El próximo domingo 17 el obispo de Zamora
presidirá la eucaristía en memoria de San Alfonso Rodríguez a los 25 años de su
canonización por Juan Pablo II. Será a las 12,30 horas en la iglesia de San
Andrés, y a continuación se hará una ofrenda floral ante su estatua en la Plaza
del Seminario.
Zamora, 14/11/13. El próximo 16 de noviembre es la memoria litúrgica
de San Alfonso Rodríguez, mártir
jesuita en las Reducciones del Paraguay, que fue canonizado junto con otros
compañeros en 1988 por Juan Pablo II. Con este motivo la conmemoración de la
Diócesis de Zamora de este año tendrá un carácter especial, con la eucaristía
que presidirá el obispo Gregorio Martínez Sacristán el domingo 17 a las 12,30 horas
en la iglesia de San Andrés.
Al finalizar la Misa se realizará
una ofrenda floral ante la estatua de San Alfonso en su nueva ubicación, la
Plaza del Seminario, adonde ha sido trasladada esta misma semana desde el
Parque de las Viñas por el Ayuntamiento de la capital. Por ello, el nuevo
delegado diocesano de Misiones, David
Villalón, convoca a los fieles “a
participar en estos actos en homenaje a nuestro único santo mártir zamorano”.
Aniversario de la canonización
El pasado 9 de noviembre se hizo
pública en la Santa Sede la carta
con la que el papa Francisco nombró
al cardenal Claudio Hummes su enviado
especial a Paraguay, con motivo de la celebración con la que culminará en la
ciudad de Asunción la peregrinación nacional de las reliquias de San Roque González de Santa Cruz y de
sus compañeros mártires, en el XXV aniversario de su canonización.
La celebración será el 15 de
noviembre, recordando el martirio de estos santos misioneros de la Compañía de
Jesús, ocurrido en 1628 en las reducciones de Paraguay: San Roque González, primer santo paraguayo, el zamorano Alfonso Rodríguez y el belmonteño Juan del Castillo, “cuyas vidas estuvieron marcadas plenamente por el amor: amor a Dios y,
por Él, a todos los hombres, en especial a los más necesitados, a aquellos que
no conocían la existencia de Cristo ni habían sido aún liberados por su gracia
redentora”.
Como recuerda el Papa en su
misiva, fueron canonizados por Juan Pablo II y en este Año de la Fe se cumple
el XXV aniversario de esa solemne celebración. “Esta canonización de tres mártires jesuitas es también un motivo de
sano orgullo para toda la Compañía de Jesús”, dijo el papa Wojtyla, en su
homilía en la canonización que celebró en Asunción en 1988, señalando que “Roque González se encuentra entre los primeros
jesuitas del nuevo continente, y Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo
pertenecen a aquel grupo de hombres generosos que, respondiendo a la llamada de
Jesús para incorporarse a su compañía, llevaron a Cristo por todo el mundo”.
En la capital paraguaya, Juan
Pablo II destacó entonces que “sabiéndose
responsables en cuanto a la necesidad de custodiar la dignidad humana en aquel
momento de la historia, el padre Roque González, el padre Alfonso Rodríguez, el
padre Juan del Castillo y tantos otros cristianos, afrontaron el tremendo
desafío que había supuesto el descubrimiento del llamado Nuevo Mundo.
Convencidos de que el Evangelio es mensaje de amor y de libertad, procuraron
dar a conocer “la verdad en Cristo Jesús” (Ef 4, 21) a lo largo y a lo ancho de
estas tierras”.
Perfil biográfico del santo mártir
Alfonso Rodríguez Olmedo nació en Zamora el 10 de marzo de 1598,
hijo de Gonzalo Rodríguez y María de Olmedo, una familia modesta y
piadosa. Tras estudiar las primeras letras en su ciudad natal, ingresó en la
Compañía de Jesús en 1614, en Salamanca. Tras realizar el noviciado en
Villagarcía de Campos (Valladolid) iba a ser enviado a Pamplona, para hacer los
estudios de Filosofía, cuando pasó por el noviciado Juan de Viana, procurador de la que era entonces Provincia
Jesuítica del Paraguay. Tenía permiso del general de la Compañía Mucio Vitelleschi para reclutar religiosos
que fuesen a trabajar en las misiones. Su propuesta tuvo acogida en el generoso
corazón de Alfonso, quien fue aceptado y embarcó en Lisboa con otros 37
compañeros, el 2 de noviembre de 1616, desembarcando en el puerto de Santa
María de los Buenos Aires el 15 de febrero del año siguiente.
Pasó Alfonso al Escolasticado que
la Compañía de Jesús tenía en la ciudad de Córdoba (Argentina), para realizar
estudios superiores eclesiásticos. A fines de 1623 o principios de 1624 fue
ordenado sacerdote. Concluidos los estudios teológicos, comenzará a evangelizar
entre los guacurúes, una de las reducciones más trabajosas, debido a la
dificultad del dialecto indígena allí utilizado.
En 1627 fue destinado a
Encarnación de Itapuá, reducción fundada en 1615 por Roque González. Junto con éste fundaría en 1628 una nueva reducción
de Todos los Santos del Caaró, que sería su último destino. El 15 de noviembre
de 1628, a los 30 años de edad, Alfonso es asesinado brutalmente por algunos de
estos mismos indígenas azuzados por un cacique.
El 28 de enero de 1934 los
mártires del Caaró e Ijuhí fueron beatificados por Pío XI. Entre ellos se encontraba Alfonso Rodríguez, que sería
canonizado en Asunción junto con sus dos compañeros Roque González y Juan del
Castillo por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1988, durante su visita a Paraguay.
Zamora, además de acoger la
estatua de San Alfonso realizada por Ricardo
Flecha que estrena ubicación en la Plaza del Seminario, guarda la memoria
del mártir con varios elementos, entre los que se encuentran el Coro San
Alfonso de Zamora, la residencia de estudiantes que lleva su nombre (con un
busto también del escultor Flecha en el exterior) y un gran cuadro en la
iglesia parroquial de San Ildefonso en la capital.
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