domingo, 27 de junio de 2010

Seguimiento sin nostalgia


AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ

Domingo XIII del Tiempo Ordinario – Ciclo C

“El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios” (Lc 9, 51-62)

Sin duda Jesús hubiera sido un político mediocre y un pésimo comerciante. No halaga, no hace ofertas, no rebaja su propuesta original. Expone su programa con claridad, y quien quiera seguirlo sabe bien a qué se enfrenta. No es extraño que fuera incomprendido no sólo por los extraños, sino incluso por los suyos.

A pesar de ello muchos hombres y mujeres lo han seguido a lo largo de los siglos y hoy sigue invitando a continuar haciéndolo. En algunos momentos históricos el seguimiento se hace especialmente difícil, y en estas situaciones aparece con insistencia la tentación de mirar hacia atrás con nostalgia y replegarse buscando seguridad en formas pasadas de religiosidad o espiritualidad, que protejan ante tanta confusión, esperando ingenuamente que escampe el temporal o con la convicción firme de que ése es el único camino. En ambientes de este tipo pueden aparecer actitudes como la de los discípulos ante los samaritanos en el evangelio de hoy: condena, negación, censura, posturas defensivas? Con preocupación constatamos la deriva de algunos sectores eclesiales hacia esta sensibilidad.

Jesús llama a seguirlo mirando hacia adelante, con prudencia pero sin miedo. El mirar hacia adelante con libertad, como afirma san Pablo, es algo que caracteriza al apóstol y al discípulo.

Pero no nos engañemos, mirar hacia adelante no significa dejarse domesticar por una sociedad superficial y laxa en la que vale casi todo, y contemporizar por el prurito de un progresismo de imagen y vacío, con la esperanza cándida de ser aceptados por ella y poder cambiarla. La experiencia atestigua cómo casi siempre se acaba entrando en la rueda y perdiendo el vigor y el frescor evangélicos.

El teólogo alemán J.B. Metz afirma que el desafío más grave al que se enfrentan los cristianos en Europa consiste en elegir entre «una religión burguesa» o «un cristianismo de seguimiento». Como alguien escribió con ingenio «se trata de vivir hoy en el aire de Jesús y no al aire que más sople». El Señor hoy en el evangelio invita a seguirlo con radicalidad, que es algo diferente del radicalismo fanático de algunos y del optimismo insensato de otros. Un cristiano es alguien que, amando al mundo como lo ama Jesús, sigue al Maestro con libertad de y ante todo, incluso la familia. Con esfuerzo y con renuncias, pero con alegría, porque el Señor no llama a renunciar, eso es una condición o una consecuencia, llama para ser libres y felices.

La Opinión-El Correo de Zamora, 27/06/10.

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