domingo, 13 de septiembre de 2009

Tú eres Mesías


NARCISO-JESÚS LORENZO

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario - Ciclo B

El Evangelio de este domingo se presenta como una especie de díptico. La primera parte narra la confesión de Pedro de Cristo como Mesías. La segunda: el reproche de Jesús a Pedro. Jesús está preocupado por la interpretación que la gente esté dando a su misión. Por ello pregunta a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Pero quiere saber, sobre todo, que piensan ellos. Pedro se adelanta y dice: «Tú eres el Mesías». Inmediatamente Jesús les aclara su «programa», generando en ellos una profunda confusión y consternación. «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser condenado… ser ejecutado. Y resucitar a los tres días». En pocas palabras anticipa cómo van a ser las cosas. Para intentar acabar con él van a seguir una doble estrategia: 1. Acusarlo de interferir y ser una amenaza para los diversos intereses políticos. 2. De ser un blasfemo porque se presenta como la palabra y el proyecto definitivo de Dios sobre la vida humana y la religión. Sin embargo todo lo que va a soportar no será sólo el resultado de la maldad, sino que Dios está haciendo surgir, en medio de tanta mentira, de tanta crueldad y tanta influencia diabólica, su Reino de perdón y oportunidades de una vida nueva para todos. Por supuesto para las víctimas y los hombres y mujeres santos de todos los tiempos. Pero, incluso, para toda suerte de cínicos y verdugos, para que se desprendan de la vieja piel de serpiente y se revistan del hombre nuevo. La Resurrección, sobriamente anunciada, es la prueba de que las cosas comenzarán a cambiar decisivamente.

Hoy que se silencian o vierten las más variadas opiniones sobre Jesús y todo lo suyo, incluso ofensivas; donde la sola mención de su nombre o su imagen molestan, hasta sancionar a equipos de fútbol por comenzar un partido con una plegaria; donde se suspende de empleo o sueldo empleadas por no quitarse una pequeña cruz; donde las pocas imágenes que quedan en espacios públicos del Crucificado son, para algunos defensores de libertades, algo insultante, «toca dar la cara». Es en este mundo maravilloso, lleno de oportunidades y contradicciones y hasta hostil, en el que tenemos que vivir. En medio de las más variadas, favorables, acertadas, equivocadas u contrarias opiniones sobre Jesús no nos queda otra que responder a la pregunta: ¿Tú, quién dices que soy yo? Y ¡ya va siendo hora de que lo hagamos! Con o sin vergüenza, con titubeos o con firmeza, sean cuales sean las consecuencias. ¡Mostremos, amigos, un mínimo de dignidad y de lealtad por Cristo! ¡Ojalá llegáramos a decir como san Pablo a familiares, amigos, conocidos y colegas!: «Para mí la vida es Cristo». Y ¡ojo! Pidamos siempre que nos inspire Dios, no nos pase que Cristo tenga que reprendernos como a Pedro, empeñado en hacerle cambiar de opinión: «Quítate de mi vista… tú piensas como los hombres no como Dios». Una última cosa: En todo memento vivamos en paz, con elegancia y mansedumbre las distintas crisis: las reeditadas persecuciones que se darán siempre que Cristo se considere una amenaza para negocios, candidaturas o intereses personales. «El que pierda su vida por el Evangelio, la salvará».

La Opinión-El Correo de Zamora, 13/09/09


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