sábado, 11 de septiembre de 2010

Por tu santa cruz has redimido al mundo


NARCISO-JESÚS LORENZO

Domingo XXIV del tiempo ordinario – Ciclo C

“La misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta (Lc 15, 1-32)

Quisiera este domingo invitar a los lectores a fijar la atención en la Santa Cruz, porque una fiesta y un acontecimiento se avecinan y tienen que ver con el lugar y el modo de nuestra salvación. El próximo martes la Iglesia celebra la fiesta de la «Exaltación de la Santa Cruz» y entre los días 11 y 14 de noviembre tendremos en Zamora la Cruz de los Jóvenes que peregrina por las diócesis, parroquias y comunidades de los países en los que tiene lugar el multitudinario encuentro de los jóvenes de todo el mundo con el Santo Padre, en la llamada JMJ, Jornada Mundial de la Juventud.

La cruz ha dejado de impactar a la mayoría, convertida en una joya, en una obra de arte; en el mejor de los casos es objeto de devoción, devotos de este o de aquel cristo. Y curiosamente a pesar de esta irrelevancia o desactivación simbólica, no deja indiferentes a los enemigos del cristianismo que se empeñan en patrullar la sociedad civil para eliminar de aulas, salones de plenos, cerros o lechos de enfermos los pocos ejemplos que aún queden. No debemos olvidar que lo primero de lo que informa una cruz es de que se trata de un instrumento de suplicio y muerte. Para todos los cristianos, de la Redención. La cruz evoca como mínimo estas palabras de Cristo: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos». No hace mucho fue un gran éxito de público la película dirigida por Mel Gibson titulada «La Pasión». Fue tal su impacto que muchos cristianos se quejaron de que era excesivamente cruel… Como si la condena y ejecución de Jesús hubieran sido menos crueles, rodeadas de claveles, azucenas e incienso. Nosotros no hablamos de condenas y ejecuciones sino de Pasión. Contemplar la Cruz de Cristo es contemplar la Pasión del Señor. Y la Pasión de Cristo es su amor apasionado. Amor sin reservarse nada, ni la vida, ni su sangre. La Muerte de Jesús se convierte en camino para llegar en fidelidad hasta el Padre. El suplicio de la Cruz en el rescate pagado a un mundo de pecado sediento de sangre. Pero sobre todo es la expresión del amor como perdón; Jesús grita a su Padre: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». Del amor como Compasión; Jesús dice al buen ladrón: «Te lo aseguro. Hoy estarás conmigo en el paraíso». De un amor como participación del destino de la humanidad abocada a la muerte. Dice el Apóstol Pablo de Cristo: «Se despojó de su rango… hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz». Por ello cada vez que hagamos la señal de la Cruz no olvidemos lo que le hemos costado a Cristo, y hasta qué extremos nos ama. Celebremos con una devoción semejante al Viernes Santo la fiesta del 14 de septiembre. Y cuando llegue la Cruz de la Jóvenes hagamos por descubrir y hacer ver a nuestros chicos la maravilla de una vida entregada como la de Cristo y por Cristo.

La Opinión-El Correo de Zamora, 12/09/10.

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