El
director del Colegio Tajamar de Madrid, Alfonso Aguiló, ha sido el segundo
ponente en la XX Semana de la Familia de Zamora, con una conferencia sobre la
transmisión de la fe en la familia, en la que ha recordado los principales
criterios para una educación integral.
Zamora, 11/04/13.
Esta tarde tuvo lugar la segunda jornada de la XX Semana de la Familia, que se
celebra en el paraninfo del Colegio Universitario de Zamora, organizada por la
Delegación Diocesana para la Familia y Defensa de la Vida y con el patrocinio
de la Fundación Científica de Caja Rural. El ponente fue Alfonso Aguiló Pastrana, cuya intervención llevaba el título “La
transmisión de la fe en la familia”.
Alfonso Aguiló Pastrana (Madrid, 1959) es ingeniero de
Caminos, Canales y Puertos, y lleva muchos años dedicado a la educación.
Actualmente es el director del Colegio Tajamar de Madrid, además de dirigir el
portal Interrogantes.net y ser el vicepresidente del Instituto Europeo de
Estudios de la Educación. Ha escrito varios libros, entre los que destacan Educar el carácter (1992), Interrogantes en torno a la fe (1994), La tolerancia (1995) y Educar los sentimientos (1999). Escribe
artículos divulgativos sobre educación y familia.
El encargado de presentarlo fue el sacerdote Florencio Gago, delegado diocesano para
la Familia y Defensa de la Vida, que afirmó que “muchos padres intentan transmitir la fe a sus hijos, y muchos sufren
porque después de haberlo hecho ven que esa semilla no ha dado su fruto”. A
otros padres, sin embargo, no les importa tanto la educación cristiana de sus
hijos. “Nosotros, los creyentes, seguimos
apostando por una familia que evangelice a sus miembros, que sea Iglesia
doméstica”, añadió Gago.
La fe, el mejor
legado, en entredicho
“La fe es el mejor legado
que se puede transmitir a los hijos”, fue la primera afirmación del
ponente. “Uno a sus hijos les puede dejar
muchas cosas, pero lo mejor que le puede dejar es la educación, y en ella la fe
tiene un lugar muy importante”. El problema de la transmisión de la fe es muy
antiguo, y el problema de la pérdida de fe de los hijos se repite a lo largo de
la historia: “es un problema de siempre;
no estamos en un momento especialmente grave”.
“La familia es el
ámbito más natural de la transmisión de la fe, más que la escuela. La fe se ha
transmitido siempre en la familia, desde mucho antes de que se inventaran los
colegios”. Sin embargo, según subrayó el ponente, “hoy corren vientos que parecen suaves pero son peligrosos y pasan
inadvertidos y por lo tanto los minusvaloramos”. De hecho, “se percibe un fuerte movimiento contra la
presencia de la fe en la escuela. La religión debe estar en la escuela igual
que el deporte, el arte, la música… para que la educación sea completa”.
“Los valores que
queremos transmitir no siempre se promueven en el ambiente donde viven los
hijos, y quizá por eso nuestra respuesta tiene que ser aún más firme”,
señaló.
La importancia del
testimonio personal
“La fe no son unas
ideas, y se aprende más por un testimonio de vida. La Palabra de Dios es eficaz
en sí misma, pero adquiere una fuerza mucho mayor cuando se encarna en la
persona que la anuncia, cuando hay un ejemplo personal. Esto vale de manera
particular para los niños, que apenas distinguen entre la verdad anunciada y la
vida de quien la anuncia. Las buenas ideas se transmiten en buenos ejemplos”,
explicó el ponente.
Para Aguiló, “educar
es mostrar el esfuerzo de ser mejor, y por eso la educación mejora al educador”.
Y aclaró que el que uno se sienta movido a ser mejor para dar un ejemplo a
alguien no es teatro, sino una cosa buena. Reconoció que “los tiempos no son fáciles”, pero “la historia muestra que los grandes evangelizadores, los que han
transformado instituciones y la misma Iglesia… han sido los santos. Lo que
cambia las estructuras es el liderazgo de algunas personas. Ellos han sido los
grandes reformadores, como decía Benedicto XVI”.
Y, hablando de pontífices en esta línea, el ponente afirmó
que “la repercusión mediática del nuevo
Papa no ha sido tanto por lo que ha dicho sino por lo que ha hecho. Los gestos
pueden tener un valor revolucionario, un mensaje directo que entra en la vida
de las personas mejor que un gran razonamiento”.
Además de ejemplares, señaló, “los padres han de ser cercanos. Hay que saber transmitir el calor de
la fe. En muchos chicos y chicas flaquea la fe porque cuando vienen los
problemas, no tienen confianza para hablar con sus padres, profesores,
sacerdotes...”. Y se preguntó: “¿Cuáles
son los rasgos de la persona a la que uno le iría a contar sus preocupaciones más
serias? Inspirar confianza, sobre todo”. Y aquí Alfonso Aguiló señaló
varias pautas, varios consejos para ser buenos educadores en esos momentos tan
especiales de los problemas de los hijos.
La importancia de la
libertad
“La fe tiene que
transmitirse en libertad. Se propone, no se impone, no puede meterse a
martillazos. Hay que conseguir hacerla atractiva, comprensible… y el educador
tiene que ser consciente de que puede transmitirse muy bien y no ser aceptada. Educar
en la fe no es como adiestrar un animal doméstico, sino algo complejo donde está
la libertad”, dijo.
Y añadió: “los hijos
no están para hacer nuestra voluntad, sino para cumplir la voluntad de Dios
para ellos, desde el punto de vista creyente, o para lo que estén llamados a
ser ellos mismos, si lo planteamos desde un punto de vista no creyente. Al
final, el proyecto de vida lo marcan ellos”. Por eso, en la tarea educativa
“hay que dar luz a las personas para
caminar por la vida. Pero son ellos los que caminan. Nuestra labor de orientación
y de ayuda debe buscar que cada uno se enfrente con sus propias
responsabilidades. La decisión acaba siendo siempre personal”.
Entre otros consejos, dijo con claridad, dirigiéndose a los
padres: “ojo al síndrome de ‘que sea él
quien decida’. Cuando casi todo se le da decidido a los hijos, como la educación,
las normas… no puede dejarse algo tan importante como la fe a ‘cuando él lo
decida’”.
Los ámbitos de la
educación en la fe
En cuanto a los elementos principales que han de integrar la
transmisión de la fe en la familia, en primer lugar “es vital la cercanía a Dios en la oración y en los sacramentos, lo que
hemos llamado la piedad. Es verdad que no puede quedarse en esto, pero sin esto
no es fe”. Por otro lado, “también es
importante la solidez doctrinal”.
El otro ámbito es la virtud, “porque uno tiene que saber qué es lo bueno y lo malo, pero además
tiene que tener fuerzas para ello, porque no bastan las ideas. Sin virtud, la
fe se volatiliza, porque cada uno acaba pensando como vive. Por eso tiene que
haber ambiente de exigencia, donde haya aprecio por el trabajo, la generosidad
o la templanza”. Cuando las personas se centran en lo material, es más difícil
el arraigo de lo espiritual y de lo moral.
Alfonso Aguiló dio otras muchas pistas educativas, como que “hay que saber aprovechar los años en los
que los chicos son más receptivos”. Y tener en cuenta la unidad de vida en
la formación que se da, el equilibrio en todos los aspectos de la educación. Sin
olvidar que “para transmitir la fe nos
hace falta ser buenos comunicadores, transmitir mejor las ideas. Mejor que ser discutidor,
recriminador... hay que ser dialogante, propositivo, en clave positiva… Dirigirse
a la cabeza y al corazón”.
Además, a los hijos hay que “hacerles sentir la Iglesia como algo propio, hacerles descubrir la
persona de Jesucristo, hablar del amor humano, formarse para aprender a
explicar bien la fe y las verdades cristianas…”. Y enumeró otras
recomendaciones como: hay que leer, que es algo insustituible; no ser rotundos;
entrar en las nuevas tecnologías; conocer el corazón del hombre; no eludir los
temas difíciles y aprovechar las dudas para razonar y saber contestar; escuchar
antes de hablar; no esconder la realidad del dolor y de la muerte; hacer
atractiva la fe; procurar no enfadarse; hablar de Dios de modo grato; escuchar
al más joven, como decía San Benito… y aprender de los demás.
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