En la mañana de hoy se ha celebrado en Zamora la Jornada Sacerdotal, en la que el presbiterio diocesano ha festejado a su patrón, San Juan de Ávila, dando gracias por cinco sacerdotes que cumplen 60 años de ministerio y siete que hacen sus Bodas de Oro. La Jornada comenzó con la eucaristía, continuó con una conferencia y finalizó con la comida en el Seminario.
Zamora, 10/05/11. Con motivo de la memoria litúrgica de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, el presbiterio diocesano de Zamora se ha reunido en torno a su obispo, Gregorio Martínez Sacristán, para celebrar la Jornada Sacerdotal. Más de un centenar de sacerdotes han iniciado la Jornada concelebrando la eucaristía en la iglesia de San Andrés, la iglesia del Seminario.
En los primeros bancos de la iglesia estaba la mayor parte de los sacerdotes que celebran este año sus Bodas de Platino y de Oro. Los primeros, los que fueron ordenados en 1951, son José Iglesias Rodrigo, Eladio Mesonero González, Lauro Nogal Álvarez, José María Joaquín Rodríguez y Eutiquio Pando Gómez.
Por otro lado, celebran sus Bodas de Oro de ordenación Jeremías Rodríguez Miguel, Pedro Gamazo Gómez, Luis Martín Álvarez, José María Alonso Rico, Antonio González Pascual, Pompilio Álvarez Bermejo y Valeriano Lorenzo del Barrio.
En la homilía de la eucaristía, el prelado zamorano saludó especialmente a los 12 sacerdotes que cumplen “efemérides de gozo y de gracia, como son los 50 y 60 años de ministerio”. Expresó su deseo de “que la Iglesia, al conmemorar a San Juan de Ávila, crezca por el celo ejemplar de sus ministros”, haciéndose eco de la oración colecta de la misa del día.
Martínez Sacristán afirmó que “es un gozo grande para una Diócesis recordar a este puñado de hombres con tantos años a sus espaldas de servicio apostólico”, y se dirigió a ellos directamente al decirles que “50 y 60 años en el surco de la vida sacerdotal son muchos años, y seguís en la brecha, de maneras distintas. Aún jubilados, estáis trabajando para la construcción de la Iglesia santa de Dios, y por eso le damos gracias”.
El obispo también hizo una acción de gracias por la reciente beatificación de Juan Pablo II, pidiendo “que su memoria sea un estímulo para nosotros, ayuda en nuestra debilidad y ejemplo de entrega hasta el final, con la cruz del dolor”. Para finalizar, llamó a los sacerdotes a implicarse activamente en la promoción de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) del próximo agosto, y en la canonización de la Madre Bonifacia Rodríguez de Castro, que tendrá lugar en octubre en Roma.
Conferencia
Después de la eucaristía, que finalizó con el canto del Regina coeli y del himno a San Juan de Ávila (“Apóstol de Andalucía”), tuvo lugar la conferencia formativa en el Seminario San Atilano. El ponente fue Ángel Cordovilla Pérez, sacerdote diocesano de Salamanca, y actualmente profesor de Teología en la Universidad Pontificia de Comillas.
Fue presentado por Luis Miguel Rodríguez, delegado diocesano para el Clero de Zamora, que destacó su identidad sacerdotal y su trayectoria intelectual. “Jesucristo, rostro, camino y horizonte del amor” es el título de la conferencia que dio el profesor Cordovilla. Comenzó diciendo que Cristo “preside la vida de la Iglesia, y la de todo hombre que quiera vivir su amor”.
El ponente explicó cómo Jesucristo es el rostro del amor, de la caridad, y por eso destacó la alteridad: “el otro, antes que objeto de nuestro amor, es sujeto que debe verse reconocido en su dignidad”. Hay dos formas de situarse ante el amor: “la primera es la que ve la caridad como un objeto, entendiéndola de forma funcional y posesiva”, mientras que la otra actitud “se sitúa ante la realidad como un milagro, que se me da y toma rostro y figura ante mí”.
La realidad no está ahí para poseerla, “sino para contemplarla acogedoramente, dejándonos impresionar por ella”. Por eso, para un cristiano, “el otro no es un objeto, sino un rostro que me interpela”. Esto tiene aplicación práctica para la actividad caritativa de la Iglesia: “el prójimo no es un objeto de mi amor y caridad, sino un sujeto que me interpela en libertad y gratuidad”.
“La vida cristiana es, ante todo, una respuesta a una realidad previa, que debe ser acogida”, señaló Cordovilla. Y debe evitarse caer en dos peligros –en los que la Iglesia ha caído en algunas ocasiones en su historia– desde la convicción de que Cristo es el rostro del amor: la instrumentalización de los pobres y el paternalismo. “Nuestra primera tarea no es hacer, sino contemplar y acoger el rostro del otro, ya sea el de Cristo o el de los hombres”.
“¿Qué imagen de Cristo necesita el hombre de hoy que se revele en su vida concreta?”, se cuestionó el ponente. Y se refirió a la encarnación, ya que Dios no se hizo hombre en abstracto, sino en concreto. Por eso han sido de ayuda los estudios sobre el Jesús histórico, para percibir “su continuidad y discontinuidad con el mundo en el que vivió”. Así hemos podido comprender que “Jesús fue un judío singular y marginal, ya que interpretó y consumó el judaísmo de una forma nueva, y un marginal desde el punto de vista social”.
El Nuevo Testamento “enseguida comprendió, en su teología, que la historia de este judío marginal era la historia del Hijo de Dios preexistente, y su presencia significaba la encarnación del Verbo de Dios”. Se hizo pobre para enriquecernos con su gracia, y siguió un camino de descenso hasta una muerte ignominiosa, aunque luego el camino fue ascendente, hasta la glorificación. “Éste es el camino de la encarnación, y el que quiere vivir la Iglesia”.
Por eso, además de hablar del rostro de Cristo, Ángel Cordovilla habló de Jesús como camino del amor. “Él es origen, camino y meta, y por eso está siempre ante nosotros, pero también como pionero: va delante en el camino de la Iglesia, precediéndola en su acción en el mundo”. Es verdad, señaló, “que el ejercicio de la caridad ha de tener en cuenta las nuevas situaciones, los nuevos rostros de la pobreza y las nuevas formas de atenderla y evitarla. Pero en esa adecuación no ha de perder nunca de vista que sigue a su Maestro y Señor”.
“Las formas cambian, pero la esencia de esta acción permanece, porque es Cristo quien abre siempre el camino. El servicio de la caridad en la Iglesia está ligado a su ser y a su naturaleza. Sólo puede entenderse desde el amor de Dios realizado en Cristo Jesús, quien es el sujeto principal de la misión, y se hace presente en la acción de la Iglesia: la acción sacramental, el anuncio del evangelio y el servicio de la caridad”, explicó.
Jesús es, además de pionero, modelo y fundamento de la caridad de la Iglesia. Y en este momento Cordovilla se sirvió de un texto del Concilio Vaticano II (constitución pastoral Gaudium et spes 22): “Cristo trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre y amó con corazón de hombre”. Son los lugares concretos de la revelación encarnada de Dios y de la realización plena del ser humano. La Iglesia, por tanto, ha de pasar por ese itinerario.
“La Iglesia no puede hipotecar su libertad en el ejercicio de la caridad, que siempre tiene que ir acompañado por el testimonio de Dios, hasta sus últimas consecuencias, aunque tenga que ser entregando la propia vida”. Y, por último, habló de Jesucristo como horizonte del amor, señalando que “el horizonte es anámnesis, recuerdo y anticipo del momento que esperamos. Seremos juzgados en el amor. Ese rostro que nos interpela, con una historia concreta, es juicio definitivo. No un juicio como amenaza, sino siempre salvífico”.
Hay un texto que resume bien esta triple articulación de la ponencia, según el propio teólogo: “el discurso de las bienaventuranzas, que tiene que seguir siendo evangelio, buena noticia, para los hombres de hoy. Lo más significativo es que las bienaventuranzas han iluminado a muchos hombres y mujeres que quieren seguir el evangelio de forma radical, han fortalecido a muchos que sufren por la justicia del Reino”. Hay un consenso común en que hay que entenderlas desde la persona de Cristo, y por eso son un reflejo de su rostro. “Son como una velada biografía interior de Jesús, como un retrato de su figura”, como dice Benedicto XVI.
También podemos afirmar que las bienaventuranzas “son un camino concreto para los seguidores de Jesús, señales que indican el camino a la Iglesia. Finalmente, deben ser comprendidas desde su horizonte escatológico: hablan de una intervención decisiva de Dios en la historia, ya en este momento histórico, como juicio anticipado”.
Tras la conferencia, los sacerdotes compartieron la comida en el mismo Seminario, donde el obispo hizo entrega a los doce homenajeados con un regalo en nombre de la Diócesis.
Álbum fotográfico de la Jornada Sacerdotal en:
https://picasaweb.google.com/obzamora.mcs/JornadaSacerdotal2011#
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