrar, sobre todo, en la Palabra de Dios, la eucaristía y la oración.

Entre sus afirmaciones, algunas que nos tocan muy de cerca a los curas de Zamora. Como cuando dijo en repetidas ocasiones que los pobres son los primeros destinatarios de la evangelización, en un mundo donde hay cientos de millones de pobres, excluidos de muchas mesas, y “a veces también excluidos de la mesa de los bienes espirituales”. Y se refirió, en concreto, a las periferias de las grandes ciudades y al campo. Las personas que viven en estos lugares “tienen que sentir la proximidad de la Iglesia”. ¿No es algo fundamental para nuestra realidad diocesana de Zamora? Así lo escuchamos, y así lo comentamos con don Gregorio al terminar la sesión de la mañana.

Finalizada la mañana y después de comer, llegó el momento de las visitas. Y esta vez fue el turno de las basílicas de San Pedro y de San Pablo Extramuros, para acercarnos a contemplarlas y aprovechar para rezar juntos en ellas, sobre todo con la profesión de la fe apostólica. Lugares que evocan tantas cosas, y que nos remiten a los orígenes históricos del cristianismo, con los amigos tan cercanos del Señor.

Por lo demás, sólo destacaré el gran número de sacerdotes españoles que estamos encontrando. Algunos de ellos conocidos para nosotros, o bien por los estudios realizados en Salamanca, o bien por tareas compartidas en distintos lugares de nuestra geografía nacional. A don Gregorio se le acercan viejos compañeros de Madrid o personas que lo reconocen. Y, por supuesto, otros obispos de España que vamos encontrando por las calles y en los actos.

Con la noche llega otra vez el momento de ir a dormir, después de un día más largo que el anterior y… ¿quién sabe?, quizás más corto que mañana. Sí, porque el jueves contará ya con la presencia del Papa en el Encuentro, al finalizar la jornada con una vigilia en torno a Benedicto XVI. Eso ya es cosa de mañana, un día que será relatado puntualmente.

Luis Santamaría del Río

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