MANUEL SAN MIGUEL
Según los últimos datos del INE
los emigrantes que regresaron a su país en el último año han sido 400.000,
mientras que son unos 60.000 los nacionales que han salido de España para
buscar trabajo. Datos que contrastan con los 800.000 emigrantes que llegaron a
España en el año 2000, por 3600 que traspasaron nuestras fronteras en este
último año. Ciertamente se derrumbó el muro de Berlín en 1990, pero se han
levantado otros muros especialmente para los emigrantes endureciendo la ley de
extranjería, restringiendo la duración de los permisos de residencia. Es decir,
mientras hubo trabajo no pasaba nada; ahora es lo contrario. Se trata de una
doble moral según los intereses, porque aquellos trabajaban en lo que no
querían los nacionales. Pero vayamos a las causas de estas realidades.
En estos días Manos Unidas sigue
denunciando y actuando. También Benedicto XVI, que en su reciente discurso al
Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede dijo el 9 de enero pasado: «La
crisis puede y debe ser un acicate para reflexionar sobre la existencia humana
y la importancia de su dimensión ética, antes que sobre los mecanismos que
gobiernan la vida económica: no solo para intentar encauzar las partes
individuales o las economías nacionales, sino para dar nuevas reglas que
aseguren a todos la posibilidad de vivir dignamente y desarrollar sus
capacidades en bien de toda la comunidad».
La economía de mercado no puede
ser libre y competitiva sino solidaria y responsable. Basta un ejemplo: en los
países de Asia y América Latina la especulación con la compra de cereales para
convertirlo en combustible ha incrementado el precio de los mismos hasta en un
150% en los mercados internacionales. Por lo tanto, el hambre no está causada
por los tópicos habituales de la falta de lluvias o por la superpoblación. Son
los conflictos olvidados que no se denuncian por la hipocresía de un mundo
desarrollado que, por miedo, recorta la ayuda a los más pobres.
Cuando nos toca de cerca el
problema, ¿empezamos a preocuparnos? La inmigración a la que se hace
referencia, no puede ser afrontada según las conveniencias del mercado o del
Gobierno de turno que tiene que resolver educativamente hablando esta realidad.
En las encrucijadas que hoy nos tocan, ¿seremos capaces de tomar decisiones con
sentido humano y cristiano? ¿Tienes la suficiente información, sensibilidad y
empatía hacia el sufrimiento causado por nosotros mismos? «Seguirán viniendo y
seguirán muriendo, porque la historia ha demostrado que no hay muro capaz de
contener los sueños» (Rosa Montero, escritora española, 1951).
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