AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ
Solemnidad del Apóstol Santiago
“No sea así entre vosotros” (Mt 20, 20-28)
No hace mucho tiempo se suscitó entre nosotros una cierta polémica en torno a un determinado modelo iconográfico del apóstol Santiago, aquel en que aparece como guerrero sobre blanco corcel en la batalla de Clavijo, de acuerdo con una antigua leyenda. Se pretendía eliminar estas imágenes no por otra razón que la etnia de los vencidos. Afortunadamente parece que se impuso el respeto al pasado y se olvidó la disputa.
Sin pretender, no obstante, ningún tipo de iconoclastia, sí es necesario que esa imagen no sea la que represente al hijo del Zebedeo y mucho menos la que ilumine su patronazgo sobre las Españas con el talante que sugiere, perteneciente a épocas pasadas pero presente aún en reductos recalcitrantes. Hacer del apóstol Santiago un héroe violento imponiendo por la fuerza la fe es distorsionar gravemente lo que debe ser un discípulo y contradecir las palabras de Jesús en el evangelio de hoy.
«El que quiera ser grande entre vosotros sea vuestro servidor». Es verdad que le costó asumirlo. El relato presenta a la madre recomendando a sus hijos ante Jesús para que les dé un puesto relevante. Y los otros diez se indignan, tal vez hipócritamente, porque se había atrevido a formular lo que probablemente todos estaban pensando. Pero, dejando aparte leyendas piadosas, sabemos que se convirtió en servidor predicando incansablemente la Buena Noticia en Palestina y siendo el primero en sufrir el martirio por su fe por orden del rey Herodes. De buscador de honores se transformó en servidor.
Y es que el discípulo de Jesús es exactamente lo contrario de una persona que busca honores y poder. El cristiano debe saber que sólo hay un camino para ser grande: el camino humilde de quien sabe vivir en el servicio desinteresado a los demás «como el Hijo del Hombre que no ha venido a ser servido sino a servir…»
Un autor del siglo II escribe que los cristianos no se distinguen de los demás por apariencias «sino que habitan ciudades griegas o bárbaras, según la suerte que a cada uno le cupo, y adaptándose en vestido, comida y demás género de vida a los usos y costumbres de cada país, dan muestras de un tenor de peculiar conducta, admirable y, por confesión de todos, sorprendente» (Diogn. V, 4). El servicio frente al dominio es, sin duda, ese tenor peculiar y sorprendente, tan escaso en nuestra sociedad, y que debe distinguir a los discípulos del Nazareno, curas, obispos y laicos, ocupen el lugar que les corresponda.
Nada de ¡Santiago y cierra España! Al contrario, ¡Santiago y abre España! Al servicio, a la corresponsabilidad, a la solidaridad… y a la fe en el único Señor.
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