DAVID VILLALÓN
Domingo I de Cuaresma – Ciclo B
“Está cerca el Reino de
Dios. Convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1,15)
Iniciamos un nuevo tiempo
litúrgico, el tiempo de Cuaresma, que nos llevará hasta el Triduo Pascual, la
celebración del misterio central de la fe cristiana: la Pasión, la Muerte y la
Resurrección de Jesucristo. Hoy se proclama el comienzo del evangelio que
leeremos durante los domingos y solemnidades en la Eucaristía: el evangelio
según san Marcos, el más antiguo, el primero que fue escrito. Jesús acaba de
ser bautizado por Juan en el río Jordán y comienza ahora su misión pública en
medio de los hombres y lo hace planteando el lema de su mensaje: «Se ha
cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed en el
Evangelio».
Podríamos decir que el Señor
tiene como principal objetivo en su tarea el anuncio del Reino de Dios. Esta es
la Buena Noticia (traducción de la palabra griega «evangelio») que, por encargo
de Dios Padre, Cristo viene a darnos a conocer. Pero, ya desde el principio, el
Señor pone dos condiciones para acoger completo el mensaje: convertíos y creed.
Conversión y fe, dos acciones que nos llevan a acoger la Buena Noticia, el
Evangelio del Reino de Dios. Convertirse para creer, convertirse para tener fe
y detectar la cercanía del Reino de Dios.
¿Qué significa «convertirse»?
¿Qué entendemos por conversión? Literalmente es un cambio de mentalidad
(«metanoia», en griego), pero es algo mucho más profundo y mucho más global.
Pablo VI definió la conversión como «un total cambio interior, una
transformación profunda de la mente y del corazón». Pero, ¿por qué tenemos que
transformarnos así, total y profundamente? Porque con la vida que llevamos no
somos capaces de captar la verdadera esencia de la fe, no somos capaces de
encontrar al verdadero Cristo ni de dejarnos encontrar por Él, no somos capaces
de ser transformadores de la realidad para que el Reino de Dios se haga
experiencia posible a nuestro alrededor. Este proceso conlleva sufrimiento,
cierto, no podemos engañarnos. Estamos muy acostumbrados a vivir, a pensar, a
actuar de una manera determinada y cambiar algo que está tan enraizado en
nosotros nos cuesta, lógicamente. Pero, ¿por qué vamos a cambiar? ¿Para ser
peores personas? ¿Para ser más infelices? ¿Para hacer de nuestra vida algo
insoportable? Por supuesto que no. Nadie emplearía sus energías en algo que le
va a suponer un futuro de amargura y tristeza. Cristo nos pide lo contrario.
Cambia, déjate ayudar por Cristo a transformarte, para ser más feliz. Sí, para
ser más feliz, para ser mejor, para más bueno, para ser santo. ¿Es posible? Sí,
lo es. Si deseas ser feliz, Cristo te va a ayudar a serlo. Fíate de Él, confía
en Él.
La Opinión-El Correo de Zamora, 26/02/12.
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