El obispo de Zamora, Gregorio Martínez
Sacristán, ha escrito una carta pastoral sobre la campaña de Manos Unidas,
cuyos actos se desarrollan esta semana, en torno a la colecta del domingo 10 de
febrero. En su misiva, el prelado profundiza en la igual dignidad del varón y
la mujer, y ensalza el trabajo por el desarrollo que lleva a cabo Manos Unidas.
Zamora, 6/02/13. En el marco de la 54ª campaña de la organización
católica Manos Unidas contra el hambre y la injusticia en el mundo, en la que
participa su Delegación en Zamora, el obispo diocesano, Gregorio Martínez Sacristán, ha publicado una carta pastoral con el
título “Comprometidos por la justicia y la igualdad”. La reproducimos íntegra a
continuación.
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COMPROMETIDOS POR LA JUSTICIA Y LA IGUALDAD
CARTA PASTORAL DEL OBISPO DE
ZAMORA PARA LA CAMPAÑA 2013 DE MANOS UNIDAS
Muy queridos hermanos en el Señor
Jesucristo:
Con la vitalidad creativa que
caracteriza a Manos Unidas, esta Organización Católica para el Desarrollo se
dispone a emprender una nueva Campaña anual por la que desplegar sus objetivos,
inspirados del humanismo cristiano, en los que plasma la fe en Dios Creador amoroso
y providente que la ha suscitado y la sustenta.
Para este año Manos Unidas ha
escogido este lema: “No hay Justicia sin Igualdad”, con el cual quiere incidir
en el trabajo para el establecimiento de la justicia a favor de todos los
hombres, y para ello afirma que se requiere como condición indispensable el
reconocimiento activo de la igualdad de mujeres y hombres.
Bien sabemos que este derecho
humano fundamental, la igualdad en la dignidad de los hombres y las mujeres,
incluyendo su diferencia y complementariedad, constituye una afirmación
universalmente aceptada y reconocida en este tiempo, aunque esto no conlleva
que efectiva y continuadamente sea promovido, custodiado y respetado. Así
todavía son abundantes las actuaciones personales y los contextos sociales en
los que se practican discriminaciones injustas, incluso vejatorias, contra las
mujeres. Esto lo reflejan los hechos siguientes: persiste la violencia física y
psicológica contra las mujeres; son discriminadas a nivel de la asistencia
sanitaria y de la alimentación; no se respeta su libertad al no serles
reconocida su capacidad para tomar decisiones con relación a su vida personal,
familiar y profesional; respecto a la educación: dos terceras partes de las
personas analfabetas del mundo son mujeres, lo cual es reflejo de la diferencia
en el porcentaje de escolarización de niños y niñas en diversos lugares; o la
escasa participación femenina en las responsabilidades públicas en algunas
sociedades.
Por todo ello, bien podemos
afirmar que existe aún una gran desigualdad entre los hombres y las mujeres con
lo cual se entorpece el camino para que se avance en el anhelo de progreso que
anida en todas las personas, y esto conlleva que la justicia sea todavía un
bien que escasea o se vulnera en abundantes circunstancias y grupos sociales.
Conviene que conozcamos las
diversas causas que provocan las desigualdades y discriminaciones hacia las
mujeres, como son: la pobreza y el hambre por los desplazamientos; el
analfabetismo motivado por la no escolarización de muchas niñas; las
enfermedades y las carencias de atención durante la gestación y el
alumbramiento de sus hijos; las diversas formas de violencia sexual hacia las
mujeres por los hombres; la pervivencia del matrimonio infantil y la maternidad
prematura; la dificultad para acceder a la propiedad y al crédito por parte de
las mujeres; la desventaja en el acceso al trabajo remunerado y las distintas
condiciones laborales respecto de los hombres; las dificultades de las mujeres
que se dedican a la agricultura para recibir la información y los servicios que
les ayudarían a acrecentar su producción; la persistencia de sociedades y
culturas que mantienen actitudes y costumbres machistas en las que las mujeres
están bajo la preponderancia de los hombres y no se les permite desarrollar una
vida en libertad, ni participar con responsabilidad en la propia familia y
sociedad.
Aunque este panorama sombrío no
le lleva a Manos Unidas a desalentarse en su propósito firme y noble por
continuar trabajando en bien de la justicia, ya que está convencida que esta
desigualdad entre mujeres y hombres aún vigente, puede ser transformada en
auténtica igualdad basada en la misma dignidad que ambos poseen.
Para ello esta Organización
católica fija su atención en el primigenio designio de Dios, tal como nos lo
revela la Sagrada Escritura: “creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios
lo creó; varón y mujer los creó” (Gn 1, 27). A partir de esta afirmación la fe
cristiana reconoce la igualdad de origen y destino del hombre y de la mujer. O
sea, que todos los hombres y las mujeres están ennoblecidos por idéntica
dignidad y responsabilidad, de modo que sólo fomentando, promoviendo y
desplegando la igualdad en la complementariedad recíproca de los hombres y las
mujeres se desarrolla el proyecto de Dios, el cual quiere y reclama la justicia
para el conjunto de la humanidad.
Así, la defensa de la igualdad,
la dignidad y la responsabilidad de las mujeres constituye uno de los
distintivos de la extensa labor que Manos Unidas ha ido realizando, y que con
esta Campaña pretende hacer hincapié, de modo que sus proyectos y acciones
buscan contribuir a que se vaya avanzando en este noble objetivo.
Como una prueba de este
convencido compromiso de Manos Unidas a favor de la progresiva implantación de
la justicia a través de la erradicación de las desigualdades contra las mujeres
nos presenta diversos proyectos con los que pretende: por un lado, concienciar
a nuestra sociedad para que conozca y haga frente a estas injusticias.
Y por otro, Manos Unidas se
compromete a que se lleven a cabo, entre otras muchas, estas acciones, en todas
las cuales resalta su convicción de dar prioridad a la educación: En Calcuta
(India) apoyando un proyecto para luchar contra el tráfico sexual y la explotación
laboral que sufren mujeres y niñas de esta región que beneficiaría a unas 800
mujeres. En Honduras colaborando con un organismo diocesano en una iniciativa
para la prevención de la violencia contra la mujer y el apoyo a sus víctimas,
que promueve la igualdad entre hombres y mujeres, la ayuda especializada y la
mediación familiar. Y en Etiopía, en una zona de escasa productividad agrícola
y bajo nivel cultural, donde la mujer es víctima de diversas discriminaciones,
cooperando para que la diócesis de Nekempe desarrolle un proyecto de
sensibilidad sobre la igualdad y la dignidad de la mujer y desarrolle su
alfabetización y su formación con vistas a la creación de cooperativas para
elevar el nivel cultural y económico de las familias.
Podemos comprobar que el
llamamiento a adherirnos a su Campaña que Manos Unidas nos dirige tiene firmes
razones para que lo acojamos, de modo que está esperando que todos los
cristianos asumamos y vivamos el mismo dinamismo que moviliza cuantos la
integran y colaboran con ella: comprometerse por la justicia y la igualdad
impulsados por la fe en Dios. Así, reconociendo que Dios es eternamente justo
con todas sus criaturas y que nos reclama, a todos los hombres y mujeres, que
implantemos la justicia sembrada por Cristo, nos sentimos comprometidos a
extender la justicia con las personas a las que aún no se les permite ni se les
posibilita que vivan en igualdad su dignidad humana. Por ello me atrevo a
exhortaros a todos a que hagamos nuestro el compromiso de Manos Unidas,
colaborando con generosidad en las diversas acciones que quiere promover entre
nosotros para alcanzar sus objetivos.
+ Gregorio Martínez Sacristán
Obispo de Zamora
Siempre es motivo de satisfacción conocer que miembros de la jerarquía eclesiástica se suman al carro de la defensa y conquista de los derechos, igualdad y libertades de las mujeres.
ResponderEliminarPero no puedo despejar de mi mente, durante toda la lectura del documento, cómo es que la propia Iglesia católica no se aplica sus propias recomendaciones. ¿por qué en su seno no se produce la igualdad que predican como condición para la justicia?
El obispo de Zamora señala algunas causas que provocan la desigualdad y la discriminación hacia las mujeres, pero se le ha olvidado incluir la falta de control que muchas mujeres padecen sobre su propia sexualidad, o la imposibilidad de disponer de agua potable y de saneamientos que las alejan de los sistemas educativos, por señalar algunas carencias.
Pero bienvenida sea su carta pastoral, D. Gregorio Martínez Sacristán. Todo suma.
Saludos,
Marcos Porqueras