DAVID VILLALÓN
Domingo V de Cuaresma – Ciclo B
“Cuando yo sea elevado
sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32)
Nos encontramos en el último
domingo antes de comenzar la Semana Mayor de la fe cristiana. Hoy resuena en el
Evangelio un grito, un deseo que muchos de nosotros también, en algún momento
de nuestra vida, habremos expresado: «Queremos ver a Jesús». Se lo manifiestan
unos griegos, gentiles, paganos, no judíos, al apóstol Felipe. ¿Qué expresan
con este deseo? Alguien me podría contestar: «Está claro: conocer a Jesús».
Pero conocer es más que simplemente ver. Ellos eran griegos, personas ajenas al
pueblo judío, como nosotros hoy. Podría parecer que Jesús no tenía nada que ver
con ellos, que no les decía nada, que no significaba nada porque no es más que
un judío que está en Jerusalén para celebrar una fiesta religiosa propia. Pero
la vida y el mensaje de Cristo les ha impactado y por eso intentan concertar un
encuentro con Él, a través de Felipe. No les convence lo que otros le han dicho
sobre Jesús, desean escucharlo por sí mismos, acercarse ellos personalmente,
encontrarse con Él cara a cara.
Aquellos griegos lograron cumplir
su deseo, se aproximaron a Jesús, guiados por quienes sabían dónde estaba
Cristo —los apóstoles Felipe y Andrés— y lo vieron, pero, sobre todo, lo
escucharon. «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí»,
les dijo el Señor. ¿Elevado sobre la tierra? ¿Levitando, flotando, volando?
Desde luego que no. Eso no atraería a nadie. Elevado en una cruz sobre la
tierra, como prueba de su inmenso amor por nosotros, como prueba definitiva del
amor de Dios por cada uno de nosotros. Eso sí atrae, eso sí impacta, eso sí
consigue conmocionar a quien sabe apreciar las verdaderas dimensiones de esta
imagen del hijo de Dios torturado hasta la muerte en una cruz por nosotros, por
nuestros pecados, para nuestra salvación.
«Queremos ver a Jesús». Ahí lo
tenéis: suspendido en la cruz, clavado en ella, muriendo ejecutado porque te
ama y te salva. Elevado sobre la tierra para que sea visible a todos los que
quieran contemplarlo. Es Dios hecho hombre para entrar en lo más profundo, en
lo más oscuro, en lo más horrible de la humanidad y rescatarnos, sacarnos de
ahí, llevarnos con Él hasta la realidad eterna de su gloria. «El príncipe de
este mundo va a ser echado fuera». ¿Quién? ¿El emperador de Roma? No, no es
Tiberio, se refiere al diablo. Para sacarnos de su influencia, para liberarnos
de sus redes Cristo entrega su vida y Dios Padre lo resucita. Él ha vencido, Él
ha salido victorioso. Nosotros somos libres de verdad. ¿Seremos capaces de ver
al auténtico Jesús? Podemos, mejor incluso que aquellos griegos, pero ¿queremos
ver a Jesús?
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