domingo, 25 de septiembre de 2011

Publicanos y rameras en camino


FRANCISCO GARCÍA MARTÍNEZ

Domingo XXVI del tiempo ordinario – Ciclo A

“¿Qué os parece?” (Mateo 21, 28-32)

¡Qué difícil es comprender la lejanía que nos separa de Dios! Pero, más aún, ¡qué difícil comprender en ese mismo instante su inmensa cercanía a nuestra vida! Escuchamos a Jesús: «uno dijo no, pero después fue; otro dijo sí, pero no fue». E inmediatamente nuestro cerebro se pone a funcionar y se dice: Jesús está hablando de la hipocresía y nuestro dedo se extiende hacia adelante apuntando a los curas, a los políticos, al vecino de al lado… a los que dicen y no hacen… Y en ese mismo instante, cuando hemos creído entender a Jesús, mientras seguimos apuntando con el dedo, Jesús toma de nuevo la palabra: «Os aseguro que los publicanos y las rameras os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios», y quedamos confundidos: ¿Te referías a nosotros?, ¿no somos nosotros los que te acompañamos, los que en esta sociedad inmoral resistimos en la Iglesia?, ¿no somos nosotros los que en medio de esta corrupta y frívola masa de hombres y mujeres indiferentes a tu palabra permanecemos a tu lado?

Y nos responde: sí, es verdad, pero ¿sabéis que mi amor por vosotros es fruto de la misericordia o creéis que no me quedaba otra que elegiros a la vista de tanta gente despreciable? ¿Sabéis ya que vuestro sí esconde muchos noes ocultos incluso para vosotros mismos?

A mis primeros amigos también les costó descubrir el fondo de su corazón, pero un día contemplaron, en medio del llanto, cómo me abandonaban, cómo les traicionaba su voluntad, presos como estaban de una fe mayor en los bienes de la vida que en la vida de mis palabras. Y descubrieron que eran como todos: hombres y mujeres llamados a la viña y perdidos por el camino. Y después vinieron otros discípulos y cayeron de nuevo. Unas veces se vendieron como prostitutas confiando en los encantos de su vida, otros como publicanos confiando en que sacarían vida eterna de los tejemanejes de sus negocios.

Es difícil aceptar, comprender. ¿Es que Jesús nos iguala a todos?, porque el pecado no es igual de grave en unos que en otros. Aunque, ¿acaso no es verdad que a todos nos tiene dominados de una u otra forma?, ¿no es verdad que a todos nos maneja antes o después, que tenemos un sí y un no que se mezclan en nuestra vida? Quizá solo alcancemos a comprender si dejamos de apuntar a los demás y nos volvemos a Cristo como publicanos y rameras en busca de su misericordia.

Quien comprende esto entra para siempre en el misterio del amor y sabe que su vida está con un pie en la puerta abierta del Reino de los cielos.

La Opinión-El Correo de Zamora, 25/09/11.

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