JOSÉ ÁLVAREZ ESTEBAN
En el tan movible campo de la información la actualidad es un punto. Las noticias se suceden y la última, por el simple hecho de serlo, se encarama, adquiere rango e importancia. Hay acontecimientos que podían centrar hoy la atención de este espacio: el inicio del Año Pastoral en la Diócesis de Zamora, el tan actual tema de la objeción de conciencia, la manifestación en Madrid a favor de la vida y en contra del proyecto de ley del aborto. ¡Pero no!. Cuando leí la última Carta Pastoral de nuestro obispo “Servidores alegres y fieles”, dedicada esta vez a los sacerdotes, me dije: “He aquí el tema para mi próximo comentario”. Los sacerdotes solemos leer las Pastorales y trasladarlas a los fieles casi siempre dentro de las celebraciones dominicales. Esta Carta Pastoral, que peligra quedar tan solo para uso y dominio privado de los sacerdotes, es todo un gozo por lo bien escrita, por lo perfectamente trazada, porque sin ocultar las dificultades del momento es un canto a la esperanza. Viene en forma epistolar, tiene el mérito y la dificultad a un tiempo de la brevedad, tiende a decir mucho con el menor gasto posible de palabras..
Alabo la preocupación de nuestro obispo por nosotros, los sacerdotes, los que estamos y los que no terminan por llegar y que se convierte en un grito de auxilio. No es la comprensible multiplicación del trabajo, que también, pero sobre todo el desvalimiento de una comunidad cristiana cuando se ve espiritualmente desasistida. “En la sociedad de las prisas, dice nuestro obispo, somos el tiempo de Dios para los demás”, servidores humildes y privilegiados “porque acompañamos a los hombres y mujeres en los momentos más importantes de la vida”. Tantas veces nos gustaría ocuparnos también de otras cosas, distraer la atención, pero dentro y fuera de nosotros se vislumbra siempre el alma sacerdotal y los fieles nos valoran por lo que somos.
Fuera ya de la inyección de ánimo que supone esta Carta Pastoral, la alabanza más bonita, por lo escueta y por venir de fuera, la he recibido de un fontanero que días pasados trabajaba en los locales parroquiales de San Juan. Se extrañaba él de verme parado viéndole trabajar y siguiendo atento sus movimientos. “Me gusta su oficio, le dije, yo sólo sé hacer de sacerdote”. “¡Y bien que está!”, fue la escueta respuesta. ¿Que las cosas van mal?, ¿Que son muchas, demasiadas, las fuerzas que obran en contra?, pues sí, pero nuestro obispo nos acerca a la figura del Cura de Ars y nos invita a soñar, a vivir contentos y felices, a contagiar a otros el “virus” del sacerdocio porque la sociedad necesita ese “tiempo de Dios” que le traemos, necesita unos valores que construyan su conciencia y que sean fundamento de su existencia. Nosotros cumplimos con el esfuerzo y el cuidado personal y de los fieles, en lo demás toca mirar hacia arriba.
La Opinión-El Correo de Zamora, 11/10/09.
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