El
profesor de Filosofía de la Universidad Complutense Leonardo Rodríguez Duplá ha
sido el primer ponente de las X Jornadas Diocesanas de Zamora, dedicadas este
año a la nueva evangelización. Para el experto, sólo si los creyentes son
conscientes de la naturaleza precisa de la cultura actual podrán “responder
adecuadamente, haciendo resonar en nuestro mundo la voz del evangelio”.
Zamora, 25/01/12.
El Salón de Actos del Colegio “Divina Providencia”, regentado por las Siervas
de San José junto a la Plaza Mayor de Zamora, acogió a última hora de la tarde
la inauguración de las X Jornadas Diocesanas, que este año están dedicadas a la
nueva evangelización. En el acto inicial, el obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, llamó a
los presentes a “acelerar, sobre todo en
nuestros corazones, en este empeño”.
Para el prelado zamorano, la nueva evangelización no se
limita a una operación de imagen, y hay que dar un lugar importante a la
oración porque “no estamos empeñados en
una especie de reconversión de los muebles de nuestra casa, sino que es algo
mucho más profundo, que lleva, sobre todo, al cambio de los corazones hacia
Dios”. Y exhortó a hacer todo esto “con
un renovado ardor misionero, que a todos nos hace falta”.
El encargado de la primera ponencia de estas Jornadas,
titulada “¿Por qué una nueva evangelización?”, ha sido el filósofo Leonardo Rodríguez Duplá, profesor
titular de Filosofía Moral en la Universidad Complutense de Madrid. Estudió
Filosofía en Madrid, Salzburgo y Múnich. Ha sido profesor en la Universidad
Pontificia de Salamanca. Se interesa sobre todo por cuestiones relacionadas con
la fundamentación de la ética y con la filosofía de la religión.
Entre sus publicaciones principales se cuentan los libros: Deber y valor (Tecnos, Madrid,
1992), Ética (BAC, Madrid, 2001) y Ética
de la vida buena (Desclée de Brouwer, Bilbao, 2006). Ha traducido al
español obras de David Ross, Nicholas Rescher, Emil Fackenheim, Robert
Spaemann, Leo Strauss y, más
recientemente, Aristóteles. En la
actualidad trabaja en un libro sobre la antropología y la ética de Max Scheler, y en otro sobre la
filosofía de la religión de Kant.
Tras la presentación del ponente (que estuvo a cargo del
sacerdote diocesano de Zamora Francisco
García Martínez, profesor en la Facultad de Teología de la Universidad
Pontificia de Salamanca), Rodríguez Duplá explicó su pretensión de responder a
la cuestión que titula la ponencia: las razones que llevan a la nueva
evangelización.
La llamada a la nueva
evangelización
“Aunque el concepto de
nueva evangelización tenga ya 30 años, ha cobrado actualidad a raíz de varias
decisiones de Benedicto XVI”, entre las que el ponente destacó la creación
del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización y la
convocatoria del Sínodo de los Obispos con el mismo motivo. “Si la Iglesia es siempre misionera, ¿por
qué hablar de una nueva evangelización?”, cuestionó Rodríguez Duplá. “¿No debería limitarse la Iglesia a hacer lo
que siempre ha hecho, que es precisamente evangelizar? El acento recae en la
palabra ‘nueva’. No podemos conformarnos con las estrategias evangelizadoras
que la Iglesia ha llevado a cabo durante siglos”, afirmó.
En los últimos decenios se ha producido un retroceso de la
práctica religiosa en los países que fueron evangelizados primero. “Esto se nota sobre todo en Europa, que se
aleja cada vez más de sus raíces cristianas, lo que se ve con preocupación en
la Iglesia”. Ahora ya no se trata sólo de llevar el evangelio a tierras
lejanas donde apenas es conocido, sino de “que
el evangelio vuelva a resonar en los pueblos de la primera cristianización”.
Las claves de la
cultura actual: el alejamiento de Dios
El profesor de Ética de la Complutense dio un paso adelante
al analizar la situación exacta a la que se pretende responder con la nueva
evangelización. “La increencia también se
ha vuelto tradicional, es un cauce por el que discurre la vida de muchas
personas, que asumen la increencia por ósmosis”, explicó. Porque “el crecimiento exponencial del conocimiento
científico técnico trae consigo la involución de otras dimensiones humanas, y
esto pasa en el conocimiento religioso. La capacidad del hombre de captar lo
divino presenta hoy síntomas de atrofia”, según el filósofo Max Scheler, y esto coincide con lo que
ha señalado Benedicto XVI sobre “la pérdida preocupante del sentido de lo
sagrado. No es que el hombre moderno rechace explícitamente la fe cristiana,
sino que no llega a plantearse el problema. Aquí Dios no es rechazado, como en
el ateísmo clásico, sino que el problema de Dios no llega a dibujarse en muchas
conciencias”.
Como indicó el ponente, el Concilio Vaticano II, en su
constitución Gaudium et spes, ya
advertía de la gente “que no se plantea
la cuestión de Dios ni se preocupa por el hecho religioso. El ateísmo actual
consiste en no hacerse problema de Dios, y normalmente no comporta una decisión
del sujeto, porque el medio ambiente favorece este proceso”. Y en los más
jóvenes este ambiente determina su vivencia. Por eso el ateísmo es el punto de
partida, y no de llegada. Rodríguez Duplá afirmó preferir “hablar del alejamiento de Dios, porque el término ateísmo tiende a
sugerir la idea de una negación explícita de Dios, incluso hostil hacia la fe,
cuando de lo que se trata en nuestro caso es de una profunda insensibilidad,
una indiferencia”.
Además, “este
alejamiento de Dios no se queda en la conciencia individual, sino que tiende a
configurar unos estilos de vida”, y así las grandes dimensiones de la
existencia se rigen hoy por los dictados de lo económico y lo laboral. Sin
embargo, “la situación resultante no
puede describirse como un vacío moral. Nuestro siglo ha sido el de la
proclamación de los derechos humanos, de la dignidad del hombre. Pero los
valores tan extendidos hoy los percibe la conciencia contemporánea como
desgajados del tronco cristiano”. La vigencia de este estilo de vida,
post-cristiano, garantiza su reproducción. El conferenciante afirmó que “no hace falta una toma de postura
explícita, porque estamos ya acostumbrados a vivir sin Dios, y su ausencia no
se vive como una carencia. Esto plantea enormes dificultades a la actividad
catequética y misionera. ¿Cómo evangelizar al hombre que carece de oído musical
para la religión?”, según la expresión de Max Weber.
La modernidad y el
ocaso social del cristianismo
Con posterioridad, Leonardo Rodríguez Duplá abordó las
causas del olvido de Dios por parte del hombre contemporáneo, reconociendo la gran
complejidad que entraña identificarlas, porque es un aspecto parcial de
procesos culturales de gran envergadura: la modernidad y la postmodernidad. En
primer lugar señaló la “amnesia histórica
que ha borrado de la conciencia moderna el origen cristiano de muchos de los
valores que el hombre siente como propios. Las nociones de dignidad humana, de
persona… han pasado a ser patrimonio común de la humanidad, pero desprovistos
de toda referencia al humus en el que nacieron”.
“La religión parece
haberse vuelto innecesaria para el progreso de la humanidad, y hasta se ve como
un obstáculo que impide ese progreso. Al insistir en que no todos los medios
tendentes a mejorar el bienestar humano que son posibles por la técnica son
legítimos, la Iglesia viene a aguar la fiesta del progreso humano”, explicó
el profesor, que también habló del poderoso influjo ejercido en la filosofía y
la teología cristiana de la reducción kantiana de la fe a la moral. Además, en
la teología moral más reciente, “al
confinar la dimensión específicamente cristiana de la moral en el reducto de la
conciencia (donde están las motivaciones), se limita la presencia pública de la
fe como animadora de la conducta”.
Rodríguez Duplá también se refirió al aspecto político de la
cuestión, “el ocaso social del cristianismo.
Las sociedades modernas se caracterizan por su pluralismo. Ante esta variedad
de maneras de entender la vida, el Estado liberal se muestra escrupulosamente
neutral. Se pide el respeto de las normas que regulan la convivencia pacífica,
exigibles a todos los ciudadanos. En cambio, el Estado no se pronuncia sobre
los criterios que regulan la vida privada ni sobre los presupuestos donde se
fundan”.
Esto ha tenido una curiosa repercusión en la teoría ética
contemporánea: “la ética se ha mimetizado
con la política, al ser obligada a guardar silencio sobre los fundamentos de la
vida buena y sobre las cosmovisiones. La ética ha pasado a ser ética civil,
algo exigible a todo ciudadano. Se destierra a los márgenes de la discusión
académica todo lo que pueda ser una aportación cristiana”, lo que lleva a
una irrelevancia cultural del cristianismo.
La postmodernidad y
la disolución del sujeto
Tal como explicó el ponente, todas las tendencias señaladas son
modernas, y a ellas se unen otros elementos postmodernos, ya que “la postmodernidad ha venido a consumar
ciertas tendencias características de la cultura moderna”. Y citó tres
rasgos de la postmodernidad: la disolución del sujeto, la renuncia a la verdad
y el adiós a la historia.
En cuanto a lo primero, para la civilización moderna, “la ciencia es el modelo de todo
conocimiento, y el tribunal ante el que ha de convalidarse toda experiencia
humana. Frente a la concepción anterior, antropomórfica, se pasa al
mecanicismo, que prescinde de las causas finales, y la naturaleza será sólo
objeto de dominación, identificando la ciencia con la técnica. Una técnica que
tiende a ampliar su radio de acción, reduciendo al ser humano a rasgos
empíricos susceptibles de cuantificación, lo que disuelve al sujeto”.
Por otra parte, la renuncia a la verdad viene preparada por
ciertos desarrollos de la modernidad. “El
concepto de verdad queda hoy vacante. Esta renuncia se hace todavía más radical
en el clima postmoderno. La experiencia humana estaría condicionada por
prejuicios, por lo que no se podría hablar de una experiencia original. Lo que
hay es distintos lenguajes sobre la realidad, nada más”, resumió Rodríguez
Duplá.
Sobre el tercer rasgo postmoderno, el experto afirmó que la
relación de la modernidad con la historia es compleja. El Siglo de las Luces “se caracteriza por su fe en el progreso de
la humanidad. Nacen escatologías inmanentes de diverso signo, la última de las
cuales ha sido el marxismo”. Cunde la opinión de que la historia es un
proceso inevitable, pero el pensamiento político liberal se rebela contra esto,
“porque se inmolan las generaciones de
hoy en los altares de la felicidad venidera. El ajuste de cuentas de la
postmodernidad con la historia ha sido más radical: no sólo se niega a que la
historia tenga un sentido, sino que niega la misma noción de la historia. La
historia deviene historiografía, discurso sobre documentos”.
Estos tres rasgos del pensamiento postmoderno han impregnado
en buena medida la mentalidad contemporánea, “haciendo de nuestra época una época post-cristiana. El mensaje
cristiano se enfrenta a grandes dificultades para hacerse creíble o incluso
inteligible”. La diversidad de las situaciones exige un atento
discernimiento, según afirma Benedicto XVI. El profesor de Ética llamó a no
caer en el pesimismo, viendo un destino adverso, sino a “percibir todo esto como una oportunidad para la nueva evangelización.
Sólo si somos conscientes de la naturaleza precisa del problema al que nos
enfrentamos, podremos responder adecuadamente, haciendo resonar en nuestro
mundo la voz del evangelio”.
Álbum fotográfico:
Vídeo de la intervención del obispo: http://youtu.be/rX98IbIcIww
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