lunes, 29 de marzo de 2010

El obispo preside el Miércoles Santo la Misa Crismal


El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, presidirá el próximo Miércoles Santo la Misa Crismal en la Catedral, acompañado por la mayor parte del clero diocesano. Será a las 11 de la mañana, y en ella los sacerdotes renovarán las promesas de su ordenación, se bendecirán los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, y se consagrará el santo Crisma.

Zamora, 30/03/10. El próximo Miércoles Santo (31 de marzo), la mayoría de los sacerdotes de la Diócesis de Zamora se darán cita en la Catedral para concelebrar la Misa Crismal, que presidirá el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, a las 11 horas. A esta celebración están invitados todos los fieles, que cada año van llenando más el primer templo zamorano.

La Misa Crismal es la primera de la liturgia del Jueves Santo, anterior a la Misa de la Cena del Señor, y en muchos lugares se adelanta, como en Zamora, para facilitar la participación de los sacerdotes y del pueblo. Porque en esta celebración, como señala en su carta de convocatoria el vicario general, Juan Luis Martín, “los presbíteros renovaremos ante el Pueblo de Dios las promesas sacerdotales de la Ordenación”.

Además, en esta eucaristía el obispo consagra el Santo Crisma y bendice los óleos de los catecúmenos (empleado en el bautismo) y de los enfermos (empleado en la unción de los enfermos, de ahí el nombre de “Misa Crismal”.

La palabra “crisma” proviene del término griego chrisma, que significa unción (y por ello Cristo significa ungido, Mesías). Así se llama al aceite y bálsamo mezclados que el obispo consagra este Miércoles Santo por la mañana, y que servirá para ungir a los nuevos bautizados, signar a los confirmados y ordenar a sacerdotes y obispos. En una procesión solemne los óleos son llevados al presbiterio de la Catedral en tres ánforas que se guardan antes en el Coro, para ser bendecidos.

Por eso Juan Luis Martín afirma que “en la Misa Crismal pediremos por los que van a recibir el Bautismo y la Confirmación para que sean testigos fieles de Jesucristo en esta sociedad que tanto invita a lo contrario. Asimismo, tendremos presentes a quienes, envueltos en la niebla de la enfermedad, el dolor y la ancianidad, van a recibir la Unción. Y al recordar a quienes vayan a ser ungidos en el sacramento del Orden, suplicaremos al Señor que haya jóvenes con el corazón bien dispuesto al don de su llamada al ministerio sacerdotal”.

Están convocados todos los sacerdotes y seminaristas, consagrados, movimientos y cofradías, y todos los fieles en general, para participar en una celebración que quiere “reconocer a Jesucristo como profeta, sacerdote y Señor de su pueblo, manifestar el ministerio del obispo en la diócesis como signo especial de Jesucristo, y expresar la unidad de todo el presbiterio en torno a Cristo y al obispo y estimular su fidelidad en el servicio a toda la comunidad diocesana”, en palabras del vicario general.

domingo, 28 de marzo de 2010

Beata Bonifacia Rodríguez: una vida ligada a Zamora, y un milagro para la santidad


La Madre Bonifacia, fundadora de las Siervas de San José, fallecida en Zamora en 1905 y beatificada por Juan Pablo II en 2003, muy pronto será proclamada santa de la Iglesia, después de que Benedicto XVI haya autorizado la promulgación del decreto donde se reconoce un milagro realizado por su intercesión.

Zamora, 28/03/10. Recogemos tres documentos de interés relativos a la próxima canonización de la beata Bonifacia Rodríguez Castro, fundadora de las Siervas de San José y fallecida en la ciudad de Zamora: un resumen del milagro que ha sido reconocido oficialmente por Benedicto XVI ayer, un resumen biográfico de la Madre Bonifacia, y una explicación del proceso que se sigue para declarar la santidad de una persona.

Un milagro para la santidad

Según se relata en la crónica del proceso que se ha seguido para el reconocimiento del milagro que llevará a la canonización de la beata Bonifacia Rodríguez Castro, calladamente, dulcemente, en el marco de la vida ordinaria, Bonifacia se hizo presente en la vida de Kasongo Bavon, comerciante congoleño de 33 años, que quería vivir para que su niña de tres años no quedase huérfana.

Era el 6 de junio. Bavon estaba gravísimo, no había esperanza para él. Nuestras hermanas del Congo y el médico de cabecera, Dr. Muyumba Mukana Patrick, comenzaron a rezar con fe a nuestra fundadora como única tabla de salvación para aquel joven padre que se les iba de las manos. Se les unieron en la oración los enfermeros del hospital. Y el 9 de junio, además, su padre y su cuñado, protestantes, y su mujer y el propio Bavon, neo-apostólicos, que acababan de conocer a Bonifacia.

Y, contra toda esperanza, Kasongo Bavon no se murió. Al día siguiente de la tercera operación, 10 de junio, desde la mañana temprano buscaba con ansia a Sacramento Villalón, Sierva de San José, para que le diera de comer. Era algo así como el signo de Jesús a Jairo cuando le devolvió a su hija, o al centurión cuando le dijo que su criado estaba curado: “dadle de comer”. Bavon se sentía curado y pedía de comer.

Sucedió en Kayeye (Katanga, República Democrática del Congo) en 2003, en el sencillo hospital que dirigimos las Siervas de san José. Se acababa de conocer a nivel privado la fecha de la beatificación de nuestra fundadora y la gravedad de Bavon coincidía con el aniversario de su nacimiento, 6 de junio. Todas las hermanas de la Delegación rezaron pidiendo por su intercesión la curación de Bavon.

Biografía de Bonifacia Rodríguez, fundadora de las Siervas de san José

Bonifacia Rodríguez es una trabajadora manual que nace en Salamanca (España) el 6 de junio de 1837. La experiencia de Dios crece y madura en ella al ritmo del trabajo, que ocupa el entero arco de su vida. El Dios que descubre Bonifacia tiene el rostro de Jesús, trabajador en Nazaret, al que sigue fielmente por el camino de la vida ordinaria en oración y trabajo y por el camino de la cruz en humillación y abandono.

Recibe la fe de sus padres en un taller de sastre, el de Juan Rodríguez, su padre. Con sólo 13 años aprende el oficio de cordonera, con el que comienza a ganarse el sustento a los 15, por muerte de su padre. Su taller de cordonera atrae a un grupo de chicas que se reúnen en él al calor del testimonio de vida y amistad de Bonifacia. Fruto de los ratos agradables que allí pasaban los domingos y festivos, es la Asociación Josefina, creada en torno a ella.

El trasfondo evangélico de aquel taller no le pasa desapercibido a Francisco Butinyà, jesuita, recién llegado a Salamanca, y el Espíritu le sugiere prolongarlo en una congregación religiosa de mujeres trabajadoras que acogieran en sus Talleres de Nazaret a otras trabajadoras para librarlas del riesgo de perder su dignidad al trabajar fuera de casa. E invita a Bonifacia a fundar con él las Siervas de san José en Salamanca, comenzando la vida de comunidad en enero de 1874.

El proyecto rompía la imagen de la vida religiosa femenina tradicional: aquel grupo de mujeres que no llevaban hábito y se reunían para vivir de su trabajo, acogiendo a otras mujeres que no lo tenían, despierta los recelos del nuevo director, que no capta la entraña evangélica de aquel modo de vida, tan cercano al mundo del trabajo e inserto en él. Y vienen los intentos de rectificación en ausencia del padre Butinyà.

Bonifacia se opone y comienza para ella una dura persecución que la acompaña más allá de su muerte. Nazaret la lleva a la cruz: es la hora de las humillaciones, rechazo, descrédito y exclusión. No se rinde. E inicia en Zamora, con todos los requisitos canónicos, un segundo Taller de Nazaret como lo había diseñado Francisco Butinyà en las Constituciones. Mientras, en Salamanca comienzan a introducir cambios en el objetivo apostólico primigenio.

Bonifacia pone en marcha en Zamora un taller solidario al servicio de la mujer trabajadora decimonónica, tantas veces desprovista de ambientes dignos de trabajo. La comunidad la secunda y la gente de la ciudad y provincia las apoya colaborando económicamente en la obra. Al llegar como obispo en 1892 D. Luis Felipe Ortiz, con proyectos de carácter social, encuentra uno ya establecido en la casa nº 11 de la calle de la Reina, comprada por su antecesor D. Tomás Belestá para las Siervas de san José, y apoya decididamente aquel centro de prevención de la mujer.

Pero, pasado el tiempo, la casa madre no reconoce aquella comunidad fundada legítimamente, por lo que la aprobación pontificia de la Congregación en julio de 1901 no alcanza a la casa de Zamora. Bonifacia lo ha dado todo por aquel proyecto de vida nacido de la contemplación de la Familia de Nazaret. Tiene 64 años. Solamente le quedan la fe y confianza en Dios y el cariño y veneración de su comunidad. Le bastan: ellos harán renacer el taller que sus ojos ven morir. Y espera.

Bonifacia es toda de Dios, en Salamanca no la quieren recibir cuando va a hablar personalmente con las hermanas, pero su gran corazón las disculpa y las perdona, las sigue queriendo igual, y pide a las de Zamora que después de su muerte se incorporen al resto de la Congregación: su fe le deja entrever el futuro de su taller, puesto por ella en las manos de Dios. No tiene duda, y se la ve tranquila, serena, confiada, bondadosa, animando a la comunidad en el lecho de muerte. Y las deja deprisa, muy deprisa, fueron solamente ocho días. Al expirar la envuelve la alegría y una sonrisa de esperanza sella sus labios, pues “Dios le prodigaba por otra parte otros consuelos más sólidos a su sierva”. Era el 8 de agosto de 1905, en Zamora.

La comunidad de Zamora cumple el deseo de Bonifacia y se incorpora a la casa madre el 23 de enero de 1907. Todavía tardará en reverdecer el taller. Será el Vaticano II el que diga a las Siervas de san José, a partir del primer capítulo general de renovación de 1969, que pongan los ojos en el taller de Butinyà y Bonifacia: era la herencia recibida y a ella debían ser fieles. Y hoy la Congregación camina por los senderos trazados por sus fundadores y el taller está siendo recreado en todas las partes donde hay comunidades.

En la historia de salvación de las Siervas de san José, la fe y el amor a la mujer trabajadora pobre de Bonifacia Rodríguez, su fundadora, son cimiento y roca, y la raíz viva de su vida santa, el mejor patrimonio.

(Autora: Victoria López, Sierva de San José)

¿Cómo “se hace” un santo?

A. UN POCO DE HISTORIA

Siempre han existido cristianos que han vivido el amor de Dios y a los demás de manera extraordinaria. Estas personas eran especialmente apreciadas por los creyentes que los habían conocido, tanto por haber sido imitadores de Cristo como por sus poderes de hacer milagros. Por este motivo, los santos originalmente eran aclamados a “vox populi”; es decir, por aclamación popular. Pero surgió la pregunta: ¿Cómo se podía tener la seguridad de que los santos invocados por la gente eran realmente santos?

Para evitar excesos, los obispos tomaron la responsabilidad de ver quiénes debían ser declarados santos en sus diócesis. Concluida la verificación, se les asignaba un día de fiesta, generalmente el aniversario de su muerte, por ser el día en que habían nacido a una nueva vida con Cristo.

A finales del s. X (año 993) tenemos el primer caso en que una canonización es aprobada directamente por un Papa. A partir de 1234 las canonizaciones se reservaron sólo al Sumo Pontífice. En 1588 el Papa Sixto V creó la Congregación de Ritos y la encargó de estudiar los casos de canonización. En 1917 el proceso aparece codificado en el Código de Derecho Canónico y en la década de los 80 se han realizado las últimas reformas para simplificar el proceso.

B. LOS PASOS

Ya en el s. V, los criterios por los que se consideraba “santa” a una persona eran: 1) su reputación entre la gente (“fama de santidad”), 2) el ejemplo de su vida como modelo de virtud heroica y 3) su poder de obrar milagros, en especial aquellos producidos póstumamente sobre las tumbas o a través de las reliquias.

Actualmente hay tres pasos en el proceso oficial de la causa de los santos:

1. Venerable. Con el título de Venerable se reconoce que un fallecido vivió las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las cardinales (fortaleza, prudencia, templanza y justicia) y todas las demás virtudes de manera heroica; es decir, extraordinaria.

2. Beato. Además de los atributos personales de caridad y virtudes heroicas, se requiere un milagro obtenido a través de la intercesión del Siervo/a de Dios y verificado después de su muerte. El milagro requerido debe ser aprobado a través de una instrucción primaria canónica especial, que incluye tanto el parecer de un comité de médicos (algunos de ellos no son creyentes) y de teólogos. El milagro no es necesario si la persona ha sido reconocida mártir. Los beatos son venerados públicamente por la Iglesia local o Diócesis.

3. Santo. Con la canonización, al beato es incluido en la lista o canon de los santos de la Iglesia (de allí el nombre de canonización). Para este paso hace falta otro milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación. El Papa puede obviar estos requisitos. La canonización compromete la infalibilidad pontificia. Mediante la canonización se concede el culto público en la Iglesia universal. Se le asigna un día de fiesta y se le pueden dedicar iglesias y santuarios.

Solo entre la multitud


AGUSTÍN MONTALVO FERNÁNDEZ

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor – Ciclo C

“Bendito el que viene como rey en nombre del Señor” (Lc 19, 38). “Ellos seguían gritando: ¡Crucifícalo!” (Lc 22, 21)

Durante mucho tiempo me costó comprender el contraste entre los gritos que señalan los dos versículos del evangelio de Lucas que encabezan la columna y que leemos en este Domingo de Ramos. Aquellos que subían con Jesús a Jerusalén para celebrar la Pascua lo aclaman y festejan: ¡Viva el Altísimo! Pocos días después los mismos o parecidos piden a gritos su cabeza. ¿Cómo explicar un cambio tan radical de actitud? Podría pensarse que el pueblo es voluble y manipulable, y buscar hoy explicación desde la psicología de masas. Es posible.

Da la impresión, sin embargo, de que los festejos de la entrada se dirigen al Mesías, sin duda, pero a otro mesías, no a aquel que cabalga en un borrico. Han esperado al Salvador, se han forjado de él una imagen que responda a sus expectativas pero no a la que los profetas han ido progresivamente perfilando, y mucho menos a la que el Nazareno encarna. Por eso entre las aclamaciones Jesús se siente solo y extraño. Ni siquiera sus discípulos han comprendido bien a quién están acompañando, y poco después lo abandonan.

Y ante Pilato, que cobardemente lo condena, los sumos sacerdotes que lo acusan y la multitud enardecida que exige para él el patíbulo, vuelve a experimentar una inmensa soledad. La imagen de “la Sentencia”, de Ramón Núñez, expresa con acierto esa infinita soledad.

Cuando comenzamos la Semana Santa y en multitud vamos a acompañar o a presenciar las imágenes que recuerdan aquellas trágicas escenas, o en minoría nos disponemos a actualizarlas dentro de los templos, se nos ofrece la oportunidad de preguntarnos si de verdad conocemos y aceptamos al Cristo Hijo de Dios, o estamos tal vez celebrando “nuestro” Cristo, a la medida de nuestros intereses o aspiraciones mermadas. Pueden existir oraciones bellísimas, ceremonias y fiestas preciosas, pero… acaso dirigidas a otro Señor. Qué llamada más sentida a la autenticidad tenemos por delante.

Igualmente las celebraciones solemnes de estos días invitan a los cristianos a no reproducir de nuevo a la multitud que alborotada pedía la muerte o asentía impasible. Por acción o por omisión no podemos ser cómplices de la injusticia, del sufrimiento o de la muerte de los inocentes.

La Opinión-El Correo de Zamora, 28/03/10.

Educar y entender el valor de la memoria


JOSÉ ÁLVAREZ ESTEBAN

Suelo escribir estos comentarios en la noche y en la cama, allá por las dos o tres de la madrugada cuando ya el sueño va de vencida y está la mente como para afrontar la nueva jornada. Así sucede ahora. ¿Que dónde escribo?, pues en algo que me ofrezca un apoyo, un estribo, el libro que circunstancialmente ande por la mesilla de noche. En un libro, no importa el título, en su última página, redacto estas líneas.

¿Tan complicado dar un salto en el tiempo y entender que este variopinto mundo que, por los días de la Semana Santa, discurre Santa Clara arriba, San Torcuato abajo, Rúa adelante hacia la catedral, no hace más que resucitar aquel otro que, veinte siglos atrás, en Jerusalén, sintió a lo vivo lo que nosotros ahora no recordamos sino en imagen?; ¿tan poco imaginativos como para no dar vida a estas representaciones nuestras de Ramón Alvarez, o de Gaspar Becerra o de Gregorio Hernández y vestir de carne y actualidad al Longinos, a los sayones de la crucifixión, a la Soledad; ¿cómo, más allá de la imaginación, cargadores y congregantes no se van a meter en la piel del Cirineo que, en un ejercicio de justicia distributiva, carga sobre sus hombros y alivia a un Jesús que no va más allá?; ¿tan difícil hacer de la oscuridad de la noche en Viriato la traslación en el tiempo de esas tinieblas que, según San Mateo, desde el mediodía cayeron sobre la región hasta la tres de la tarde?

Semana Santa en Zamora, un ejercicio visual y de imaginación. Leo en el último número de la revista “Patrimonio” (Nº 40): “¡Cuántas veces hay que cerrar los ojos para poder ver y cuántas otras no alcanzamos ni a intuir siquiera lo que tenemos delante, aun con ellos abiertos por completo! La vista es un sentido paradójico, en no pocas ocasiones engañoso y en otras en cambio revelador”. Por eso se hace necesario entrenar la mirada, tomar perspectiva y otear de lejos. Es complicado desentrañar el misterio, pero es al tiempo un aliciente poderoso. Lo importante no es lo que haya podido quedar en la cámara fotográfica sino lo que ha se nos haya incrustado en el alma. La fe, esa mirada desde la que nos entendemos los creyentes, reconoce la existencia de un patrimonio integrado no por bienes construidos o fabricados por el hombre, sino por los hechos del pasado. Para unos la Semana Santa un vago recuerdo sin contenido, para otros “la escuela viva de un suceso histórico, un lienzo al aire libre para educar y entender el valor de la memoria” (Patrimonio, Nº 40).

La Opinión-El Correo de Zamora, 28/03/10.

sábado, 27 de marzo de 2010

Benedicto XVI aprueba la canonización de la Madre Bonifacia


Esta mañana, el papa Benedicto XVI ha autorizado a la Congregación para las Causas de los Santos la promulgación de diversos decretos, entre los que se encuentra el referente al milagro atribuido a la intercesión de la beata Bonifacia Rodríguez Castro, fundadora de las Siervas de San José, y fallecida en Zamora en 1905.

Zamora, 27/03/10. En una audiencia privada con Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos (el dicasterio del Vaticano encargado de los procesos de beatificación y canonización en la Iglesia), Benedicto XVI ha autorizado esta mañana la promulgación de varios decretos, entre los que se encuentran algunos referentes a españoles en proceso de beatificación o canonización.

Entre ellos se encuentra el decreto que reconoce oficialmente el milagro atribuido a la intercesión de la beata española Bonifacia Rodríguez Castro (1837-1905), fundadora de las Siervas de San José, y muy vinculada a la ciudad de Zamora, donde continuó con la congregación religiosa que había iniciado en Salamanca.

La Madre Bonifacia, como se la conoce en Zamora, fue beatificada por Juan Pablo II en Roma el 9 de noviembre de 2003. Aún no se ha hecho pública la fecha de su próxima canonización, que volverá a ser motivo de fiesta para la Diócesis de Zamora. Será reconocida como santa por toda la Iglesia universal.

La Madre Bonifacia fue una mujer que luchó por la educación de la mujer durante los últimos años del siglo XIX y tuvo mucho que ver con la ciudad de Zamora donde vivió entre 1883 y 1905, año en que falleció, siendo enterrada en el Cementerio “San Atilano” de la capital. Sus restos fueron trasladados en 1945 a Salamanca donde reposan, desde 1949, en un mausoleo construido en la capilla del Colegio de la Casa Generalicia de las Siervas de San José.

Actualmente, se encuentran en Zamora dos comunidades de las Siervas de San José: el Centro educativo concertado “Divina Providencia” situado en la Calle de la Reina, 9, en el mismo emplazamiento en el que la Madre Bonifacia tuvo su casa taller, y el Colegio “San José”, ubicado en la Avenida de Requejo, 5.

viernes, 26 de marzo de 2010

El obispo presidirá los cultos de Semana Santa en la Catedral de Zamora


El próximo Domingo de Ramos comienza la Semana Santa, los días centrales de la liturgia católica. Se iniciarán el próximo 28 de marzo, Domingo de Ramos, con la bendición de palmas y posterior procesión, seguida de la Eucaristía. Y concluirán el día 4 de abril, Domingo de Resurrección, con la solemne Misa de Pascua. Las parroquias de la Diócesis de Zamora celebrarán los oficios propios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, y lo mismo hará la Catedral, donde el obispo presidirá las celebraciones de estos días.

Zamora, 16/03/10. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, presidirá un año más los cultos de la Semana Santa, cuyo núcleo, el Triduo Pascual, constituye el centro del año litúrgico para la Iglesia católica. Si todas las parroquias de la Diócesis celebrarán estas jornadas de Pasión, Muerte y Resurrección de una forma especial, también el primer templo zamorano, lugar donde se encuentra la cátedra episcopal, cuida los oficios religiosos de estos días con solemnidad.

El Domingo de Ramos, el Convento del Corpus Christi (del Tránsito) será el lugar donde se congreguen los representantes de cofradías y hermandades, y el resto de fieles, para comenzar a las 9,45 horas la bendición de las palmas y la posterior procesión hacia la Catedral, recordando la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En la Catedral se celebrará la Eucaristía del “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”, con la proclamación dialogada de la Pasión según el evangelio de Lucas.

El Miércoles Santo tendrá lugar una celebración especial: la Misa Crismal, a las 11 horas. Presidida por el obispo y concelebrada por la gran mayoría de sacerdotes de la Diócesis, es el momento en el que se consagran los santos óleos y los presbíteros presentes renuevan las promesas del día de su ordenación.

El Jueves Santo tiene en su centro la Misa de la Cena del Señor, que comenzará a las 17 horas. En ella se conmemora la última cena de Cristo con sus apóstoles, momento de institución de la Eucaristía y del sacerdocio. También por ello se celebra el Día del Amor Fraterno, y se repite el gesto que hizo Jesús del lavatorio de los pies a sus discípulos. Tras la celebración, alrededor de las 18,15 horas, se rezará la Hora Santa, un tiempo de adoración ante el Santísimo Sacramento, que ha quedado reservado en el Monumento.

El Viernes Santo comenzará con el rezo de Laudes, la parte matutina de la Liturgia de las Horas, a las 10 horas. La Acción Litúrgica de la Pasión del Señor será a las 13 horas. Este momento central del día tiene dos momentos fundamentales: la lectura de la Pasión de Cristo según el evangelio de Juan, seguida de una larga oración universal por las necesidades de todo el mundo, y la adoración de la cruz. En toda la Diócesis se realizará una colecta especial para las necesidades de los cristianos de Tierra Santa.

El Sábado Santo, día de espera y de velar junto al sepulcro de Cristo, comenzará también con el rezo de Laudes a las 10 horas. Será por la noche, a las 23 horas, cuando la Catedral estalle en fiesta, junto con todas las comunidades cristianas de la Diócesis, para celebrar, con la Vigilia Pascual, la Resurrección de Cristo y su triunfo sobre la muerte. Una celebración larga y solemne que es el centro del año cristiano, y en la que dos mujeres adultas recibirán los tres sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía) de manos del obispo, después de un proceso de catecumenado.

El Domingo de Resurrección se iniciará con la Misa con Laudes a las 10 horas, y a las 13 horas se celebrará la Misa estacional, presidida por el obispo, con la bendición papal. Por la tarde está previsto el rezo del Vía Lucis a las 18 horas.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Los jóvenes cofrades de Zamora protagonizarán un Vía Crucis


Cuando se cumplen 25 años de la proclamación del Domingo de Ramos como Jornada Mundial de la Juventud por parte del papa Juan Pablo II, Zamora acogerá por primera vez el Vía Crucis de Jóvenes, una iniciativa promovida por la Delegación Episcopal de Cofradías y Hermandades que pretende implicar a los jóvenes cofrades en un encuentro de oración que sirva de pórtico a la Semana Santa. A las 20,30 horas partirá de la iglesia de San Juan de Puertanueva la procesión con el Cristo de los Gitanos, hasta llegar al Seminario, donde se rezarán –en el claustro y en la iglesia de San Andrés– las 14 estaciones del Vía Crucis.

Zamora, 25/03/10. El pasado mes de febrero, la Delegación Episcopal de Cofradías y Hermandades de la Diócesis de Zamora convocó a los jóvenes miembros de estas asociaciones de fieles en el I Encuentro de Jóvenes Cofrades. Continuando con estas iniciativas, el próximo Domingo de Ramos se celebrará por primera vez en Zamora el Vía Crucis de Jóvenes, con motivo de la XXV Jornada Mundial de la Juventud.

Esta convocatoria de oración comenzará en la iglesia de San Juan de Puertanueva, donde se reunirán los jóvenes cofrades para salir en procesión a las 20,30 horas del Domingo de Ramos, llevando en procesión al Cristo de los Gitanos, talla de gran devoción en Zamora que se venera desde la misma calle en la iglesia de San Andrés. La procesión llegará al Seminario San Atilano, donde se irán rezando las 14 estaciones del Vía Crucis entre el claustro del edificio y la iglesia de San Andrés.

Según explica el Delegado Episcopal para las Cofradías y Hermandades, Miguel Ángel Hernández, “con los jóvenes organizadores hemos estimado que merece la pena y que servirá de experiencia para incorporar a jóvenes cofrades en años sucesivos”. Se trata de una iniciativa que pretende servir de pórtico espiritual a la Semana Santa, en una ciudad donde tienen tanta importancia las manifestaciones populares de la religiosidad.

En una carta dirigida a los presidentes de las cofradías y hermandades zamoranas, Miguel Ángel Hernández explica el motivo de esta celebración, que hay que buscarlo en la celebración, los Domingos de Ramos, de la Jornada Mundial de la Juventud.

Según explica el responsable de esta iniciativa, “el Domingo de Ramos del año 1984, junto a más de 300.000 jóvenes del mundo entero, el Papa Juan Pablo II rezaba un Vía Crucis en el Colosseo de Roma. Aquel día se celebraba el Jubileo Internacional de la Juventud en el contexto del año Jubilar de la Redención”. Esto tuvo su repercusión en nuestra ciudad, ya que “una salida procesional extraordinaria del paso Redención de Mariano Benlliure conmemoró en Zamora aquella efeméride”.

En aquella ocasión se rezó el Vía Crucis en el Colosseo y se celebró la Eucaristía en la plaza de la Basílica de San Pedro. Fue un momento impresionante, inédito hasta entonces. En aquella tarde el Papa le dijo a los jóvenes: “¿Quién afirmó que la juventud actual ya no tiene interés en los valores? ¿Es verdad que uno ya no puede contar con ella?”. Con estas palabras entregó al mundo un símbolo: una cruz de madera de gran tamaño que se llamaría la Cruz de los Jóvenes.

En 1985, Juan Pablo II anunció la instauración duradera de las Jornadas Mundiales de la Juventud. La primera se celebró el Domingo de Ramos de 1986 en Roma y al año siguiente en Buenos Aires. Desde entonces, el Papa propuso que todos los años, el Domingo de Ramos, se celebre una Jornada de la Juventud en Roma y en todas las Diócesis del mundo.

“Este año se cumplen los veinticinco años, unas bodas de plata que merecen una celebración acorde al evento”, afirma Miguel Ángel Hernández. Por eso, “en Zamora, una de estas Diócesis del mundo, llevamos dándole vueltas a este asunto y no hemos querido que pasara esta fecha significativa. Por eso, después de la experiencia del I Encuentro de Jóvenes Cofrades celebrado el pasado mes de febrero, hemos decidido convocar el Vía Crucis de los Jóvenes en el atardecer del Domingo de Ramos”.

Todas las Jornadas llevan un lema. El lema que preside esta XXV Jornada Mundial de la Juventud está tomado del evangelio de San Marcos: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mc 10, 17). El mensaje que ha dirigido Benedicto XVI para esta Jornada puede leerse en http://www.zenit.org/article-34649.