domingo, 18 de octubre de 2009

A contracorriente


AGUSTÍN MONTALVO

DOMINGO XXIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

“No sea así entre vosotros” (Mc 10, 35-45)

“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”, le piden los hijos de Zebedeo a Jesús. Al enterarse los otros discípulos se indignaron contra ellos, tal vez porque se habían atrevido a formular lo que ellos mismos estaban pensando. Probablemente muchos de nosotros al escuchar el osado ruego de los dos hermanos nos sintamos escandalizados o, como mínimo, sorprendidos. Pero esta sorpresa es engañosa, porque la petición manifiesta un afán innato de todo ser humano, también por ello de nosotros. Con acierto Adler señala “la voluntad de poder” como impulso básico que condiciona el comportamiento humano. Se puede expresar de formas diferentes: afán de poder, necesidad de éxito, de ser valorado, de ser el centro, de significarse…

Así ha sido en la historia y así sigue siendo entre nosotros. No tenemos más que mirar cuanto sucede a nuestro alrededor, examinar buena parte de las noticias que ocupan las primeras páginas de los diarios o de los informativos, incluso analizar nuestros propios impulsos, no siempre controlados. Pensamos que para afirmarnos, para asegurar nuestra pequeña felicidad o mantener nuestra libertad es necesario dominar a los demás. Parecería que no somos capaces de crecer o de ser algo si no es dominando a los otros. Buena muestra es el diálogo: hay personas que siempre creen tener la razón y tratan de imponerla ignorando a los interlocutores. No es extraña a veces esta forma de actuar entre quienes intentamos seguir a Jesús.

Este deseo de dominio no proviene de la fuerza, sino de la debilidad, de la “idea de inferioridad” (Adler).

Pero Jesús propone a sus seguidores un camino contrario: “el que quiera ser grande sea vuestro servidor”. No se trata fundamentalmente de un consejo moral (“hay que hacer”), se trata ante todo de una nueva forma de ser: servidor, encarnada en su persona. Él es el “siervo de Yavé” “que no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos”. Como dice un autor francés “el camino de la cruz no es sufrir, sino antes de nada servir”. Quiere cambiar la mentalidad, convertir el impulso de poder en alegría de servir.

Quienes aceptan vivir desde el servicio, la generosidad y la solidaridad son personas de las que emana una auténtica autoridad. No necesitan vocear, imponer, manipular ni adular, atraen por su generosidad y nobleza de vida, que transparenta la grandeza del mismo Jesús. ¿A que todos conocemos algunas?

La jornada del DOMUND sin duda es rica en testimonios en la vida de innumerables misioneros.

La Opinión-El Correo de Zamora, 18/10/09.


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