Segundo Pérez López, catedrático del Instituto
Teológico Compostelano, ha acudido esta mañana a Zamora para hablar sobre los
nuevos evangelizadores en el marco de las X Jornadas Diocesanas.
Zamora, 26/01/12. Las Jornadas Diocesanas de Zamora, sobre la nueva
evangelización, han contado en su segundo día con la presencia de Segundo Pérez López, profesor del
Instituto Teológico Compostelano, que ha impartido la conferencia titulada “Nuevos
evangelizadores para una nueva evangelización”. El ponente ha sido presentado
por el sacerdote diocesano de Zamora Agustín Montalvo, párroco de San Lázaro.
Segundo L. Pérez López es licenciado
en Filosofía y doctor en Teología por la Universidad Pontificia de Salamanca, y
ha ampliado sus estudios en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC) y en el Archivo Secreto Vaticano. Es sacerdote de la Diócesis de
Mondoñedo-Ferrol, donde ha desempeñado diversos cargos pastorales, entre los
que destaca el rectorado de su Seminario, con sede en Santiago de Compostela.
Es catedrático de Antropología
Teológica en el Instituto Teológico Compostelano, y ejerce la docencia en otros
centros, además de atender dos parroquias rurales en la actualidad. Es el fundador
y director de la revista Estudios
Mindonienses y miembro del consejo de redacción de otras publicaciones
periódicas. Es canónigo de la Catedral de Mondoñedo y archivero-bibliotecario
de la Catedral de Santiago de Compostela, y director del Centro de Estudios
Jacobeos. Es autor y editor de varios libros, y tiene en su haber numerosos artículos
de investigación.
Distintos ministerios para la misma misión
El ponente dijo no tener ninguna
receta sobre los nuevos evangelizadores, pero indicó el contexto y el pretexto
para este empeño de la Iglesia. “¿Quiénes
son los agentes de la nueva evangelización, según el Papa? Los obispos, los
presbíteros, la vida consagrada, las asociaciones de laicos y las nuevas
comunidades”, afirmó.
En cuanto a las formas, tienen
que promoverse nuevas comunidades y espacios donde pueda tener lugar la nueva
evangelización, entre los que destacan los medios de comunicación social. Además,
Benedicto XVI promueve un nuevo
conocimiento de la fe, y del Catecismo de
la Iglesia Católica.
Todo esto presenta “una perspectiva apasionante”, en una
Iglesia ministerial, de comunión, “donde
es necesario incorporar de forma correponsable agentes de pastoral que tengan
un verdadero contenido apostólico”. Segundo Pérez fue crítico con la forma ordinaria
de realizar los nombramientos eclesiásticos en las diócesis, repartiendo las
parroquias entre los sacerdotes. “Habrá
que sentarse a ver con qué fuerzas contamos: sacerdotes, religiosos y laicos, y
hacer un programa pastoral en el que corresponsablemente ese grupo de
evangelización se encargue de esa realidad. Entonces no es tan agobiante la
escasez de presbíteros, aunque siga siendo un problema urgente”. De esta
manera, “cada uno tiene un ministerio
propio”.
La nueva evangelización es cuestión
de tomar conciencia, de tener una nueva forma de entender la misión, no tan
pesimista, sino “desde la memoria y la
esperanza, en una situación desolada pero que es también tiempo de gracia”.
Un campo de evangelización muy importante es el del arte y el patrimonio, y las
tradiciones populares, según el ponente.
Retos y oportunidades pastorales
El profesor de Teología señaló
que “los retos que tenemos por delante
son la dificultad de asumir nuestra tradición católica, la renovación de la
iniciación cristiana y del primer anuncio de la fe… para ello es necesario
revalorizar la pertenencia a la Iglesia y ser capaces de transmitir a los otros
la propia fe”, aclarando la necesidad de “una pertenencia gozosa y crítica a la Iglesia. Hay que hacer visible
la sacramentalidad de la Iglesia, crear nuevas formas de hacernos presentes en
la religiosidad popular, que es un tema que no va a menos”. Lo mismo podríamos
decir de otros acontecimientos, “como los
funerales y el acompañamiento del duelo, que proporcionan un espacio enorme
para la nueva evangelización”.
Segundo Pérez subrayó la
necesidad de “crear comunidades fraternas”
y de “proponer la esperanza con alegría”,
en lo que ha de incluirse “la predicación
de las verdades últimas: ¿quién habla del cielo, del juicio de Dios, del
infierno, de la esperanza última? Nos encontramos con gente a la que no se le
ha anunciado en su totalidad lo que implica en su totalidad la fe en Jesucristo
muerto y resucitado, lo que significa el más allá, lo que significa la vida
eterna”.
¿Cómo abordar nosotros como
agentes todo esto? San Ignacio de Loyola,
en sus Ejercicios Espirituales,
explica cómo afrontar los tiempos de desolación: más oración, meditación y
penitencia. “La gran trampa en este
tiempo es caer en el lamento y en la gesticulación desesperante, añorando lo
que ya pasó”, señaló Segundo, que añadió: “es posible mudarnos contra el tiempo desolado: no resignarnos, viendo
cómo el tiempo desolado puede convertirse en tiempo de gracia”.
Los cristianos tenemos que “percibir nuestro tiempo como un tiempo
necesitado de la buena noticia. Hay que saber orar no sólo cuando nos va bien,
sino con Jesús desde el Getsemaní personal e histórico que nos toca vivir, para
poder ser evangelizadores a semejanza de Cristo”. Porque en este tiempo “vivimos en una auténtica pérdida de
humanidad, y el mundo se nos mete dentro cuando nuestra oración deja de ser
potenciadora de miradas nuevas desde la ternura a las zonas más oscuras de tipo
personal y social. Ahí Jesús libera los mecanismos de nuestra propia vida. Por
eso es urgente abrirnos con actitud reverente al misterio de Dios, en un tiempo
que nos acerca más al Dios de la Trinidad que a un ídolo”.
Una deserción silenciosa
Según el ponente, “palabras como penitencia, mortificación,
abnegación, sacrificio… resultan de auténtico mal gusto en nuestra cultura,
pero es necesario volver a ellas”. La Iglesia “mira hacia el pasado ejercitando la fidelidad, y mira al futuro
esperando cumplir la misión que el Señor les confía”. Sin embargo “hay muchas reticencias en la sociedad con respecto
a la Iglesia y a nosotros, los agentes, lo que es síntoma de una prevención
ante la misma fe, que se expresa también en los medios de comunicación. Muchas
personas se alejan de la vida cristiana de una forma silenciosa. Lo que tiene que
preocuparnos son los hombres y mujeres, a veces familias completas, que
silenciosamente se van de la Iglesia sin formular el porqué. ¿Qué es lo que no
les hemos dado? ¿Qué no hemos sido capaces de contagiarles?”.
En cuestiones morales, además, “hay un fuerte sentimiento de rechazo del magisterio
de la Iglesia, sobre todo en las cuestiones sexuales y bioéticas”. En la
vida política “se rechaza expresamente de
una ley moral objetiva, y se nos acusa de no saber vivir en democracia, y de
querer imponer la fe y la moral católica al conjunto de la sociedad”,
aunque no es difícil responder teóricamente a estas acusaciones. Según el teólogo
gallego, en el fondo “tenemos que
reconocer que lo que se rechaza es la fe misma, en sus elementos esenciales,
diciendo que no es compatible la fe con los valores más apreciados de la vida
actual: la ciencia, la libertad, el bienestar… Sin embargo, la fe cristiana no
es contraria a estos valores, sino a la forma reducida de entenderlos que
depende de una visión atea de la realidad”.
Los agentes en la Iglesia y la comunión
El Sínodo de los Obispos de 1985
interpretó que la mejor imagen para comprender lo que lo Concilio Vaticano II quiso
decir de la Iglesia es la de comunión: “toda
la vida de la Iglesia ha de estar impregnada por la comunión. Eso significa que
en la Iglesia se pone en primero lugar lo que afecta a todos y, en segundo
lugar, lo que especifica a cada uno de los miembros. Eso supuso un giro
copernicano en la percepción de la Iglesia del Concilio”. Atrás quedó una visión
que ponía como punto de partida la estructura jerárquico-piramidal.
El Concilio, explicó Segundo Pérez,
empieza “por abajo, por lo común que
pertenece a todos los miembros por igual, por ser el pueblo de Dios como la
totalidad de los fieles, pudiendo afirmarse que el sacerdocio común de los
bautizados es ontológicamente anterior a los otros ministerios y servicios que
configuran el ser de la Iglesia, por ende la constitución de una Iglesia toda
ella ministerial”. Por ello “el reto
del presente es cómo encontrar cauces para formar agentes pastorales para la
nueva evangelización”.
Todos los creyentes “disfrutan de la misma radical igualdad en
cuanto a su dignidad y a la responsabilidad de participar activamente en la misión
de la Iglesia porque todos ellos fueron incorporados a Cristo por medio del bautismo
y participan de su triple oficio profético, real y sacerdotal”. En esta
perspectiva, “las responsabilidades en la
Iglesia se denominan ministerios, o sea, servicios que tienen como finalidad
hacer presente a Cristo como Cabeza de su Iglesia, para dar vida a su Cuerpo”.
Así ha de ejercerse la autoridad
en la Iglesia, según el ponente: “la
disposición vital al servicio en la Iglesia afecta a todos sus miembros. Todos han
de ejercer la ‘diakonía’ y es ésta la razón de ser también del servicio de la
autoridad en la Iglesia y de los diversos carismas. En ese sentido del servicio
a la unidad de la fe de todo el pueblo cristiano tiene su razón de ser un
servicio especial como es lo del sucesor de Pedro, el Papa, que lo ejerce en
cuanto obispo de Roma”.
Añadió que “tenemos que sentir hoy la urgencia del apostolado, formando nuevos
agentes para la evangelización. No podemos añorar tiempos pasados, pero sí
tenemos que hacer una propuesta de vida interpelante”, concluyó.
Álbum fotográfico:
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