domingo, 25 de julio de 2010

Dos lobos


ÁNGEL CARRETERO MARTÍN

La celebración del Mundial y la llegada a la cima de este Everest futbolístico por parte de nuestra selección española ha hecho que en las últimas semanas todo un país haya relativizado de golpe y porrazo la gravedad de la crisis económica, el caso Gürtel, el polémico Estatut, la Ley del Aborto, la violencia de género, los Planes de Ajuste o la Ley del Empleo. En pocos días unos míticos futbolistas españoles han logrado fortalecer la identidad y la unidad de los ciudadanos más que toda la historia de la democracia. Cuántos hogares españoles siguen presumiendo con orgullo en ventanas y balcones de la bandera que nos representa; cuántos hemos abarrotado plazas, terrazas y bares llegando a tararear con fuerza el himno nacional después de ese histórico gol de Iniesta; cuántos han coreado hasta quedarse afónicos el famoso «yo soy español, español, español» o el «¡Viva España!» de Manolo Escobar que también dio la vuelta al mundo.

A uno le da que pensar el hecho de que un balón y veintitrés heroicos jugadores hayan sido capaces de contagiar principios y valores como los señalados por el seleccionador nacional en sus primeras declaraciones tras la victoria. Por cierto, parece ser que a alguno le ha molestado e incluso ha tratado de impedir que determinados futbolistas hicieran la señal de la cruz en el momento de salir al campo de juego pero mire usted por dónde que, guste o no, eso también forma parte de los principios y valores de la persona y de la sociedad. Ahora bien, la duda que me surge es si pasado el efecto anestesiante de dicha victoria nos mantendremos todos a una en otras «cosas» distintas del fútbol y en las que sí que no va la vida real en ellas.

Hace algún tiempo un amigo periodista me contaba la historia de un viejo amerindio que estaba hablando con su nieto. Le decía: «Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión». El nieto preguntó: «Abuelo, dime, ¿cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?». El abuelo contestó: «Aquel al que yo alimente». Pienso que eso mismo es lo que sucede en nuestra vida y que es así en realidad como también vamos escribiendo nuestra historia. De nosotros depende que sea una vida y una historia de resentimiento incurable o de empeño por subir el listón de nuestra convivencia y solidaridad aunque algunos de nuestros dirigentes crean arañar algunos votos al no pasar página a la historia; y lo único que están consiguiendo es alimentar al lobo enojado. Pero todos tenemos el poder de cambiar. Siempre podemos elegir. Todo depende del lobo que queramos alimentar.

La Opinión-El Correo de Zamora, 25/07/10.

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